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LIBROS AL DESNUDO: LEER PARA NO CAER EN EL ABISMO

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
Por Jaime Garba @jaimegarba No me ha tocado ver jamás a alguien que cierre un libro con indiferencia para seguir […]
LIBROS AL DESNUDO: LEER PARA NO CAER EN EL ABISMO

Por Jaime Garba

@jaimegarba

No me ha tocado ver jamás a alguien que cierre un libro con indiferencia para seguir con su cotidianidad. Puede ser un suspiro, un cerrar de ojos, unos dedos frotando la barbilla, muchas señales evidentes, pero sin miedo a equivocarme asevero que cuando se llega a la última página, en la mente hay una especie de detonación creativa, un big bang neuronal que modifica sustancialmente la percepción que el lector tiene de las cosas.

Y para que suceda lo anterior no debió haber leído a Hesse, Sócrates, a Nietzche, Kafka, Hemingway o James Joyce; pudo haber culminado una novela negra, un thriller, una noveleta, un libro de poemas de algún autor contemporáneo, un cuento o inclusive alguna publicación best seller o de superación personal. El tema, el estilo, la arquitectura literaria no importan, lo que importa es la sustancia, pues la palabra consumida se vuelve abstracta. Es por ello que un libro de superación personal puede causar animadversión en cierto público por la manera tan falsa y mercadológica de vender el Ser, pero ese sentimiento transformado por quien lee es el beneficio de tal libro: la posibilidad de sobreponer un pensamiento más profundo, de no dejarse engañar. Pero si por el contrario un libro así convence y motiva, ¿qué tiene eso de malo? Cuando se lee una gran novela el efecto es más directo, el autor seduce con gracia y el lector se deja llevar, se enamora de frases, de fragmentos, de la historia, tanto así que muchos estamos construidos de libros que no sólo decimos nos gustan sino que pasan a formar de nuestra identidad, que hemos extrapolado para sentirla tan nuestra como de quien la escribió.

Leer es un acto de consumo espiritual e intelectual, leer nos permite abrir ventanas al mundo para comparar perspectivas, para forjar ideas y para plantear preguntas, pues éstas son mil veces más interesantes que las respuestas, tan frágiles y grises en ocasiones. Quien entiende esta parte del acto de leer no sólo pasará un buen rato, sino que se da la posibilidad de ponerse un paracaídas para el salto al abismo, contra esos males tan terribles que aquejan a todos los hombres, aquello a lo que nadie está exento. Sin la lectura la caída será veloz y el choque tremendo.

Cuando voy por la calle y veo a gente en su cotidianidad me pregunto cómo serían esos lapsos de tiempo en los que pudieran leer, mas están en el celular, un objeto en apariencia de posibilidades infinitas pero que la verdad se agota en instantes, ya que no hay mente que soporte ver Facebook, YouTube, Twitter, páginas webs, memes, etcétera, sin que termine hastiado o con un buen dolor de cabeza tras algunas horas. ¿Cómo sería en su lugar leer una buena historia? ¿Detenerla apenas para volver a trabajar y volver a ella instantes después? Yo, y sé muchos, nos atrevemos a decir que sensacional.

Quienes hemos leído durante años somos sobrevivientes del tedio, de la mediocridad, de la dura realidad que nos rodea, la lectura ha sido la heroína que nos ha levantado a centímetros del concreto, de ese abismo oscuro al que en ocasiones siento todos estamos destinados a caer. Hace unas semanas impartía un taller de lectura creativa a un pequeño grupo de apasionados lectores que curiosamente tenían perfiles profesionales más técnicos que humanísticos; durante esos tres días que me representaron una labor titánica por dejar mi trabajo diario para trasladarme a otra ciudad y que significó cúmulos de pendientes, conversé de manera extraordinaria con ellos, me bañé el espíritu entre voces que hablaban de la lectura como una droga, como un escape, como una manera de sobrellevar la vida; de sentir gozo. Cada palabra y expresión; la manera en que reflexionamos sobre los procesos de lectura, hizo de aquella aula una cabina hermética contra lo complejo y absurdo: el triunfo de Trump, la violencia de nuestro país, la corrupción política, entre tantos otros demonios, pero el hermetismo no representó olvidarnos o alejarnos de ello, sino concentrarnos en cómo la literatura nos inspira y nos permite no caer, sino salir a mirar de frente a cualquier problema.

Termino de la manera más utópica: confiando en que algún día la literatura salvará al mundo. Ojalá me equivoque y sea que ya la está sa

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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