Vimos “Infiltrado en el KKKlan” y pasamos de la risa al horror
Varias voces vieron el triunfo electoral de Barack Obama en 2008 como el fin del racismo en Estados Unidos: las leyes Jim Crow y el esclavismo eran parte del pasado, el avance se había expresado en las urnas y la unión marcaría el futuro.
Infiltrado en el KKKlan de Spike Lee es una aproximación a ese pasado que se creía superado. Basada en las memorias de un policía negro de Colorado Springs, muestra la forma en que un detective afroamericano logró infiltrarse en el Ku Klux Klan, la organización de derecha y racista por excelencia.
Ambientada en 1970, se trata de una comedia que retrata a la perfección el conflicto racial que marcó a la época: la negativa ante el cambio, el poder negro, el terrible pasado racista de Estados Unidos y la violencia policial hacia las minorías.
A pesar de la gravedad de los temas tratados, el humor funciona a la perfección gracias a la mancuerna de John David Washington (Ballers) y Adam Driver (The Force Awakens y The Last Jedi), que interpretan respectivamente a Ron Stallworth y al detective Flip Zimmerman, además de la excelsa ridiculización de David Duke, actual líder del Ku Klux Klan, llevada a cabo por Topher Grace (Interstellar).
Realidad que supera al humor
Los comentarios del “fin del racismo” que abundaron en el triunfo de Obama son ridiculizados con las tenciones raciales mostradas en la cinta: abuso policial, racismo expresado en un nacionalismo radical y el surgimiento del Ku Klux Klan como un grupo político de poder. Puntos que únicamente serían parte del contexto de la cinta si no se toma en cuenta su vigencia.
En un mundo donde el presidente de Estados Unidos no se atreve a condenar crímenes de odio y manifestaciones neonazis, Infiltrado en el KKKlan llega a ser una historia de terror que nos alerta de la aceptación del racismo que tanto se había combatido.
Puede que los temas parezcan ajenos, pero las recientes expresiones de racismo y nacionalismo de derecha ante la migración, demuestran que tenemos más puntos en común con el KKK de lo que nos gustaría aceptar.
