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Fritz Thompson: “dios no corre triatlones, lo corrí yo”

Por: NRA y Brigitte Robreño 03 Dic 2020
Fritz Thompson: apasionado, hombre de entereza auténtica, de fuerza y de ejemplo invaluable para quienes lo conocen.
Fritz Thompson: “dios no corre triatlones, lo corrí yo”

Un accidente automovilístico estuvo a punto de dejarlo postrado en una cama, pero él se levantó, contra todos los pronósticos, para convertirse en deportista de alto rendimiento, conferencista y escritor.

Fritz Thompson: apasionado, hombre de entereza auténtica, de fuerza y de ejemplo invaluable para quienes lo conocen. Con su experiencia hace honor a la batalla de la vida, de la cual ha salido victorioso. Así es él, un conferencista motivacional que transmite en cada uno de sus relatos el mejor impulso para luchar por los sueños sin decaer, y nos comparte —desde una perspectiva más humana y real— las grandes lecciones de las que ha sido un fuerte protagonista que no ha pensado en renunciar al contrato de la vida, donde la mejor paga ha sido su felicidad.

Fritz Thompson: “dios no corre triatlones, lo corrí yo” 0

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PB: ¿Quién es Fritz Thompson?
T: Es una persona que a raíz de un evento que podría parecer desafortunado creció, valoró la vida, cambió perspectivas y vive en plenitud.

PB: ¿Cuáles son los tres valores que hoy rigen tu vida?

T: Más que valores, yo diría que las grandes lecciones después de este evento que hoy llamamos desafortunado, pero que en realidad para mí es una experiencia, son las siguientes: la primera es que me enseñó a responsabilizarme de mi vida. No estoy hablando de responsabilidad como la manera más común de la palabra. Hoy soy responsable de elegir mis emociones, de realmente desechar el odio, la maldad, la frustración, las molestias y darle cabida a todo lo opuesto: a la felicidad, a la paz, a la alegría; vivir en estos términos. Hay una frase que me gusta mucho y siempre la comparto en mis conferencias, y es: “Yo soy feliz por decreto”. Yo ya extirpé cosas negativas que vivían en mi persona para siempre; en mí hoy sólo gobiernan las sorpresas. Esa capacidad de elegir las emociones es algo que los seres humanos normalmente no sabemos hacer. Pasa algo en nuestra vida y reaccionamos instintivamente; cuando se pierde a un ser querido, te pones triste, y sí, está bien, pero también tienes la elección de estar contento por haber conocido a esa persona. Las emociones siempre son una elección. Las personas no nos hacen enojar, nosotros nos enojamos a raíz de lo que hizo el otro.

La segunda, es uno de los temas que también trato en las conferencias. Todos los seres humanos tenemos una razón y un por qué en la vida, pero muchas veces no lo tenemos presente. ¿Cuántas veces un papá deja de ir a la presentación de baile de la hija porque tiene una reunión importante de negocios? Sí, está bien que el trabajo nos da de comer, pero se te olvida algo: es tu hija. Muchas veces vivimos en función de perseguir cosas materiales pensando que con eso estaremos mejor y más felices, sin tomar en cuenta que estamos desatendiendo nuestros “por qué’s”, y tener un motivo en la vida, a mí me dio la fortaleza para afrontar un problema de grandes dimensiones, luchar contra él y superarlo con éxito. “Si alguien tiene un ‘por qué’, siempre encuentra el ‘cómo’”, palabras del señor Frankl (Viktor Frankl, sobreviviente de los campos de concentración). Tener un motivo en la vida te saca ese Superman que vive en ti. La tercera es amar la vida y soñar. La vida es demasiado corta y no la disfrutamos. El aquí y ahora es el tiempo indicado para vivir nuestros sueños. Los seres humanos vivimos con un reloj cronológico descendente al que no le ponemos atención. Cada minuto que se va, no vuelve. La enseñanza es no posponer, pues cuando quieras hacerlo, ese ser querido ya no va a estar y no habrá manera de que te vea o escuche.

Esas son las tres lecciones que me ha dado ese accidente. Cuando uno ve la muerte en la nariz, es cuando te das cuenta de la importancia de vivir intensamente y vivir tus sueños. Quiero pensar que una de las muertes más lindas es cuando uno diga:“Bien, ya hice mi labor aquí. Yano tengo ningún pendiente. Me puedo ir tranquilo”. Y eso es por vivir en plenitud, no con excesos, pues eso es diferente. Yo hablo de entender lo importante y trascendente, y actuar en ese nivel.

PB: Una madurez que llega de tajo.
T: Sí, completamente. Todos los sucesos de la vida te dejan un aprendizaje. Te puedo decir que la muerte de mi papá, por ejemplo, fue una muerte tranquila, hasta cierto punto buena. Un evento tan doloroso como perder a mi padre, para mí se convirtió en un “madura de un minuto a otro”. De repente eres el líder de la familia, de repente tienes que tomar decisiones, de repente eres lo que no imaginas. Entonces maduras. Claro, tiene que pasar tiempo para que veas esos eventos como lecciones, pero enfrentarlos aun con dolor encima es una gran madurez.

PB: ¿A qué llamas plenitud?
T: Para mí, es cuando logras que todas las facetas de tu vida, todo lo que implica, tus “por qué’s” y tus motivos están bien, están en buen estado; eso para mí es plenitud. El equilibrio que existe entre tu vida personal y profesional. Estar en paz con Dios, estar físicamente bien, tu espíritu bien; estar en armonía. Un estado de realización al que todos deberíamos querer llegar. Un reto que no es fácil, pero tampoco imposible. Alguien decía: “Las montañas no son planas”. Si quieres llegar a lo alto, tienes que subir, y quitar los obstáculos implica esfuerzo. Es tu labor superar las adversidades y seguir adelante para que veas el panorama desde la cima.

PB: ¿Crees que se vive en un mood un tanto fácil o práctico que poco nos requiere esfuerzo?
T: Creo que cada uno elige ese mood. Es cierto que estamos en un mundo cada vez más práctico: “Tres pasos para ser feliz”, oprimir una tecla para que en 3 segundos la comida salga caliente, “Hacer la prepa en 3 meses”, las dietas mágicas… A ver, la vida no es así. Si tú quieres un proceso de aprendizaje no lo puedes acelerar. No podemos creer que en el atajo fácil se va a encontrar la sensación de felicidad y plenitud. Tengo un dicho: “Yo soy el triatleta más grande del mundo”. Y sí. Nadie es más feliz que yo como triatleta, porque mi esfuerzo es mucho cuando llego a una meta. No me importa si lo hago primero que los demás, me importa que llego porque estoy haciendo un esfuerzo grande del que estoy orgulloso. Cuando llego, vivo la sensación de saberme más fuerte, más inteligente, más hábil de lo que la prueba demandaba. Y eso me da una satisfacción personal única.

PB: El deporte ha sido un compañero importante en tu vida, ¿así lo ves?
T: Toda mi vida he hecho deporte. Soy deportivo por naturaleza; antes y después del accidente. Claro que después tomó una cara diferente, pues gracias a él contrarresté el daño físico que me había ocasionado y se volvió el reto más grande.

PB: Tienes tres libros escritos. Háblanos de este otro mérito.
T: Sí, ya llevo tres: Prefiero empujar mi vida, Sucedió en un instante y Que no puedo qué. En el segundo, por ejemplo, cuento mi historia y lo que pasó. Siempre he tenido cuida- do de contarlo rescatando lo maravilloso que viví en cada situación. En términos religiosos, por ejemplo, soy un caso milagroso, y eso no es mérito. Lo que hice fue aprovechar la oportunidad como estoy cierto de que mucha gente también la hubiera aprovechado. Mi tercer libro lo escribí desde un punto de vista, como lo comento en alguna parte de él: “Yo tenía hambre por vivir mi historia, donde Dios no fuera protagonista, sino que fuera testigo”. Y esto lo comento retomando el tema del mérito, pues Dios no corre triatlones, lo corrí yo, yo lo decidí, yo sudé y yo lo hice. Lo cual desarma todo argumento de que una persona no logra sus sueños. Si yo pude, tú también puedes.

PB: Hablas de Dios, ¿qué papel juega la religión en tu vida? ¿Siempre ha estado presente, o es tras el accidente que toma lugar en tus días?
T: Mira, hablando de religión, yo tengo dos experiencias. La primera fue que sufrí una gran decepción, porque en su momento pensé que el castigo que yo estaba viviendo era demasiado fuerte, y a ti te enseñan que Dios es bondad y amor. Preguntaba, como primera reacción del accidente, dónde quedó ese amor y bondad conmigo. Es más, yo decía que entonces el diablo hablara, porque déjame contar que cinco minutos antes del accidente, me paré por un refresco de cola y esa compra fue la que sincronizó el accidente. Así que entré en conflicto con la bondad y el amor del que siempre me hablaron; cosa que me parece bastante válida porque es una reacción de instinto. Ya después entendí que ese percance estaba planeado específicamente para mí, pues, además, hice un análisis de eventos y acciones de mi parte previos a ese hecho y, por supuesto, me dio la claridad de ver que incluso Dios ya me estaba preparando para ello. A veces vivimos por vivir, pero en realidad estamos ayudando a que pasen las cosas y Dios o en quien cada uno crea, nos va dando las herramientas necesarias para no vivir nada estando desamparados.

PB: ¿En qué momento llegó la pluma y papel a tu vida para compartir algo tan personal? ¿Qué te movió?
T: ¿Sabes?… La vida me llevó a escribir. Ser escritor es parte de una acción de contar mi historia que, me di cuenta, tiene efectos muy fuertes. Eso lo descubrí con los resultados de las conferencias. Me di cuenta que habría personas que podrían vivir en localidades muy lejanas y que sus recursos les impedirían asistir a una plática, incluso cuando yo me pudiera transportar cerca de ellos, así que pensé: “Con un libro, el mensaje puede llegar a más personas que quizá lo estén necesitando”. Así que el libro se convirtió en esa vía de comunicación y una fuente de ayuda para mucha gente.

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