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Alejandra Moffat:“no queremos hacer una animación tipo Pixar”

Por: Shaula Luminof 01 Oct 2019
Se basa, muy a su manera, en los hechos ocurridos en Colonia Dignidad, encabezada por el nazi Paul Schäfer durante la Dictadura en Chile.
Alejandra Moffat:“no queremos hacer una animación tipo Pixar”

La coguionista de La casa lobo charló sobre esta cinta animada que retrata la fusión de dos regímenes del miedo: una colonia nazi en plena dictadura chilena.

Una niña con acento extranjero huye de lo que parece un encierro donde el abuso y el horror son cotidianos. Una voz en off la llama constantemente, nunca vemos ese rostro que suena aterrador. Sin embargo, en algún punto insospechado, la niña pasa de ser victima a victimario, en las paredes de un casa que toma forma por medio de la animación de los directores Cristóbal León y Joaquín Cociña, con guión de ambos y de la dramaturga y escritora Alejandra Moffat.

La casa lobo (2018) se basa, muy a su manera, en los hechos ocurridos en Colonia Dignidad, encabezada por el nazi Paul Schäfer durante la Dictadura en Chile. Platicamos con Alejandra Moffat, coguionista chilena de la cinta, que nos cuenta sobre el proceso creativo, el papel de las mujeres en la industria fílmica y la Dictadura militar en Chile.

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Retrato por Víctor Shenielle

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¿De quién fue la idea de hacer una película partiendo de lo que había sucedido en Colonia Dignidad?

La película tuvo un proceso al revés de lo que en general se tiene, porque Joaquín (Cociña) y Cristóbal (León) llevaban mucho tiempo haciendo cortometrajes con la misma técnica. Cuando terminaron una residencia que tenían, me llamaron para empezar a trabajar el guión. Ahí se empezó a llamar La casa lobo. Sin tener tan clara la historia queríamos experimentar con el juego de roles, que es muy común en la literatura. Uno se pone en el lugar de un personaje y escribe la novela como si ese personaje la estuviera escribiendo, de a poco fuimos pensando que la historia de Colonia Dignidad se acomodaba a eso, a La casa lobo, es decir a una casa, a que fuera un encierro, a que este lobo podía ser Paul Schäfer [fundador del enclave de inmigrantes alemanes, Colonia Dignidad, un centro de detención y tortura durante el mandato de Augusto Pinochet], y eso con los años se fue tornando más en la película. Nos interesaba trabajar desde el mal, el lobo es el que está ahí, el que escribe, el que hace la película, nos interesaba meternos en esa pesadilla.

No había un guión concreto de principio a fin cuando empezaron la película. Utilizaron uno para poder obtener recursos. ¿Esto representó dificultades?

La casa lobo se escribía mientras se hacía y el trabajo del papel afectaba al taller y viceversa. Creo que eso se debe a que me gusta mucho cuando trabajo en proyectos con directores acoplarme a su proceso creativo, y no pensar que el guión puede ser escrito sólo de una forma. Entonces es un proceso mucho más largo, pero muy entretenido. Por supuesto que ahora veo la película y hay cosas que cambiaría, pero era imposible cambiarlas porque la animación es muy lenta de hacer. Sacar minutos de animación quiere decir muchos meses de trabajo. Yo creo que es acoplarse a no matar algo que como metodología podría dañar el trabajo de la película.

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Cortesía

¿Cómo haces para tener esta apertura?

Hay algo que a mí me gusta mucho del cine: que realmente sea un proceso vivo, a mí me viene bien porque trabajo en varias áreas. De hecho nunca estuve en una escuela formal de guión, sino que partí de la dramaturgia, pasé a la literatura y de ahí al cine. Fui aprendiendo sobre la marcha, escuchando entrevistas con los guionistas, creo que tengo una formación más abierta.

¿Cómo fue tu acercamiento al cine?

En un momento estudié documental e hice un corto, eso me gustó mucho. En el fondo me encantaba el trabajo en la sala de edición, esos dos años que estudié, en realidad me la pasé en la sala de edición tomando material, yo era la editora del grupo y sentía que ahí aprendía mucho de estructuras y que era un trabajo muy similar a lo que yo hacía en la literatura, entonces ese trabajo me apasionó y creo que aprendí mucho. Después hubo gente que se me acercó para preguntarme si podía asesorar sus guiones, cada vez me empezó a interesar más hasta que fui tomando un lugar en la escritura de guiones.

Comentas algo muy interesante sobre la correspondencia de la edición y la literatura, ¿cómo lo relacionas?

Cuando uno trabaja en un documental, es darle un orden o un sentido a algo que es absolutamente caótico. En la ficción es similar porque es también desordenar un poco las cosas. Cuando estás escribiendo una novela entras en un caos, porque hay muchas posibilidades, el personaje puede hacer miles de cosas y uno de a poquitito, mientras va construyendo, va entendiendo cuáles son los límites, cuáles son las estructuras. Esa es la forma como yo trabajo, por ejemplo, se me ocurren los títulos antes de escribir las cosas o pienso en una imagen y de ahí la voy construyendo.

¿Cómo logras que esta imagen se transforme en posibilidades narrativas?

La voy abriendo, hay veces que trabajo con mapas conceptuales, hay otras que trabajo con imágenes, en general voy llenando una pared, un cuaderno de imágenes y después les voy dando estructura.

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Cortesía

¿Qué posibilidades te brinda la animación que no te ofrecen otras técnicas?

Es una gran posibilidad, y también es un gran hoyo negro. Si tú lo piensas el tiempo en la animación se vive muy distinto, incluso la progresión de la animación es muy distinta a una película de ficción o a otro tipo de formatos de película. La lógica interna es diferente y tiene mucho que ver con la materialidad, con los colores. Y todo el tiempo creo que la animación está jugando con la transformación de las cosas, o quizás eso es lo que a mí me apasiona de la animación, más allá de hacer un cine completamente narrativo creo que la animación te da la opción de vivir el tiempo en las acciones de los personajes y en las locaciones de una forma muy lúdica. La animación entra en un código de tiempo, en un código de transformación único que es sólo para esa construcción.

¿Cómo influye en tu trabajo haber crecido durante la Dictadura en Chile?

Yo creo que de niña fantaseaba con muchas cosas y eso abrió una veta muy fuerte. No estoy diciendo que hay que vivir dictaduras (risas), solamente estoy diciendo que en mi caso había muchas cosas que yo no me podía explicar que pasaran. Yo inventaba historias y creo que la escritura fue una manera de poder expresar e imaginar cosas que de pequeña me eran imposibles de entender.

¿Cómo se transforma el arte bajo estas circunstancias políticas y sociales?

Mucha gente debió tener una vida en la clandestinidad porque no era permitido hablar en contra de un régimen, entonces tienes que encontrar formas de hablar de eso y de manifestarte. Lo veo muy similar a lo que ahora está pasando con el movimiento feminista, es decir, cambia cómo piensas a tus personajes en un guión. Me pasó, por ejemplo, que dando taller me di cuenta que el 80 % de las referencias que daba eran referencias de películas dirigidas por hombres, y tomé conciencia porque me parece que todos somos responsables de darle más espacios a la mujer. Entonces es todo, es tu vida cotidiana, durante la dictadura todo se definía por quién era de izquierda o de derecha. Uno está lleno de narrativas, si uno se fija en el cine chileno tiene mucha carga de esa época porque fueron 17 años muy fuertes para nosotros, claramente la generación que viene abajo de nosotros ya está cambiando.

¿Qué tipo de animación desearon realizar en este trabajo, considerando su procedencia latinoamericana?

Es muy necesario que las escuelas revisen qué material están pasando, incluso también fomentar más lo latinoamericano, lo centroamericano, que tengamos más referencias, que conozcamos más lo que se está haciendo en la región, que nos independicemos un poco, porque aún hay una visión de ser  como Estados Unidos y Europa. Una de las cosas que pensábamos en La casa lobo era decir: nosotros no queremos hacer una animación tipo Pixar. No es que estemos aprendiendo para llegar a hacer ese tipo de animación. Nos gusta este otro tipo de animación que sentimos más cerca, de lo sucio, de lo material, pero también de nuestro orígenes: no ocultar el proceso, no intentar ser perfecto y no por eso no hacer un trabajo serio, sino no pretender que somos otros.

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