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Fuck Friends: crónica de la vez que me invitaron a una orgía

Por: Arturo J. Flores 12 Abr 2023
Dice una canción de José Luis Roma: “los amigos no se hacen el amor”. Hace unas semanas, comprobé que eso […]
Fuck Friends: crónica de la vez que me invitaron a una orgía

Dice una canción de José Luis Roma: “los amigos no se hacen el amor”. Hace unas semanas, comprobé que eso no es cierto. Existe un grupo autodenominado Fuck Friends que se reúne todos los miércoles por la tarde, en la colonia Condesa, para eso que, la melodía popularizada por Yuridia establece como una actividad prohibida para los amigos, coger.

Para organizar orgías, pues.

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Meses antes me había llegado el rumor. Alguien me preguntó si conocía a una comunidad que organizaba orgías en la alcaldía Cuauhtémoc.

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Le respondí que no, pero me comprometí a investigar.

La bar tender del club swinger

 

Me olvidé del asunto hasta que un martes por la noche, quedé con Vanessa en un bar. Me extrañó que se quisiera ir temprano. Siempre que nos veíamos, mi amiga y yo éramos como dragones: se nos calentaba la boca con facilidad.

­—Es que tengo que trabajar mañana.

Mi amiga siempre tenía empleos fuera de lo común. Había sido modelo de desnudo para estudiantes de dibujo, malabarista con esferas de fuego en un circo y hasta titiritera a domicilio. Se había inscrito en una app de delivery para entregar comida, pero la mitad de su mochila estaba ocupada con las marionetas con las que ofrecía un espectáculo para niños los fines de semana.

­—Y ahora, ¿a qué te dedicas?

­—Sirvo tragos en un club swinger.

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Obviamente le pedí que me invitara. Necesitaba ver algo así.

Por sus emojis no los reconoceréis

Un par de días después me llegó un mensaje a mi WhatsApp. Aquello no era un club swinger, como me había dicho. No uno como los que yo por curioso había visitado. De entrada, me pidieron que depositara el importe de mi cover a una cuenta de banco y hasta entonces me proporcionarían la ubicación de la fiesta.

En la imagen se veían varios cuerpos desnudos, de hombres y mujeres, realizando toda serie de piruetas eróticas. Sus rostros aparecían cubiertos con emojis. No exhibían cuerpos de gimnasio ni actitud de modelos puestos deliberadamente para “vender” la experiencia. Eran personas reales, gente de carne y hueso. En la nalga de una chica se veía pegado un post-it con la leyenda Fuck Friends.

Hora de irse a la cama

­—Buenas tardes, vengo de parte de Vanessa ­—le dije a un interfón, la tarde de miércoles que me presenté afuera del edificio. Me habían enviado las coordenadas por mensajería instantánea, a cambio de mi ficha de depósito por cien pesos.

Una voz me indicó que empujara la puerta apenas sonara el timbre. Me conduje hacia el primer departamento situado a la derecha. Toqué a la puerta y me recibió el anfitrión. En el interior del departamento la luz era tenue y las cortinas estaban cerradas. En la calle el sol golpeaba con fuerza, pero cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra noté que se trataba de una estancia amplia, en cuyo centro sobresalía una cama matrimonial.

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La cocina se situaba a un costado de donde estaba la sala sin muebles. Distinguí muy pocos adornos, entre los que destacaba una larga lámpara de pie.

Si nos organizamos…

 

Un grupo personas platicaba animadamente al fondo del salón. Sentados en sillas de comedor y casi todas con una cerveza en la mano. El anfitrión me ofreció una cerveza y apenas le di el primer trago, me acompañó para que tomara un lugar en la media luna.

La gente conversaba con la cordialidad. A nadie le sorprendía que junto a nosotros hubiera una cama. Un colchón desnudo, apenas cubierto por una sábana.

Todos sabíamos lo que iba a suceder ahí, pero nadie lo mencionaba.

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Incluso cuando Dante, así se llamaba el anfitrión y a diferencia del autor de la Divina Comedia que se dejó guiar por Virgilio a través del infierno, me dio la bienvenida y me informó acerca de las reglas de los Fuck Friends, me advirtió:

­­—Tienes por lo menos una interacción asegurada: con ella.

Señaló a una mujer que me sonrió en medio de la penumbra. Sólo llevaba puesta su lencería.

Why can’t we be (fuck) friends?

La primera cerveza se extinguió al compás de la charla. Hablamos de todo y de nada. También se adormilaron mis nervios. Ayudaba mucho la naturalidad con la que se conversaba. Nadie me preguntó acerca de mi trabajo o cómo había llegado ahí. Si no me hubiera presentado, quizá tampoco se hubieran enterado de mi nombre.

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Se dijeron nimiedades. Había entre los presentes una pareja que, igual que yo, era su primera vez. Habían venido a ver. Insistían en preguntar al resto sobre el manejo de los celos. Después abordaría el tema con Dante y él diría:

­—Los celos existen y persisten. Yo sigo sintiendo celos de ver a mi pareja con otra persona, pero a ella seguro le pasa igual. Cada vez que viene alguien nuevo, siento que lo hacen con muchas ganas de entrarle de lleno, pero lo más común que sucede en los clubes swinger tradicionales es que las parejas salgan enojadas, porque quieren acelerar a 100km/h sin haber revisado la presión de las llantas.

Los amigos sí se hacen el amor

Cuando me lo dijo la orgía ya había empezado. Curiosamente él era el único en el departamento que seguía con los pantalones puestos. Yo permanecía delante suyo, en bóxers y cruzado de brazos. Nos encontrábamos en la cocina.

—Siempre que llega una pareja nueva, a mi esposa y a mí nos gusta ponerles todas las protecciones posibles para que no se den en la madre como nos dimos ella y yo.

Uno de los presentes en la reunión, un hombre que quizá estaría en sus 50, estaba hablando de que el día anterior su novia se había acostado con dos hombres. Por eso él solía venir solo a las reuniones de Fuck Friends. Ambos gozaban de ese acuerdo.

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En ese momento llegó Vanessa, mi amiga la bar tender, o como entendí que la conocen en las orgías de los miércoles en la Condesa:

—Soy la que platica mucho, pero nunca coge.

Orgías de fresa, vainilla y chocolate

Para entonces nos habían dicho que, si queríamos, nos despojáramos de la ropa, para estar más cómodos. Éramos cinco hombres y sólo dos mujeres. Una de ellas ya se había sentado en las piernas de uno y él le acariciaba los pezones con total desfachatez. Me llamó la atención que se referían a ella como “chocolate”.

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Dante me explicó:

­—En el ambiente se le conoce como vainilla a los que tienen una sexualidad monógama, pero cuando ya te empieza a dar curiosidad decimos de broma que eres “chocolate” y, poco a poco, le entras al estilo de vida “napolitano”.

La marquesa Sade

Como si se tratara de un grupo de amigos que se reúnen los miércoles a disfrutar de un juego de mesa, Denisse, la esposa de Dante, dio el banderazo de salida.

Cuando me di cuenta, dos muchachos jóvenes ya se turnaban para penetrar a una de las mujeres. El señor que parecía rebasar los 50 se acercó para succionarle los pechos y la música ambiental, un hit de Sade (“Smooth operator”) del que no había cobrado consciencia, no alcanzó para ocultar los gemidos, respiraciones agitadas y ese inconfundible sonido de aplauso que se genera cuando dos cuerpos desnudos y sudorosos colisionan rítmicamente.

La cama era como una alberca en la que la gente se metía a nadar. Era pequeña para tantos, pero eso parecía agradarles más.

­—¿No va a coger? ­—me dijo el cincuentón desde la cama, donde se revolvían ahora todos a excepción de Dante y de mí.

Sus dientes brillaban en la penumbra como la del gato Cheshire. Le respondí que esta vez sólo venía a ver y él siguió en lo suyo.

Sin globitos no hay fiesta

El origen de Fuck Friends está en Café al Desnudo, otro proyecto de Dante y Denisse. Reunían a una comunidad nudista para que “en bolitas” ­—me explicó ella— escucharan a algún expositor acerca del mundo swinger, el BDSM, el Shibari o cualquier actividad “kinster”; es decir, más allá de lo kinky. Eran eventos no sexualizados. Sólo tenían como objetivo disfrutar de vivir la vida sin ropa. El salto a Fuck Friends fue natural.

Ya eran amigos, pero faltaba condimentar su amistad.

Dante me contó que esa es una de las razones por las que inició con estas reuniones: cuando asistía a clubes swinger, aunque le decían que “el no es no y no se pregunta”, al final siempre persistía una insistencia a que los primerizos, sobre todo las mujeres, dieran su brazo a torcer.

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­—Como no encontraba lo que quería en los clubes swinger, decidí hacer fiestas con todo aquello que yo quería. Para empezar, aquí son bienvenidas todas las sexualidades: hetero, bi y gay. Segundo, la limpieza y la salud sexual. No nos gustan los malos olores o la falta de higiene. Nos cuidamos entre todos. Aquí nadie juega sin globito y sin cambiarse el globito cuando cambian de persona.

Cosquillas en el ombligo de semana

Cada cuando alguien se viene. Se escucha. El muégano humano permite que esa pieza se desprenda y venga a descansar en una de las sillas. Es cuando Vanessa, mi amiga, les una cerveza o una botella con agua, que extrae de un frigobar, y las apunta en una cuenta.

Dos horas después de iniciado, como si se hubiera tratado de una partida de “Dungeons & Dragons”, uno a uno se empieza a levantar de la cama revuelta. Se visten despacio, se secan el sudor con servilletas. Continúan platicando de cosas sin importancia. Algunos piden un último trago y Vanessa se acerca se para que liquiden la cuenta. Otros aguardan a que los recoja su Uber. El cesto de la basura está lleno de condones usados y los muros si hablan, seguramente comentarán entre ellos la cantidad de orgías que atestiguaron.

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No son más de las 7 de la noche de un miércoles. Pienso en la tercera razón por la que Dante comenzó a convocar por WhatsApp a las orgías de los amigos los miércoles. El ombligo de semana en el que todos sentimos cosquillas de portarnos mal. Me la dijo hace una hora, cuando nos fuimos Vanessa, él y yo a charlar a la cocina. Denisse se había quedado jugando con los Fuck Friends en el colchón.

—Me da muchísima hueva coger de madrugada. Soy más fan del mañanero.

Mientras me subo los pantalones pienso que tal vez la próxima vez sí me meta a nadar. Lo último que supe es que el grupo ya tiene dos locaciones para organizar sus reuniones.

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Arturo J. Flores Publisher Periodista con 20 años de experiencia en entretenimiento y estilo de vida.
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