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El Rayalibros: Cantos a la bilis negra

Por: Adán Medellín 24 Oct 2019
Entre grandes charlas sobre el noir mexicano y aglomeraciones lectoras, la recién terminada FIL del Zócalo también me dejó un […]
El Rayalibros: Cantos a la bilis negra

Entre grandes charlas sobre el noir mexicano y aglomeraciones lectoras, la recién terminada FIL del Zócalo también me dejó un par de obsequios del stand de la editorial mexicana Librosampleados. Publicados en nuestro país en 2016, la primera palabra que viene con la lectura de Cuentos negreros del escritor brasileño Marcelino Freire (Sertânia, 1967) es vértigo. O velocidad. Prisa, pero no por tratarse de una historia descuidada, sino porque los personajes se admiran, exclaman, gritan para explotar, desaparecer o interrumpirse en un instante.

“Mis personajes gritan, hacen escándalo, hablan alto, tienen urgencia de hablar; el cuento es el género adecuado para esos gritos. Yo soy sertanejo y donde nací hay un tipo de rezo muy rápido que hacen las mujeres: ellas toman los tercios del rosario y hacen letanías. Mis textos son rosarios, letanías, cantos, dolores, lamentaciones, y los voy descubriendo a
medida que los escribo; yo voy rezando y voy sabiendo para quién es esta reza, y qué es lo que esta reza está pidiendo”, declaró el también dramaturgo y novelista en una entrevista para la revista colombiana Libros&Letras.

Los Cuentos negreros (Premio Jabuti 2005 al Mejor Libro de Cuentos del año en Brasil) son relatos concentrados sobre la vida de los negros brasileños, existencias atravesadas por la violencia, el robo, la prostitución, la frustración ocasionada por la desigualdad social o los enfrentamientos con la policía. Seres de la periferia, no sólo urbana, sino social, habitantes olvidados por el discurso de abundancia de un país que alimenta las fantasías paradisíacas de todo un continente.

Pero estos cuentos también poseen una melodía oral que puede adivinarse en su traducción al español. Es la velocidad chispeante de la calle, del argot; todo un reto para trasladarse de un idioma a otro. “Marcelino conoce palabras que dicen, que no se escriben”, dice Élmer Mendoza en su atinado prólogo al libro. No es gratuito que la estructura de Cuentos negreros se divida en dieciséis cantos-cuentos breves que nos meten en la piel de desafortunados asaltantes de autos, de turistas europeos fascinados por la posibilidad de comprar el amor de las brasileñas empobrecidas, de desamores
homosexuales, de niñas marginadas que sueñan con ser rubias y famosas como Xuxa, de depredadores sexuales infantiles.
Crudos, directos, repetitivos como una letanía oscura, estos Cuentos negreros se sostienen en su pluma puntual que nos entrega joyas como “Corazón”, “Poliladrón”, “Educación superior” y “Yamami”. Su estética vibra en el rodeo de una pregunta: ¿Ser negro, ser pobre, ser desgraciado en Brasil es una misma cosa?

Aquí no está el Brasil de los anuncios de turismo, el del Carnaval, las playas de Copacabana, la samba alegre y el resplandor del sol sobre los cuerpos perfectos de gimnasio. Es, ante todo, el Brasil armado, sucio, peleonero, que suda sexo, anhelos y
esperanzas rotas. Y es que como reza una de las líneas de “Olvídate”, mi favorito de este volumen: “Violencia es su espanto porque somos negros”.

Bibliografía: Marcelino Freire, Cuentos negreros, México: Librosampleados, 2016, 73 pp.

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