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¿Éste es el fin? Sobre el posible triunfo de López Obrador

Por: Mauricio Flores 05 Jun 2018
Las encuestas, a pesar de únicamente medir probabilidades, anuncian el posible triunfo de López Obrador. Ante esta situación cabe preguntarse sobre el futuro del país y del priismo
¿Éste es el fin? Sobre el posible triunfo de López Obrador

En muchos segmentos sociales, diversas personas dan por hecho el fatalismo apocalíptico que Andrés Manuel López Obrador ganará las elecciones presidenciales; otros lo aceptan con el vértigo hechizado y suicida de quien se ve al borde del abismo, muchos con alegría revanchista contra su propia realidad y una forma de expresar su ira contra el gobierno como materialización de sus males. Todos, incluso los que aún ilusamente compiten por un “segundo lugar para luego luchar por el primer lugar”, se apoyan en la lectura de encuestas cuyos resultados les dan un valor casi ecuménico, religioso, sin considerar el carácter probabilístico de tales mediciones, incluso las más sofisticadas. Sin embargo, la única medición real se verá el 1 de julio, en la decantación del llamado “voto útil” y la “operación terrestre” que todas las fuerzas políticas hagan los días previos a las elecciones.

La narrativa “de la victoria” requiere de una repetición sistemática y resonante para adquirir visos de realidad, apelar a los sentimientos de las personas para ser verosímil y sembrar esperanza o desesperanza. Esa es la misión de la propaganda. El título de esta columna es un préstamo a una publicación de ficción que aparece en la película El reinado del fuego (Rob Bowman, 2002), donde el despertar de dragones —no tigres— devasta la Tierra y deja a una minoría andrajosa de sobrevivientes que tiene que encontrar la manera de volver a ser la especie dominante en el planeta. Y así lo registro, pues existen elementos reales que muestran que, suceda lo que suceda, para donde se inclinen las probabilidades ese 1 de julio, implicarán sucesos que ya se pueden visualizar. Entre ellos está la destrucción del PRI como lo conocemos, la parálisis de gobierno y la frustración continua.

Vaya, la salida de Enrique Ochoa de la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional, faltando menos de 60 días para las elecciones, muestra un claro rompimiento al interior del grupo dirigido por Aurelio Nuño y la asunción de la fracción priista cercana a Miguel Ángel Osorio Chong (en la figura de Cisneros), en la conducción de la campaña… y probablemente para el rescate de lo que reste de ese partido si se cumplen las probabilidades consignadas en las encuestas que colocan a José Antonio Meade en un lejano tercer lugar y al PRI sin oportunidad de victoria en ninguna de las nueve gubernaturas en disputa.

Pero ello será fácil que un eventual liderazgo nacional de Morena incluya una fuerte dosis de cooptación, absorción e intimidación a los priistas que no se le hayan sumado en la campaña. Y ese apunta a lo que sería un problema estructural del morenismo investido de gobierno: además de priistas conversos, agrega a muchos panistas y liderazgos de baja estofa como la maestra Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia, o la comandante Nestora. La distribución de cargos públicos entre los seguidores históricos de López Obrador, los conversos y los burócratas fácilmente puede provocar el rápido conflicto de mando y de objetivos específicos de cada cargo.

 

Triunfo de Lopez Obrador Nestora Salgado

 

Vaya, si en las transiciones más tersas, entre mismo partido ya fuera PRI o PAN, la parálisis de gobierno se lleva de tres a cuatro meses en el proceso de entrega-recepción y reacomodos, es fácil intuir el nivel de colapso al momento de distribuir cargos. Es una batalla a la que Gabriel Said podría nombrar “La guerra de la huesocracia”, máxime si se considera que la oferta electoral de López es reducir 50 % el salario de los funcionarios públicos. Otro elemento del reacomodo es la salida de capitales que han anticipado diversos inversionistas bursátiles y de capital fijo en caso de una victoria del morenista… y la entrada de otros que tomen un mayor riesgo en apuesta y acepten potenciales pérdidas de corto plazo a cambio del beneficio de sustituir a los capitalistas salientes. Tal trueque resulta de difícil conclusión (es una especie de juego suma cero: no me llevo mi capital pues puedo mejorar mi rendimiento, pero mi tasa de riesgo sube, por tanto, no me muevo) y ello pudiera obstruir el cumplimiento de las promesas de mejora macroeconómica de las que depende la recaudación fiscal que financiaría un ambicioso plan de programas sociales y la inversión privada especializada para generar empleos de mejor calidad.

La alternativa a tal escenario adverso a la inversión privada es una mayor contratación de deuda y/o recorte de gasto corriente, y con ello el posible rompimiento de la oferta de “cero deuda” y de ampliación del ámbito de responsabilidades de gobierno.

Sí, efectivamente, la asunción de Morena al gobierno puede ser el fin del PRI y de una parte del PAN como lo conocemos… pero también del morenismo.

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