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#LibrosAlDesnudo: La fama por leer

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
#LibrosAlDesnudo Por @jaimegarba El mundo virtual que vivimos hoy en día nos ha hecho cambiar nuestros hábitos de consumo intelectual […]
#LibrosAlDesnudo: La fama por leer

#LibrosAlDesnudo

Por @jaimegarba

El mundo virtual que vivimos hoy en día nos ha hecho cambiar nuestros hábitos de consumo intelectual y espiritual, manteniéndonos en un exhibicionismo constante bien insertado en el inconsciente, pues forma parte de nuestra cotidianidad mostrar al mundo lo que comemos, lo que vestimos, a dónde vamos, lo que leemos, lo que compramos, lo que sentimos y hasta lo que pensamos; esperando ansiosamente la aprobación de los demás por medio de un like. Este modus vivendi llegó para quedarse y pensar en romper con una estructura así es utópico, he conocido a quienes juran y perjuran jamás tener un celular y que de pronto presumen el Smartphone más sofisticado, o a quienes despotrican contra las redes sociales porque chupa el alma pero tarde o temprano crean sus perfiles de Facebook, Twitter, Instagram y cuanta plataforma permita dar a conocer al mundo hasta sus más ínfimos movimientos. Todo lo anterior no está mal, es ya parte de nuestras vidas, e incluso la nostalgia por el pasado nos puede alejar de un progreso al cual podemos sacarle provecho, el problema ocurre cuando este exhibicionismo se vuelve una ley de aprobación donde hacer es existir.

Recuerdo cómo en la preparatoria a quienes gustábamos de leer nos enamoraba ver a una chica con un libro bajo el brazo, en aquel entonces dedicábamos semanas a espiarla a la distancia para tratar de dar con el título en la portada o visitábamos la biblioteca para buscar en los registros extorsionando a la bibliotecaria con un refresco de Cola, cuando dábamos con el anhelado nombre había de dos: enamorarnos o dejar pasar tan bella estampa, la de una joven que podría ser quizá no tan agraciada físicamente pero que el simple hecho de poseer un libro se volvía bellísima. Y es que el libro podría ser un título atractivo, de “pose”, como Pedro Páramo de Juan Rulfo o Cien años de soledad, de García Márquez; o podía ser un libro sobre biología, el Popol Vuh o cualquier otro que nadie en su sano juicio y a aquella edad tomaría si no fuera por una tarea. Si la flecha de cupido lector nos atravesaba el corazón, se desataba una intensa lucha de los jóvenes lectómanos que éramos y hacíamos cuanta cosa se nos ocurriera para acercarnos a la chica. Aquellas fantasías nos llenaban de entusiasmo y hacían nuestros días más excitantes, a pesar de que casi siempre fracasáramos en el cortejo.

Por aquellos años nos veíamos obligados al diálogo, al enfrentamiento con nuestros miedos para saber qué leía el otro, no había más opción que engendrar una comunicación sobre cierto libro basándonos exclusivamente en lo que pensábamos sobre él, no había Wikipedia o Rincón del Vago que nos ayudara a pasar por snobs, o sabías o no sabías; sin embargo el no saber no te volvía un idiota o el saber no te convertía en un héroe, como parece sucede hoy en día, leer era sólo eso: leer.

Y es que la vorágine tecnológica de nuestras vidas nos ha orillado a la validación de nuestras acciones sin una acción real, actualmente cualquiera puede pasar por intelectual sin haber siquiera leído un libro y puede ser llevado a la gloria por las fotos que toma a los títulos que compra, a las ferias del libro que visita o a los autores que se encuentra, no importa que tan letrado estés, puedes ser digno de admiración por aquellos que tampoco leen pero que basan sus vidas en lo artificial, en una imagen más que en mil palabras.

Sé de grandes lectores que no van pregonando por la vida lo que consumen, que no llenan su listado de libros leídos y opiniones en Goodreads, o que no presumen en fotografías junto a cafés expresos su próxima lectura, sé también que estos lectores anónimos suelen ser los más críticos, los que vale la pena escuchar, los que tienen algo interesante qué decir y que lo dicen en el momento oportuno, no en las redes sociales intentando hacer revoluciones intangibles o tratando de impresionar a los demás, a los otros “lectores” que tratan de lograr la aprobación y la fama que leer provee bajo ciertas circunstancias.

Insisto, no está mal disfrutar de las bondades tecnológicas que la vida nos ofrece, incluso yo he caído en las tentaciones del ego haciendo alguno de los hechos arriba denunciados, pero basar nuestra entera existencia en ello es absurdo y desgastante, es edificar nuestra identidad en nubes que tarde o temprano no soportarán el peso de esos deseos y entonces me preguntó qué pasará con aquellos que dieron a entender que pensaban, reflexionaban, se cuestionaban sobre las necesidades imperantes de nuestra realidad, qué pasarán cuando sea inminente el análisis y la acción sobre sus vidas, auguro que aquellas personalidades de cartón se vendrán abajo y quedarán sólo cenizas.

Cómo extraño aquellos tiempos donde leer no significaba nada, pero al mismo tiempo nos llenaba de conocimiento, de apreciaciones de las cosas, de emociones y sentimientos, extraño el leer no por competencia, ni por sabiduría, sino para enamorarme de chicas cada semana, para sacarme algunas carcajadas, para creer que puedo cambiar el mundo, para sentir que la vida tiene sentido, que mi existencia lo tiene.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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