El desquite ¿México tomó la decisión correcta en las casillas?
El problema más grave de nuestro tiempo es la pobreza generalizada en el mundo, en medio de la opulencia desgarrada en excesos de insulto.
La concentración del capital y su creciente tendencia, están llevando al hombre a un permanente estado de confrontación, luego del “humanismo” relanzado después de la II Guerra Mundial que, más que humanizarnos, ha coronado al dinero como objetivo mismo de la felicidad.
“Eres en función de lo que tienes”.
La sociedad venera la riqueza en lo que mastica con rencor a la opulencia que ofende.
El fenómeno social de nuestro tiempo nos lleva al crecimiento del egoísmo y al culto de la envidia. No quiero más por el hecho de aspirar a ello de manera natural, sino por ser más que mi vecino. Tener más que él.
Echárselo en la cara.
Y más que la satisfacción por el éxito alcanzado de manera individual, es la ostentación del mismo, a los ojos de los demás.
Lo descrito levanta una ola que revienta en las playas de la convivencia. La medianía del bienestar familiar se deslava con su constante impacto.
Pronto seremos 7 mil 500 millones de seres humanos sobre la faz de la Tierra.
En la Edad Media, no pasábamos de 100 millones, aunque un lado del planeta desconociera al otro.
Para mediados de este siglo, habrá 10 mil millones de hombres y mujeres. Algunos análisis poblacionales postulan que esa cifra será la mayor que pueda alcanzar la humanidad sin reventar a la especie.
Y aunque se podría decir que las tecnologías aplicadas a formas de producción de alimentos han resuelto las necesidades proteicas del hombre, las asimetrías económicas han proliferado a la pobreza, como matiz y la miseria como verdad lacerante.
No es cierto que sólo África será el dolor de cabeza del mundo en este siglo. Es parte de la cefalea. América Latina está provocando creciente atención.
La inconformidad social, las inflaciones, devaluaciones, empobrecimiento, nacimientos no deseados, gobiernos corruptos, confusión ideológica, confrontaciones históricas y xenofobia nos están rompiendo a la mitad.
Me pesa el futuro de nuestras naciones.
No creo ser el único que lo toma en serio.
He vivido en otros tiempos el abrazo del populismo; pensar y actuar engañoso que promete, desgarra y se agazapa para años después regresar disfrazado a la escena.
Ya olvidamos a Lázaro Cárdenas y su sueño socialista —era la época—.
Muchos lectores no habrán conocido más que en referencia a Luis Echeverría, o el savoir faire del perfumado marxismo de José López Portillo con la Estatización de la Banca.
La izquierda trasnochada de Cuauhtémoc Cárdenas Porfirio Muñoz Ledo o Ifigenia Martínez…
O el remix de López Obrador, que más que ideología asemeja una parodia en cámara lenta.
¡Claro que hay enojo de la sociedad!
La gente está encabronada.
Entiendo y comparto el sentimiento, sin tapujos o simulación.
Pero si se piensa que la salida de México es por una vía que se enfrente a la “Mafia del Poder”… entonces perdonen, pero confundimos al más mafioso al quererle dar el título de UNGIDO.
Hace seis años advertí que nos gobernaría un corrupto y pendejo. El tiempo me dio la razón. Hoy advierto que estamos a punto de cometer otro error, al pensar que un iracundo intransigente se levante como Arcángel de un país que más que resolver, se desquite de sus dolores más agudos.
¡Dios salve a México!
