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Opus Club, el paraíso sibarita del Ambiente Swinger

Por: Arturo J. Flores 03 Jun 2024
Visitamos el Club Swinger Opus, de reciente apertura, en el que se conjugan todos los placeres: la buena comida, la buena bebida y el sexo.
Opus Club, el paraíso sibarita del Ambiente Swinger
OPUS CLUB. ¡TIENES QUE VISITAR SU PLAY ROOM!

La ruleta de Opus Club empezó a girar. Se detuvo en la casilla identificada como “Chantilli”. El maestro de ceremonias le pidió a una de las camareras que le acercara un bote de crema batida, después se dirigió a la pareja destinataria del castigo: “¿Si saben que estamos en un club swinger? ¿Alguien tiene algún inconveniente en intercambiar a su compañero?”.

Por respuesta sonó una carcajada. La objeción no sólo no existía, sino que a la mayoría de los asistentes les estimulaba sexualmente la idea de que su pareja sostuviera una escaramuza erótica con alguien más.

Aún así, se nos recuerda otra vez la regla número uno del Ambiente SW: “No es no, y no se pregunta por qué”.

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Son bienvenidas las prácticas BDSM consensuadas.

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Cuando llegué, Arturo Pelayo, el director de Relaciones Públicas, le pidió a una integrante de staff que me llevara al Calabozo. Algo que en medio de una guerra significaría un tormento, en el Opus Club es sinómino de adentrarse en un sitio donde la fantasías más inconfesables se pueden hacer realidad. De la mano, la chica me condujo a este privado que se sitúa junto a la pista de baile. La iluminación era mucho más tenue que en el resto del lugar y convenientemente roja, para encender aún más la imaginación. El privado en el que Christian Gray se sentiría cómodo porque, como dijo en la película “es un tipo de gustos particulares”.

Así debió sentirse Dante cuando ingresó al Infierno en su persecución. Aquí son varias y no únicamente una Beatriz la que se dejó alcanzar.

Una de ellas me entregó una imagen dantesca —nunca mejor dicho—, mientras yacía encima de uno de los colchones plastificados que había en la habitación, separados apenas por unos cordones que cuelgan desde el techo. Apenas se alcanzaba a ver debajo de los tres sujetos que encima de ella, le procuraban placer. Aún con la música que sonaba en el ambiente, se alcanzaban a oír los gemidos de la chica, que se sacudía bajo los cuerpos a medio vestir de sus compañeros y un medio círculo de singles que se autocomplacían mientras observaban la escena.

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Al fondo del privado se ubicaba el dichoso Calabozo. Un espacio aún más reducido habilitado para quienes prefieren gozar las prácticas BDSM.

En una de las esquinas un tipo se dejaba consentir por tres bellas ninfas. Detrás de mi guía y yo, ingresó una pareja que según escuché, dio varias vueltas hasta encontrar libre “La cruz”.

Así se le llama a lo que estrictamente es una “equis” en la cual ella se colocaba de frente, mientras el hombre, que parecía venir con ella, la inmovilizaba por medio de unas cuerdas, de los brazos y las piernas. Delante de nosotros le levantó la falta y así, atada, la comenzó a masturbar enérgicamente. Ella terminó varias veces en su mano, al tiempo que el afortunado receptor de las caricias de las ninfas se acercaba una de las toallas dispuestas por todo el lugar para limpiarse los restos de su propio orgasmo.

“Queríamos tener un lugar divertido, limpio, en el que las parejas pudieran explorar su sexualidad de manera más arriesgada”, me contó Pelayo, cuando salí otra vez del Calabozo. “Y además de una buena cena y unos drinks, nos interesaba que la gente se sienta segura”.

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El festín de los sentidos: comida, bebida y sexo

De la cena y los drinks, hay que decir que pudimos probar un ceviche, unos taquitos de ribeye y unas tostadas. Todo generosamente servido y muy bien preparado. Ideal para acompañarlo con una copa de vino, un coctel con whisky o bien, una cerveza artesanal de las que se anunciaban en el menú.

Opus es un spot para sibaritas y gente classy, no cabe duda.

Delante de nuestra mesa, la destinataria del castigo en la ruleta se dejaba embarrar crema batida desde el tobillo hasta el muslo. Un hombre que no era su marido se la quitaba con la lengua. La lamía con la delectación de un vampiro mientras al esposo se le querían salir los ojos de placer.

Después le tocó girar el control remoto a otra de las tres parejas que se animaron a jugar. Cada una presionó el botón en un control remoto para que la rueda proyectada en una pantalla pudiera girar. A quien le tocó el castigo tuvo que quitarse tres prendas.

“No valen zapatos, anillos ni collares”, le advirtió el maestro de ceremonias. La víctima, para no meterse en complicaciones, se sacó completo el vestido completo. No llevaba ropa interior. Sólo me quedó quedarme impávido, con el taco de ribeye en la mano, mientras contemplaba su belleza de cuerpo entero.

Después nos tocó observar a una tercer pareja fingir la mayor cantidad de “posiciones sexuales” así, vestidos, encima de una silla. Más que cachondo, resultó hilarante observarlos realizar piruetas mientras la gente se carcajeaba. No cabía duda que todos la pasábamos muy bien.

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Opus Club está ubicado sobre Insurgentes. En el piso de en medio entre un restaurante de cortes y un speak easy al que se entra por el refrigerador de una carnicería. Además de las dinámicas de las ruletas y de toda la diversión a la que puede tener acceso una pareja, un single o una unicornio en su Play Room, hay que sumarle el show con el y la stripper, quienes se desnudan para encender los motores de los asistentes al ritmo de las canciones más sugerentes. Me confió Arturo Pelayo que el contacto con los clientes se ha dado a través de los grupos en redes sociales donde suelen comunicarse. Pero quienes sientan curiosidad por visitarlos, los pueden encontrar en Instagram para reservar.

 

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El Ambiente SW se puede disfrutar con total discreción, pero en un club swinger que reúne los ingredientes para pasar una noche, de jueves a sábado, salpicada (je) de todos los ingredientes del hedonismo: buena comida, buena bebida, buena música y parejas dispuestas a compartir un buen rato. Aquí nadie se asusta. Todos saben a lo que vienen, aunque también se puede acudir por curiosidad sin que nadie te obligue a nada.

Sólo hay que animarse a girar la ruleta.

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Arturo J. Flores Publisher Me gusta la música, el cine, la literatura, el erotismo, política y meterme en dónde no me llaman. Encontré la forma de hacer todo eso al mismo tiempo: soy periodista.
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