AMOR Y HORROR EN EL SÓTANO
El monstruo pentápodo
Liliana Blum
Tusquets Editores, 2017.
Antonin Artaud dijo alguna vez que el arte debe conmover para mover. Si bien es cierto que Liliana Blum siempre ha dejado claro que sus pretensiones a la hora de escribir no son panfletarias o adoctrinantes, también es una verdad innegable que nadie transita por la narrativa de esta autora y sale incólume. Ya desde sus trabajos tempranos ha resultado notoria la predilección de esta autora por tocar temas que causen ámpula: desde la violencia (soterrada o explícita) hasta las parafilias sexuales, en este rubro se inscriben las dos últimas novelas de Blum.
Si ya en Pandora (Tusquets Editores 2015), la inquietante historia de una mujer con obesidad mórbida y su amante, un doctor aficionado al feederismo, Blum había sentado el precedente de la sexualidad como un pretexto para explorar el horror, en El monstruo pentápodo, su más reciente trabajo, Blum lleva al lector a una de las zonas más oscuras de la sexualidad humana: la pedofilia.
La anécdota es sencilla, no así el efecto que provoca en el lector: Raymundo, un hombre de mediana edad, ciudadano ejemplar involucrado con el bienestar de su comunidad, tiene un gusto muy particular: las niñas en edad preescolar. Esta predilección lo llevará a involucrarse con dos personajes femeninos que, salvo por su estatura casi idéntica, no podrían ser más opuestos: Aimeé, una enana que se convierte en su amante y su cómplice; y Cinthia, una niña de cinco años, el objeto de esa pasión que él suele llamar amor. Ayudado por Aimeé, Raymundo secuestrará a Cinthia y la mantendrá en el sótano de su casa como su esclava sexual durante meses hasta que la situación se torne insostenible.
Contada desde dos perspectivas distintas y complementarias (por un lado, Aimeé “confiesa” su versión mediante cartas y un diario; por el otro, un narrador omnisciente que sigue a Raymundo hasta sus recuerdos más íntimos que revelan el origen de su perversión), Blum echa luz en los recovecos más oscuros del espíritu humano para ponernos frente a una realidad que preferimos omitir: no sólo se trata del crudo retrato del abuso sexual perpetrado de manera sostenida sobre una niña, sino las situaciones monstruosas que pululan a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta, esos monstruos contenidos apenas por una endeble convención social, el monstruo que podemos llegar a ser somos nosotros mismos.
“Engañoso es el corazón del hombre, y perverso; ¿quién lo conocerá?” dice la Biblia. Nadie podrá jamás terminar de explorar el insondable misterio del espíritu humano, quizá nadie pueda explicar del todo los orígenes de la depravación y la crueldad, del amor y el deseo; sin embargo, ciertos libros tienen la cualidad de permitirnos bucear en esas profundidades y El monstruo pentápodo es uno de ellos.
Por Atenea Cruz
