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Difícil de creer: El avión de la rifa imposible

Por: Sergio Sepulveda 30 Sep 2020
El pasillo que lleva a la habitación presidencial tiene una pared curvada de madera al alto brillo, al estilo del lobby de un spa fifí.
Difícil de creer: El avión de la rifa imposible

Hace unos días me subí al avión presidencial de todos los mexicanos; no lo digo porque me crea la demagogia, lo expreso así porque los que pagamos impuestos aportamos algunos centavos para la aeronave que no tenía ni Obama.

“¿Y qué tal está?” Es la pregunta que más me han hecho. “Súper chingón” es la respuesta que más he pronunciado.

La tripulación me recibió con la amabilidad que caracteriza a los militares del Ejército Mexicano y me dieron acceso total, desde la cabina de vuelo hasta el baño presidencial.

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El avión es un Boeing 787-8, bautizado como José Maria Morelos y Pavón. Los expertos en aeronáutica dicen que es una gran nave, sobre todo por los materiales con que está construido. El avión presidencial tiene la capacidad de volar por muchas horas sin la necesidad de cargar combustible; su vuelo más largo fue de 16 horas desde Vietnam.

Por reglamento, la tripulación debe descansar cada seis horas, entonces en vuelos largos pueden relajarse o dormir en una zona que se acondicionó muy cerca a la cabina de vuelo; a esa zona se accede subiendo cinco escalones, en su interior hay un sillón y dos camas individuales.

Las ventanillas de este avión, a diferencia de los aviones comerciales, no tiene persianas, en su lugar posee un sensor circular, que al oprimirlo polariza o aclara cada ventana.

Los asientos para 80 pasajeros están distribuidos en tres zonas. La primera, la más cercana a la puerta de entrada, estaba destinada para que ahí viajara lo que era el Estado Mayor Presidencial.

Los dos pasillos del avión te llevan a la segunda zona, en esta viajaba el presidente y su comitiva. Las dos primeras zonas tienen asientos forrados con piel gris, son amplios y se pueden hacer cama totalmente.

Digamos que son asientos de primera clase con descansabrazos que guardan pantallas para ver películas o jugar; la gran diferencia, en comparación de las first class comerciales, es que los asientos están dispuestos en grupos de cuatro que comparten mesas de madera amplias; ajustables a la altura de los pasajeros para que puedan comer o trabajar de una manera más confortable.

El asiento del presidente está en la última fila de la segunda zona; pegado al pasillo que lo lleva a su habitación. Ese lugar se eligió por seguridad. Es fácil identificar el asiento que uso Peña Nieto pues el respaldo está forrado con tela color verde bandera, bordado por el extremo con el escudo nacional.

El pasillo que lleva a la habitación presidencial tiene una pared curvada de madera al alto brillo, al estilo del lobby de un spa fifí.

Al entrar a la zona privada del presidente, lo primero es una caminadora, ligeramente amontonada, en una pequeña oficina provista de un sofá, dos sillones individuales y un sillón que gira 360 grados para que el mandatario despache desde ahí. Ese cubículo está equipado con todas las conexiones para computadoras y un teléfono satelital.

Junto al mismo privado, está la habitación con una cama queen size cubierta con un edredón blanco de pluma bastante rico. O sea, el mandatario en turno podría dormir cómodo o incluso, hacer el amor entre las nubes. Para guardar su ropa, dos closets bastante grandes con puertas de la misma madera mencionada. Debajo de la cama, cajones para almacenar lo que se desee. Esta habitación tiene un baño amplio equipado con un retrete de diseño moderno, de porcelana blanca; la zona de la regadera cuenta con puertas transparentes donde se puede duchar con agua caliente hasta por 30 minutos continuos. “¿Y si se acaba el agua caliente?” No hay problema, el avión tiene un sistema para abastecer la regadera de nuevo.

Saliendo de la habitación, sobre el pasillo hay otros closets para guardar unos 20 paraguas. Y al final, en la cola del avión, está la zona destinada a la prensa, mucho menos lujosa, con asientos no tan amplios y pegados a una cocina como la de cualquier avión comercial.

Así es por dentro el avión que costó 114.6 millones de dólares; el avión que se adquirió con un descuento del 42 % de su valor real porque era un avión de pruebas; el avión al que se le invirtió poco más de 100 millones de dólares en equipo y confort; el avión que espera un comprador en un mercado muy reducido; el avión cuya póliza de seguro lo valuó en 130 millones de dólares y cuyo deducible en caso de siniestro es de 450,000 dólares; el avión de 57 metros de largo y 61 de envergadura; el avión donde voló una gaviota; el avión de la rifa imposible. Difícil de creer.

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