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Los testimonios de trabajadoras sexuales mexicanas escritos por ellas

Por: Iván Montejo 20 Feb 2019
Se ha contado su historia en una innumerable cantidad de veces, pero en pocas ocasiones las trabajadoras sexuales han contado su historia. Hasta ahora.
Los testimonios de trabajadoras sexuales mexicanas escritos por ellas

Libertad, una trabajadora sexual, describe a su pueblo de la siguiente manera: “En mi pueblo los niños sueñan que de grandes van a ser padrotes. Juegan a que tienen viejas y les dicen a otras niñas: ‘pónganse a trabajar’”.

Si su historia fuera dirigida por uno de los tentáculos de Disney, ella lo cambiaría todo y acabaría con la trata de su pueblo con un exitoso comercio local; en cambio, si fuera hecha por Xavier Dolan sería una oscura y perturbadora  historia que terminaría en la inminente muerte de la protagonista.

Desde el teclado buscamos pintar la historia de las trabajadoras sexuales, muchos sólo se aproximan a ellas para explotar su imagen; mientras que muchas voces críticas se dedican a descalificar la labor, negándola al argumentar que debería ser prohibida y que todos los casos son trata.

 

Trabajadoras y escritoras

Unas las explotan y otras las niegan, son protagonistas en el plano de las ideas; pero en la calle sus voces son ignoradas. Este sentimiento dio origen al taller “Aquiles Baeza”, un grupo que entre risas y sufrimientos se puso como meta narrar las verdaderas historias de las trabajadoras sexuales.

El libro Putas, activistas y periodistas  (que es gratuito y se encuentra en línea) surgió de ese esfuerzo. El grupo se reunía con la ayuda de Desinformémonos y la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”; a través de clases de periodismo que se convertían en salas de denuncia y confesionarios, repararan a siete trabajadores sexuales para que contaran la historia de su vida diaria.

El objetivo detrás del proyecto era claro: “Queremos decir nuestra verdad. Queremos ser tratadas con respeto. Queremos que nos escuchen. Queremos que no nos discriminen. Queremos que se hable de nuestros derechos”. Por eso decidieron convertirse en periodistas, para dejar de ser negadas o explotadas.

Las sesiones no eran sencillas, varias ocasiones terminaron en discusiones o incluso peleas, no es fácil trabajar por ocho años en casos tan fuertes. Todo tenía un objetivo claro: mostrar la forma en que opera la prostitución.

 

La voz de Libertad

Beatriz, Soledad, Mérida, Sandra y Krizna fueron las sexoservidoras que se quedaron en el proyecto; quienes se dedicaron a recabar el testimonio de 16 compañeras de trabajo, entre las que se encuentra Libertad.

Trabajadora que ha tenido cientos de clientes, quienes a pesar de la “intimidad” jamás han estado tan cerca de ella como el lector que lee su historia, ¿quién de ellos sabría que su sueño de niña era ser actriz?

Obligada a ejercer a los 19 años por su padre, quien le dio los “contactos”, o en este caso los consejos para que fuera con las trabajadoras mayores de edad para que la guiaran. En teoría era para mantener a sus hijos, pero su padre le exigía una cuota semanal, mil 700 pesos.

Sola intenta trabajar, pero al poco tiempo una mujer la amenazó y le cobró 200 pesos diarios. Un día se hartó del trato y se rehusó a pagar, su abusadora la golpeó; pero extrañamente unos policías la ayudaron y la protegieron. No todos son malos.

A pesar de sus circunstancias se siente afortunada y las historias de terror a su alrededor confirman su surreal afirmación. Como en la ocasión en que conoció a una chica forzada a ejercer,  quien desesperada por cubrir la cuenta aceptó tener relaciones sin condón; ella eventualmente se enfermó y la asesinaron, el padrote la enterró sin decirle a nadie. Una desaparecida más.

Los ángeles de la calle

El proyecto hubiera sido imposible sin la ayuda de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” A.C., que durante 20 años han recorrido los lugares más oscuros de la ciudad para rescatar a trabajadoras.

Todo inició en los teclados, en una sociología de la prostitución, impartido por Francisco A. Gomezjara en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se trataba  de un proyecto escolar, pero se convirtió en una lucha llena de violaciones, asesinatos, secuestros y extorsiones. No es extraño que Jaime Montejo y las hermanas Elvira y Rosa Icela Madrid son los pocos que se quedaron desde el proyecto inicial.

El nombre de la brigada es el símbolo que engloba la intención del grupo: Elisa Martínez fue la primera trabajadora que conocieron y que murió a causa del VIH. Discriminada por ser trabajadora sexual. En una parte del libro Elvira afirma que  “desde un escritorio quieren salvarlas”, ellos salieron dejaron el teclado para enfrentar la realidad, para intentar realizar un cambio y en caso de llegar tarde, hacer que no se olviden los nombres de aquellas que murieron en el olvido, o negación, de la sociedad.

 

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