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Zel Cabrera: “Está bien ladrar, hablar fuerte”

Por: Adán Medellín 03 Ene 2020
Fotografías cortesía de la autora / Nicté Toxqui La poeta Zel Cabrera (Iguala, Guerrero, 1988) acaba de publicar su cuarto […]
Zel Cabrera: “Está bien ladrar, hablar fuerte”

Fotografías cortesía de la autora / Nicté Toxqui

La poeta Zel Cabrera (Iguala, Guerrero, 1988) acaba de publicar su cuarto poemario Perras (FCE-Tierra Adentro), un libro que se hermana con su poesía anterior desde una sororidad salvaje, develando una feminidad más feroz, fluida y furiosa. Desde la herida abierta, el rencor y la imagen canina, Cabrera busca resignificar un término que ha sido usado como un insulto para entregar una poesía descarnada y directa que azota al lector mientras nombra a mujeres comunes en su tránsito cotidiano por el desamor, la infidelidad, el placer o el reconocimiento de su propio cuerpo.

“Me enamoré de las palabras simples”, dices en “Declaración de principios”. ¿Tu propia trayectoria poética en Perras, tu cuarto libro, ha ido de la mayor complejidad expresiva y la pausa hacia la honestidad y la palabra descarnada?

Sí. Creo que llegar a lo simple, a lo común es una de mis principales ambiciones como autora. A lo largo de la tradición de la poesía mexicana contemporánea es muy frecuente encontrar autores inaccesibles, con un lenguaje rebuscado que la mayor parte del tiempo no trasmite nada, aunque parece “estar diciendo algo” sólo por usar figuras y recursos crípticos que dejan al lector atónito y la mayor parte del tiempo, lejos, al margen. Creo que la poesía nueva debe de apostar por trasmitir, por decir algo de alguien, incomodar -si es preciso- al lector, pero incluirlo. La literatura la poesía no debería, creo yo, estar al servicio de poses o vanidades personales. Deberíamos asumir la responsabilidad como escritores de tener algo para decir, siempre. Y parte de tener algo para decir, es aprender a ser honestos, descarnados, incómodos. Simples, pero no ingenuos.

Tus letras explotaron desde 2018 con la publicación de los libros Una jacaranda en medio del patio, Cosas comunes y La arista que no se toca. ¿Cómo se relaciona Perras con el resto de tu obra? ¿Es una especie de hermana salvaje de tu poesía anterior?

Perras es un libro que es muchas cosas. Una válvula de escape, una respuesta, una herida abierta, un álbum de fotos viejas, de dolores pero sobre todo una reflexión personal sobre el amor, sobre ser mujer y sobre lo que duele reconocer las heridas y el odio. Sin duda es la hermana salvaje de los otros libros, la hermana que muerde, que ya no tiene miedo en morder para exigir lo suyo o para reconocer los puntos sobre la herida abierta. Son poemas que no piden permiso y sin embargo, también saben quedarse echados y ser fieles, como un perro. Esa es la ambivalencia de estos poemas y me gusta que así sea.

Enamoradas, decepcionadas, rencorosas, bravas, valientes, directas. ¿Quiénes son las perras en este libro? ¿Por qué apropiarse y poetizar desde esa palabra nuclear?

Las perras de las que habla este libro son mujeres comunes, reales, vivas o muertas, pisando la tierra que les fue dada, sin heroicas hazañas de vida más que la osadía misma de pisarla y confirmarse todos los días con un dolor en silencio. Retomo este silencio para hacerlo ruido y abrir heridas viejas. Tuve toda la intención de tomar la palabra “perra”, normalmente usada como un insulto y darle otro valor, usarla como un halago. Resignificarla con la carga positiva de las perras, las cosas que desde cachorras entienden y nosotras, como seres humanos, demoramos más en concebir. Una perra y me consta, porque he visto crecer a un par de cachorros hembras en un perímetro de cachorros machos, se defiende desde muy pequeña, ladra para hacer retroceder la amenaza, marca su territorio y muerde si es preciso si se siente amenazada. Es un gran referente de autocuidado del que deberíamos tomar nota, sin duda.

Perras habla de palabras y escenas que la gente prefiere no mirar. Algunas tienen que ver con el cuerpo y sus ciclos, otras con el dolor o el desamor. ¿Los poetas no evaden ni temen a ciertas palabras aunque las palabras sean su materia de trabajo?

Los poetas, los escritores, no deberían temer a las palabras pero en el deber ser y el hacer, esto se pierde y es común tener un montón de poemas escritos desde la hipocresía y la falsedad, o peor aún, desde la moda. Definitivamente las palabras son la materia prima para un escritor, sin embargo, a veces -con más frecuencia de lo que me gustaría admitir- hay quienes confunden el oficio con una suerte de mecanismo para tener “fama” o “éxito” e incurren en escribir desde falsas militancias -según sea el tiempo-, falsas intelectualidades, falsas estéticas, etcétera. Desgraciadamente, en la poesía es recurrente confundir la ocurrencia con el arte en nuestros tiempos, y es algo en el que se debe poner mucho cuidado.

La exploración del cuerpo femenino, por ejemplo en la masturbación o la observación de la regla, es otro de los temas de Perras. ¿A la poesía mexicana le falta mirar sus fluidos?

No podría afirmarlo, ni negarlo. Creo que todo lo referente al cuerpo femenino, al real, quiero decir, siempre ha tenido un velo de romantización. La mujer en la literatura -la mayor parte del tiempo- ha estado simbolizada a través de las diosas, las musas, de la belleza, limpia y virginal, casta y pura, inmaculadas, pero casi nunca reales, con lo que implica ser real. Eso por un lado, por el otro, cualquier cosa que salga de esta norma es retratada desde la marginalidad: o eres una santa, o eres una puta, las dos no. Este velo sin duda se tiene que caer, tenemos que ver todos los matices, aunque duela y sea difícil. Mirar es necesario. Nombrar es necesario.  Creo que la realidad es algo que siempre va a poner incómodo. Señalar a las cosas por lo que son, siempre es un acto de valentía.

“Pudiste ser cualquiera y lo fuiste”. Una de las cosas más interesantes en Perras es la sensación de que es un libro dedicado, que siempre se dirige al lector, al que a veces le habla a gritos. ¿Eres capaz de leer estos poemas en voz baja?

Fui capaz de leer y releer estos poemas en voz baja muchas veces durante el proceso de escritura, de corrección, de edición. Pensé muchas noches en ellos, a solas, en silencio. También en el ruido de la rabia, de la fiesta, los releía para encontrarme, para terminar de coser lo que les hiciera falta o cortar lo que les sobrara, ahora creo que es momento de hacer todo menos leerlos en voz baja, están listos para salir y hablar muy fuerte, no solamente por mí, sino por aquellas que necesiten una “Carta para una oficinista” o que no sepan que “una pira funeraria para la rabia que hierve” es también curarse. Está bien ladrar, hablar fuerte, saber a dónde se dirige nuestro coraje o dónde nace nuestro dolor. Reconocer esto es el primer paso para curarlo y es también uno de los objetivos de este libro.

“Heredamos la consigna de hacernos esposas de cobardes e infieles”. Perras conecta y se alimenta de un feroz universo femenino. ¿Qué esperas del encuentro de este libro con tus lectores masculinos?

No espero mucho y al mismo tiempo, esperaría atención y silencio, respeto ante las dolientes de este libro, las enojadas, las decepcionadas, las perras cansadas de quedarse calladas. Espero que Perras encuentre lectores dispuestos a aprender de los errores ajenos y propios, dispuestos a entender que ya no se puede seguir preservando este sistema heteropatriarcal y machista. Lectores comprometidos o, por lo menos, que no se vuelvan estorbos.

 

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Bibliografía: Zel Cabrera, Perras, México, FCE-Tierra Adentro, 2019.

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