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Sophia Loren y las mujeres en Playboy

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
En casa de los Taibo se leía Playboy. Y hoy, en nuestro 12 aniversario, uno de ellos escribe en nuestras páginas. Nos […]
Sophia Loren y las mujeres en Playboy

En casa de los Taibo se leía Playboy. Y hoy, en nuestro 12 aniversario, uno de ellos escribe en nuestras páginas. Nos cuenta sobre Sophia Loren y las mujeres en Playboy, el gusto que le provoca encontrarse entre mujeres desnudas.

Por Benito Taibo (@benistofeles)

En exactamente cuatro minutos (tal vez menos) me enamoré perdidamente de Sophia Loren.

Tenía yo doce años y cayó en mis manos una revista francesa de cine donde se le veía, a todo color y de cuerpo entero, enfundada en un negligé negro, con medias y liguero.

Y me robé la revista del despacho de mi padre para poder ponerla lo más cerca de mí. Esto es, debajo de mi cama, lejos de la vista de todos.

Cada vez que estaba inquieto, por cualquier motivo, Sophia venía despampanante a mirarme con esos enormes ojazos (que habrá que confesar que eran lo que menos notaba en relación con el resto de su espléndida anatomía) y a llenarme el corazón y la cabeza.

Así mis noches se poblaron con la fantasía de su imposible presencia y mi urgencia sexual subió a once en la escala del uno al diez.

Mi padre buscaba como loco la revista de marras, porque iba a escribir un artículo importante y en ella había información necesaria. Dos días revolvió su despacho, ayudado por sus hijos.

Y yo me hacía todo lo pendejo que podía (mientras él aventaba papeles por todos lados), porque en ese mismo instante hubiera preferido la muerte antes que desprenderme de la imagen de Sophia Loren.

Tal vez fue ella mi primer amor, o por lo menos el primero que tuviera que ver con la carne y el deseo y las cosquillas que se forman en el bajo vientre y que te suben hasta las sienes en un delirio mágico.

Una de las muchachas que trabajaban en casa descubrió la revista (que según yo, estaba perfectamente escondida) y se la llevó al Jefe, que respiró aliviado y se puso inmediatamente a trabajar, sin hacer más averiguaciones al respecto.

No me delató, y ha llegado el momento (42 años después) de agradecérselo públicamente: ¡Gracias, Conchita! Estés donde estés, quiero decirte que eres la neta del planeta.

Papá, después de terminar de escribir, dejó la revista sobre su escritorio, al descuido. Y yo, todas las tardes, pasaba a saludar a Sophia Loren, que me acompañaba al baño del despacho y me abrazaba  mientras ese muchachito que fui, daba rienda suelta a sus impulsos (y a su buen gusto, habrá que decir).

Un par de años después vi Amarcord, la espectacular película de Federico Fellini, y también vi, con ojos llenos de asombro y de agradecimiento, los desbordados senos de la tabacalera interpretada por Maria Antonietta Beluzzi sobre el mostrador de su negocio.

Y no me enamoré, confieso, pero  la busqué como loco en todas las revistas que iban apareciendo en casa, sin resultados. Porque esa imagen me había quitado el sueño.

Así que me conformaba con imaginarla, una y otra vez.

Habrá que decir que en mi casa no había ni un solo mojigato cerca, y que la desnudez era mirada con una naturalidad maravillosa. Ningún miembro de la familia se escandalizaba con revistas donde aparecieran mujeres desnudas, y yo iba, cada vez que podía, a revisar exhaustivamente la colección de Playboy que tenía mi tío Horacio, y que estaban puestas, en estricto orden cronológico, en la parte de abajo de su librero.

Yo llegaba hasta su casa, y le decía a mi tía Pinky que iba a buscar La Ilíada o El Aleph para alguna tarea escolar, y me dejaba solo en esa biblioteca llena de piernas, pechos y labios sensuales.

No creo que deba ser mucho más explícito. Imaginen lo que quieran.

Aunque también, al principio por cubrir las apariencias, y luego por placer, leí mucho. Y mi vida de adolescente se iba combinando perfectamente entre las espectaculares mujeres que mostraban sus encantos, y las no menos espectaculares letras que iban abonando en mi educación sentimental.

Todo esto viene a cuento, porque hace unos días me preguntaron el porqué escribía en la revista Playboy México.

Y la primera respuesta es muy sencilla: porque estoy muy a gusto entre mujeres desnudas.

Y la segunda, porque es un pretexto perfecto, para que mis amigos (y algunas amigas) la puedan llevar a casa y tener todas las fantasías que se les antojen (que al fin y al cabo, no hacen daño a nadie) mientras hacen creer que están leyendo lo que escribo.

Sophia Loren y las mujeres en Playboy | Benito Taibo

No te pierdas la columna de Benito Taibo “Cotidiano extraordinario” cada mes en Playboy México.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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