Los Fabulosos Cadillacs al Foro Sol y nuestra charla con Vicentico
Los Fabulosos Cadillacs se presentan el 22 de noviembre en el Foro Sol.
A 30 años de existencia de Los Fabulosos Cadillacs, el cantante se maravilla de lo mucho que han crecido los hijos de todos, que aparecieron en el video de “La marcha del golazo solitario” en 1999.
No es premeditado que carraspee o desentone al cantar, pero también afirma que el cigarro no le perjudica la voz, sólo los pulmones. A veces graba una canción con su mujer, la actriz Valeria Bertuccelli, antes de pasar a recoger a su hijo a la escuela o comparte un cigarro de mariguana con Willy Nelson en Nashville, como parte de las grabaciones de su disco solista Acto final. Ésas son las ventajas de ser un músico de talla internacional, lo que siempre quiso ser desde que era un niño que pegaba posters de bandas en su habitación.
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Último acto es un nombre muy ilustrativo, ¿tenías en mente cerrar un ciclo cuando bautizaste así al disco? Suena sugerente, pero sólo se me ocurrió. Hay una canción que se llama así. En efecto puede ser que cierre una etapa, o puede ser que mañana me atropelle un camión y éste sea mi último acto (risas).
De todas las canciones, sólo cuatro son inéditas, ¿necesitabas ya tener un greatest hits? Lo que pasó es que de ser un disco de canciones viejas, pasó a ser un disco de canciones clásicas grabadas en versiones alternativas. Así terminó siendo un disco de material nuevo. Fui a grabar con músicos de salsa en el Bronx, de country en Nashville y de música porteña en Buenos Aires.
Te conocemos como vocalista, pero también tocas guitarra, bajo y batería. ¿Esto te vuelve más quisquilloso cuando contratas músicos de sesión?
Toco muy poco de todo eso, apenas me alcanza para componer. No soy tan quisquilloso, pero siempre busco músicos que tengan algo qué decir a través de su instrumento. Por eso sólo me junto con músicos artistas. Hay músicos virtuosos que tocan increíble, pero no transmiten nada.
Cantas de una forma muy particular. Carraspeas y desafinas, pero con mucho sentimiento. ¿Es algo consciente? No es premeditado. Después de 30 años por fin tengo control sobre lo que quiero y hago. Pero es la voz que tengo, lamentablemente. A veces veo The Voice en la tele y digo, ¡no me atrevería a ir ahí! ¡Esos tipos cantan maravillosamente! Tienen un instrumento perfecto con afinación perfecta. ¿Alguna vez te han recomendado que dejes de fumar?
No, porque mi voz no me sale de la garganta sino de otra parte. El cigarro me hace daño a los pulmones.
Hablando de voces particulares, en alguna ocasión contaste que cuando grabaste con Willie Nelson en Nashville, él bajó del camión y lo primero que hizo fue prenderse un churro de mariguana.
Ya no recuerdo cuántos churros, pero está bien, Willie puede hacerlo y sonar increíble. Tiene una voz que transporta. Llegó al estudio con toda su familia, porque siempre lo acompaña a todas partes.
¿No es irónico que de comprarte un disco de alguien pases a tenerlo grabando para ti en tu propio álbum?
Es absurdo, maravilloso. En todos estos años me ha tocado coincidir con muchos de mis maestros, gente que imparte enseñanzas musicales y de vida. Me pasó con Celia Cruz, cuando grabamos “Vasos vacíos”, también con Tony Bennett. Pero en mis sueños más remotos pensé que conocería a Willie Nelson.
¿Y no has perdido a ese adolescente fan de la música que pegaba posters en las paredes de su habitación?
No, porque desde muy chico quise ser músico. Aún sigo pagando por ir a conciertos, aunque a veces me regalan los tickets. Extraño un poco comprarme más vinilos, ordenarlos en un mueble, pero sé que la música ya no se escucha como antes. En fin, si alguna persona escucha ente- ro Acto final, entenderá que existe un hilo conductor. Con una persona que lo haga me doy por satisfecha y quizá no haya ninguna (risas). Por lo menos lo hago yo.
Nashville y Kingston son dos capitales musicales, ¿cuál es la principal diferencia entre ellas?
Kingston es lo opuesto a Nashville, ¡es otro planeta! Nashville es limpia, luminosa y llena de árboles. El estudio donde grabé alguna vez fue una iglesia de la que aún se conservan los vitrales. Kingston es el tercer mundo, se parece más a México y a Argentina. Me decían: “No salgas del hotel, te van a matar en la esquina”. Pero en realidad es igual a Buenos Aires. El estudio era chiquito, sólo había una computadora, un tipo gordo que lo manejaba, pero eso, todo roto y su- cio, es lo que hace que suene tan bien.
¿Cuál fue el último concierto al que fuiste?
Vi a Neil Young. Sólo toca tres o cuatro acordes de guitarra pero queda uno contra la pared. Me hizo llorar.
¿Ya eres gran amigo de Intocable?
¡Mucho! Nos vimos en Los Ángeles. Con Ricky hubo mayor identificación, porque Intocable es una banda y estoy en una banda, así que entiendo lo que pasa en el autobús cuando vas de gira.
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Normalmente un cantante le lleva serenata a su mujer, pero tú mejor cantas con ella la canción favorita de ambos: “No te apartes de mí”.
Esa canción representa algo que nos une. Ya la había grabado con Valeria antes, en otra versión, pero nos dieron ganas de hacerla de vuelta. El estudio nos queda cerca de casa y lo hicimos antes de pasar a buscar a nuestro hijo al colegio.
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Los músicos pasan muchas horas en el estudio, ¿nunca te aburres?
No. A veces las horas pasan y cuando te das cuenta, no hiciste otra cosa que escuchar música. Al principio, con los Cadillacs en los 80, sólo nos daban los estudios por la noche porque salían más baratos. Entrábamos a las seis de la tarde y salíamos hasta el otro día. Pasábamos la noche en medio de un sueño musical muy extraño. A veces el estudio es un pretexto para juntar- te con los amigos a hacer nada.
Recuerdo el video de “La marcha del golazo solitario”. Ahí salen los hijos de Los Fabulosos Cadillacs en el estudio. Hoy Flavio ya hasta grabó un disco con su hijo.
Esos niños que dices ahora tienen 20 años y tocan en sus propias bandas. El otro día me encontré una foto de aquella grabación y pensé, ¡todos ya son hombres!
En sus primeras entrevistas, ustedes reconocían que tocaban muy mal. A su primero disco Bares y fondas, la crítica lo hizo pedazos. Pero 30 años después, resulta que el grupo hizo algo muy importante.
Significa mucho para nosotros, que la música haya tocado a tantas personas es mágico. Estoy agradecido con la vida por este tipo de comunicación. ¡Qué misteriosos son la vida y el arte!
¿Cuándo fue la última vez que diste un concierto para poca gente?
No tengo problema en hacerlo. A veces toco en lugares donde hay poca gente. Si voy con Cadillacs es otra cosa, pero yo prefiero cantar para poca gente, me gusta. En Buenos Aires hago conciertos para 200 o menos personas.
Los Cadillacs le cantaron mucho a los desaparecidos de la dictadura. Hay quienes piensan que las canciones políticas pasan de moda, pero la realidad es que en México ahora mismo hay muchos desaparecidos.
No tiene que ver con que un tema sea o no vigente, cuando la canción es buena nunca deja de funcionar. Hay que escribir des-de un lado certero. Nosotros cantamos “Desapariciones” de (Rubén) Blades, porque es bellísima y porque nos tocaba el corazón. Lamentablemente el tema de las desapariciones sigue siendo vigente.
¿Imaginaste que envejecerías con tus amigos?
No lo vi como una meta, pero nosotros siempre anhelamos estar juntos. Eso va a suceder de un modo u otro, porque hay algo que trasciende la música y al nombre del grupo, y es que somos amigos. Cuan- do estamos solos todo vuelve a ser como al principio (risas). Igual que cuando te encuentras con un compañero del colegio. El tiempo no pasa.
En tu concierto en 2014 en el Teatro Metropólitan, se te quebró la voz cuando hablabas de Cerati, que recién había muerto unos días antes. ¿Eran muy cercanos?
No era amigo de Gustavo; nos conocíamos porque éramos colegas, pero fue un personaje muy importante para la música. Cuan- do alguien así deja el mundo eso pasa, algo cambia. Me impresionó mucho cuando murió (Luis Alberto) Spinetta en Buenos Aires. Había un aire muy raro. Sabíamos que se había ido una parte de la ciudad.
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Hay parejas que han bailado canciones de Los Fabulosos Cadillacs en sus bodas y le han puesto a sus hijos Flavio o Vicentico.
¿En serio? ¡Pobrecitos niños! ¡No les hagan eso!
