Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

El incesante deseo de devorar libros

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
  Por Jaime Garba @jaimegarba #LibrosAlDesnudo Muchos juzgan a un lector por la cantidad de libros que tiene en casa […]
El incesante deseo de devorar libros

 

Por Jaime Garba

@jaimegarba

#LibrosAlDesnudo

Muchos juzgan a un lector por la cantidad de libros que tiene en casa y bajo ese juicio algunos, carentes de espacios físicos que permitan resguardar un vasto acervo, salen raspados con la etiqueta de “no lee”. Cuántas ocasiones no hemos escuchado frases del tipo: “cuando entres a casa de alguien mira qué libros tiene”, “Sabrás la personalidad de alguien por los títulos que posee”, “Jamás te acuestes con alguien que no tenga libros en la recámara”; entre otras tantas que satanizan a quien no posee una biblioteca digna de admirar. Qué más quisieran muchos tener una habitación con hermosos libreros de caoba cubriendo cada pared, un sofá de piel y una mesita de centro dónde depositar el café o el vaso de whisky, un espacio alejado del bullicio que distrae en los momentos menos oportunos: donde la historia casi se resuelve o un personaje está por lanzarse al precipicio; pero no, la mayoría tenemos que leer en la sala mientras algún otro miembro de la familia ve la telenovela o el talk show; tal vez en la habitación de tabique hueco cual casa de Infonavit que filtra los sonidos de las habitaciones contiguas. Esos son los lectores de guerra, los que se forman con la capacidad de leer mientras hay una crisis nuclear o en el camión que va a ochenta kilómetros por hora saltándose los topes y cayendo en los baches haciendo parecer el último viaje en la vida; sin embargo, como lo dije en un principio, esos lectores suelen ser demeritados porque no tienen forma alguna de comprobar, como a veces lo exige la sociedad lectora, que son devoradores de libros. Cuando entran a sus casas algún amigo de la facultad o una aspirante a novia cuya máxima fantasía es tener a un galán con la biblioteca como la de Alberto Manguel; y observan los retratos familiares, las figuritas de porcelana, pero apenas uno o dos libros al lado del Blue Ray o de la televisión, salen de allí esparciendo la voz de que fulanito o zutanito no tiene libros, “¡qué horror!”, dicen.

Tengo un amigo que jamás en su vida ha comprado un libro, sabrá cómo, se ideó una política de gratuidad donde siempre confió en las bibliotecas o en la hermandad lectora. En pleno siglo XXI y cuando yo pensé ya no existían las credenciales de bibliotecas públicas, él cuidaba la suya más que su IFE y su licencia de manejo. Religiosamente cada lunes sacaba dos o tres libros que devoraba, leyéndose en más de diez años buena parte del acervo de la biblioteca de la ciudad. Cuando en la universidad se le pedía algún libro y su santuario le quedaba mal, buscaba a diestra y siniestra entre toda la gente quién le prestara el título en cuestión, ahorrándose la vergüenza de traicionar su convicción. Estoy seguro que mi amigo no lo hacía por no gastar algunos cientos de pesos, aunque nunca lo supe, supongo que era más una especie de trato personal que tiene que ver con el hecho de que hay millones de libros recorriendo el mundo, la mayoría relegados en esos espacios cada vez menos frecuentados, empolvados y muchas veces condenados al olvido, mientras que bastante gente cada vez más opta por comprar libros para tenerlos como adornos y mostrar una personalidad que no corresponde con su realidad. Este cuate, en sus visitas a casas de amigos con bibliotecas personales, suele aplicarles la prueba del “tres”, que consiste en tomar tres libros al azar y preguntarles de qué tratan, teniendo tres oportunidades para demostrar que por lo menos uno de esas obras había sido leída, si no, sin pudor, les asegura que aquellos sólo son adornos inútiles.

Es interesante preguntarse de dónde salió esa idea de escalar niveles según los libros que se lee o se tiene, por ejemplo, es común entre los poseedores de dispositivos electrónicos, que no los cuenten como parte de su biblioteca personal, como si no valieran como libros, razones hay muchas, existe quienes argumentan que ante la factibilidad de descarga tener cientos en el Kindle o en el I Pad no garantiza leerlos, ni siquiera estar interesado en ellos, es sólo esa manía de poseer, mientras que otros, obsesos del olor y la hoja simplemente siguen sin aceptar las nuevas tecnologías.

Será también que con todas estas campañas de promoción de lectura, cada vez nos lavan más el cerebro para hacernos pregonar cuánto y qué leemos; plataformas como Goodreads demuestran que ese incesante deseo por devorar libros suele convertirse en competencia, dejando en segundo lado los placeres y los aprendizajes de las historias. Ahora todo el mundo coloca la foto con el libro, escribe en el Face o en Twitter (yo lo he hecho) la frase que demostrará a los demás que se lee al autor de moda o al escritor que nadie más lee por complicado. Los demás aplauden y se coloca a aquel individuo en el trono lector, y así se va llenando un paraíso artificial donde lo que importa es cuánto se lee y cuánto se tiene.

No está mal compartir, si uno así lo quiere, el amor por la lectura, está mal que se vuelva una obligación o un requisito para entrar a esa burda democracia intelectual que incluye o excluye según se cumplan sus normas, las cuales, cual dictadura, dejan a un lado lo más hermoso del acto de leer: leer. Es más fácil pensar en destruir estas pésimas costumbres que esperar tener las posibilidades económicas y estructurales para armar las bibliotecas que quisiéramos, ojalá así sea, si no, pobres de quienes no tengan la manera de comprobar los tres o cuatro libros leídos al mes, porque no serán dignos de ese lugar especial, pero al fin de cuentas, ni ganas, ¿o sí?

Te recomendamos
Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!
¿QUÉ TEMA TE INTERESA?