El rayalibros: ¿qué leemos en México cuando no leemos?

Dicen que los mexicanos no leemos. O que leemos poco y cada vez menos en comparación con años anteriores. Al menos eso nos expresa en el Módulo de Lectura (MOLEC) del INEGI que se habilitó para brindar resultados en el contexto del Día Internacional del Libro, este 23 de abril.

Según el MOLEC, la lectura cayó en México un 10% en relación con la última década. Apenas 42 de cada 100 entrevistados dijo haber terminado un libro. Suena fatal en un país que supera los 120 millones de habitantes, pero el dato también nos pide sus matices.

La misma fuente nos revela que el 67% de los mexicanos prefieren leer materiales como revistas, periódicos, páginas de internet o blogs. Es decir, seguimos leyendo aun cuando no leamos. De eso hablé hace unas semanas cuando entrevisté a Andrew Baev, el CEO de Bookmate, la start-up rusa que ha creado una app que funciona como una especie de Facebook para lectores, con miles de títulos disponibles en modo gratuito o de paga donde puedes recibir recomendaciones de expertos o de tus amigos en línea.

Andrew me habló de los cambios de hábitos entre los lectores del presente y del pasado. El principal es que los humanos del siglo XXI ya no tenemos un tiempo destinado específicamente a la lectura, como ocurrió en siglos anteriores. Apenas robamos algunos minutos entre transportes, juntas, consultas, eventos, clases o citas. Justamente, el MOLEC da como causa principal del no leer la falta de tiempo, en casi 48% de los encuestados.

Supuestamente, la sesión de lectura es de 39 minutos en México, aunque varía según los grados académicos. Pero vale preguntarse si eso se trata de una lectura concentrada, exclusiva en su atención, o más bien de una suma de lecturas y vistazos fragmentarios, inmediatos, súper selectivos como los que ahora tenemos en nuestras redes sociales. Buscamos atraparlo todo en un segundo y al instante siguiente nos perdemos; porque también contamos con la oferta de series, videos, memes, historias de Instagram…

Y que la segunda causa de nuestra pereza lectora, según el MOLEC, es el desinterés. La lectura parece aburrida e irrelevante. Es duro saberlo en un país lleno de historia y de contadores de historias, que lucha por recuperar su memoria y su presente, pero donde la mayoría, fuera de las ciudades, debe caminar o manejar horas para hallar una biblioteca.

El trend del mercado mexicano es la no-ficción; el 60% lee en dispositivos. Tenemos urgencia por saber lo real, lo que sucede, pero es como si lo precisáramos claro, directo, al instante, en formatos de bolsillo. ¿Es posible leer sin reflexionar, sin usar tiempo en decodificar, por la prisa de adelantar y exponer opiniones? ¿Queremos datos o historias? ¿Anécdotas para compartir o contextos profundos de lo real? ¿Información o comprensión humana? Son buenas preguntas para los lectores que somos o pretendemos ser.