#LibrosAlDesnudo: ¿Debe molestarnos que Yordi Rosado venda más libros que muchos escritores?
Por Jaime Garba (@jaimegarba)
Hace unos días leía en un diario de circulación nacional una nota titulada “Escriben páginas de dinero”, que hablaba sobre lo redituable que están siendo los libros de personajes de la farándula como Yordi Rosado, Consuelo Duval, Ricky Martín, entre otros de la misma línea, que durante mucho tiempo no cruzaron la frontera del espectáculo, donde sus incursiones parecían ser suficientes para llegar a ser los ídolos de muchos. Impensable para los antípodas, o sea, los intelectuales, que llegasen a meterse en el terreno de la sapiencia. Pero así fue…
Lo anterior no es una novedad, porque los libros de autoayuda cuentan con una larga existencia, género que se vio aislado por los gobernantes de la República de las Letras, negando aceptar estos trabajos como “libros” o “literatura”, relegándolos al más oscuro rincón, lejos de los lectómanos, pero sin arrebatarles la fama y gloria que los mismo escritores serios muchas veces no lograban tener. Pero… lo que muchos consideran como epidemia, se salió de control. Primero fue Paulo Coelho y Carlos Cuauhtémoc Sánchez los que manchaban el nombre de la literatura y quienes por más que quisieron no pudieron ingresar al reconocimiento intelectual, cuyo gremio hizo cuanto esfuerzo pudo para decir a la humanidad que leer eso era como no leer nada, aunque ambos se han forrado de dinero con sus productos, vendiendo millones de ellos en decenas de ediciones. Pero el presente es atroz para los lectores, pues con miedo se dan cuenta al entrar a una librería que entre las novedades y los más vendidos están aquellos de cantantes, actrices, modelos, conductores de televisión y muchos más personajes que se han dado cuenta de que su imagen vende, y que lo hipster y snob está de moda, y qué mejor símbolo de la sapiencia que un libro.
Pero la pregunta es obvia, ¿por qué si la producción editorial “seria” tiene su prestigio, va en aparente crecimiento y se encuentra ajena de la “no literatura”, altera tanto a la elite lectora que existan este tipo de libros? Las respuestas podrían ser demasiadas, pero a mi parecer la principal es el reconocer que hay celos. Así es, celos, ese sentimiento que envenena el alma extrapolado al ámbito intelectual que hace patalear a cientos de lectores empedernidos que se asquean tan sólo de pensar que Yordi Rosado se embolsó casi tres millones de pesos en menos de seis meses por las ventas de su último libro. Pero la historia de los celos lectómanos es larga, se remonta a la época donde los estudiantes de filología, los intelectuales (incluso los orgánicos) y los críticos han ido creando sus sectas secretas donde validan lo que hay que leer.
Bien dice sabiamente Vicente Fernández en una de sus canciones: “estos celos me hacen daño, me enloquecen”, esos celos vuelven locos y perturban a quienes encuentran en el libro su propia identidad de una forma falsa e ingenua, pensando que éste carece de influencia social, que aquellos que leen las sagradas escrituras del Ulises de Joyce o el Quijote de Cervantes son únicos e indispensables y deben mantenerse al margen de los otros, los que no leen, los que no leen leyendo esa pseudo literatura que no sirve para nada. Pero lo que sí no sirve es el capricho de muchos que traspasan la línea del intelecto a la farándula para buscar la sin razón del éxito que han logrado estos artistas, a quienes más de alguno realmente envidia a escondidas, y quizá no sólo su éxito literario.
