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Redes Ocultas: La verdad os librará de la dictadura

Por: Iván Montejo 16 May 2019
Parece que Donald Trump inventó las “verdades alternativas”; pero en realidad la muerte de la verdad tiene orígenes más remotos
Redes Ocultas: La verdad os librará de la dictadura

 

En las primeras horas de su mandato, Donald Trump aseguró que su inauguración tuvo el mayor público en la historia de Estados Unidos. Los números y las tomas del evento demostraban que el presidente mentía: el New York Times estimó que habían atendido alrededor de 160 mil personas (el récord lo tiene la inauguración de Obama en el 2008 con 1.8 millones de asistentes). Esto no le importó a  Kellyanne Conway, consejera del presidente, quien al ser confrontada con los datos duros simplemente dijo que ella manejaba “verdades alternativas”.

Algunos dicen “verdades alternativas”, otros simplemente se limitan a gritar fake news cada vez que se encuentran con una noticia negativa y unos cuantos dicen “tengo otros datos”. En los últimos años la política se ha plagado de estas aseveraciones, las cuales crean una realidad alterna donde la verdad obedece a quien la nombra y no tiene que ver con los hechos.

La mano digital

Buena parte de esta destrucción de la verdad tiene que ver con el mundo digital al que nos enfrentamos. En nuestras manos tenemos dispositivos con filtros automáticos que mejoran nuestra “belleza”, redes que únicamente muestran lo perfecto de nuestra vida y sitios que propagan noticias falsas.

La realidad alterna digital es lo suficientemente peligrosa  por sí sola; no obstante, con el paso del tiempo ha tenido la capacidad de salir de nuestras pantallas e invadir nuestro mundo. Prueba de ello es Myanmar, país asiático donde se han creado numerosos grupos de Facebook para noticias falsas de terribles actos cometidos por la minoría musulmana llamada rohinyá.

La campaña se trata de una radicalización budista digital, pero se llevó a las calles en agosto de 2017, cuando comenzó un genocidio que a la fecha ha cobrado la vida de miles de rohinyá y ha obligado a más de 700 mil personas a salir del país.

Este genocidio podría ser el único riesgo de la verdad alterna que pulula en Internet, pero ante nosotros tenemos un dilema que, de no resolverse, podría terminar en el resurgimiento del fascismo y las dictaduras.

La muerte de la verdad

Terry Eagleton, crítico literario inglés, en 2003 escribió Después de la teoría, un texto que nos advirtió de los peligros del posmodernismo. A diferencia de lo que se podría creer, no todo este movimiento nació con Trump, sino que inició con el triunfo de la democracia.

El fascismo y el nazismo para muchos académicos significaron el mayor peligro de la verdad absoluta. Los grandes líderes alemanes convirtieron prejuicios y ciencia falsa en una política de estado que todos debían creer, una realidad donde no podían existir voces disidentes y si las había podían ser calladas con gas.

Estos terrores hicieron que se asesinara a la verdad absoluta en favor de una pluralidad de voces. Un principio básico para las sociedades democráticas, pero con grandes peligros que podrían dar pie a las peores verdades si se llevaba al extremo.

Eagleton argumenta que las verdades absolutas sí existen, en su mayoría son aburridas y conciernen temas con poco interés. Como el hecho que un pescado esté echado a perder, no importa la forma en que se vea o si alguien cree que está en óptimas condiciones, está en estado de putrefacción y nadie puede cambiar eso.

Al igual que este burdo ejemplo, existen una gran cantidad de posturas equivocadas o que no siguen la verdad. El problema de rechazar las verdades absolutas surge cuando estamos ante posturas fascistas, racistas o neonazis. Si toda persona tiene derecho su verdad, ¿cómo se pueden refutar estas visiones que incitan a la violencia y totalitarismo?

La gran tragedia de nuestra era es que el texto de Eagleton terminó en el olvido. La lucha por la pluralidad de voces permitió que las “verdades alternativas” secuestraran la realidad y la modificaran. Dejó de importar que alguien más refutara una afirmación, ¿acaso importa si se dice la verdad cuando la mayoría de las personas cree una mentira?

Al final del día, la verdad está en agonía, defendida por unas pocas personas que todavía creen en ella y estrangulada por mundos digitales que buscan retocar una imagen y sustentar su ideología en “verdades alternativas”.

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