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#LibrosAlDesnudo: Los peores consejos para un lector

Por: Jafet Gallardo 31 May 2018
Si de lectura se refiere, todos son expertos. Traer un libro bajo el brazo es sinónimo de sabiduría, y si […]
#LibrosAlDesnudo:  Los peores consejos para un lector

Si de lectura se refiere, todos son expertos. Traer un libro bajo el brazo es sinónimo de sabiduría, y si a ese individuo se le preguntara cuál es la mejor manera de leer, no habría tiempo suficiente para compartir los secretos de la lectomanía. Esta figura superdotada se manifiesta en héroe y figura a través de los famosos promotores de lectura, personajes que han dialogado entre sí para crear los mandamientos del buen leer, y cuya misión no es otra más que reclutar en sus filas a un país que aparece en los primeros lugares de la lista de los que menos leen en el

planeta. Pero, los que gustan de leer y escuchan a los promotores, pueden fácilmente darse cuenta de que algo no está bien, que las teorías para disfrutar de un libro a veces rayan más en la utopía que en una realidad que tiene como contexto a un México vertiginoso.

Por Jaime Garba (@jaimegarba)

Leer te hace mejor persona

La bandera de quienes promueven leer suele ser este lema, que no sólo se usa en el contexto de enrolar nuevos lectores, sino que es un estandarte que cabe en cuestiones tanto políticas como culturales. Tanta fuerza tiene esta frase que hasta se usa para intentar sacar adelante a todo un país, creyendo que si los ciudadanos leen más, se elevará la calidad de vida. Los libros han de sudar cuando se enteran de estas atribuciones, pues nada más errado asegurar que leer nos volverá de alguna forma mejores.

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Claro, leer tiene “algo”, y cognitivamente por supuesto que desarrolla ciertos elementos, pero la acepción de “mejor” se han encaprichado en perfilarla en un sentido de “bondad”; Hitler y Pinochet bastan para refutar esto. El Führer cuya tiranía es del conocimiento público, fue un gran admirador del arte, además de pintor, lo que muchos no saben es que fue un apasionado de la poesía y un voraz lector, Hitler solía escribir poemas y llegó a crear varias obras literarias, incluso en su juventud trabajó en una ópera. Causa un poco conflicto saber esto del orquestador de una de las destrucciones de libros más grandes de toda la historia, pero así fue. El dictador chileno Augusto Pinochet, cuyo gobierno estuvo plagado de infinitas violaciones a los derechos humanos, fue poseedor de una biblioteca constituida por 55 mil libros, 14 mil libros más que la del escritor Ali Chumacero y 5 mil más que la biblioteca de Carlos Monsiváis. Muchos libros para quien pareciera su proceder tirano no diera lugar para la lectura. Lo que sucede es que este punto es en demasía subjetivo, un libro jamás debe pensarse como un elemento de desarrollo, pues en todas las historias cada uno encuentra algo distinto, habrá quienes en un libro encuentren el bien, pero por supuesto también el mal.

Leer en las mejores condiciones

Cuando era adolescente, mi madre entraba a mi cuarto y me regañaba porque me encontraba haciendo la tarea

recostado en la cama y con mis Walkman, tarareando alguna canción y moviendo el lápiz al más estilo de home video gringo. Para ella esa no era la mejor forma de hacer mis deberes, por lo cual me obligaba a sentarme en un escritorio que compró específicamente para mis labores escolares y vigilaba que me mantuviera con la espalda recta, apenas con los brazos sobre la mesa, hasta terminar. Esta escena se replicó varias veces cuando me ponía de cabeza en el sillón para leer o cuando me echaba sobre el pasto con un refresco y un libro; todo lo que se hiciera fuera del lugar destinado para ello no era ni lectura ni trabajo académico.

Así entonces los promotores de lectura se han empeñado en designar toda una infraestructura necesaria para “leer bien”, incluso muchos centros de lectura en el país y espacios creados con tal finalidad presumen de mobiliario ergonómico y vanguardista que a la hora de la hora no compite en lo absoluto con la flexibilidad que puede lograr el cuerpo cuando se le da la gana. El problema radica en querer imponer el acto de leer de cierta forma, negándole al lector la posibilidad de hacerlo a su antojo; esta imposición afecta la acción, porque entonces debe existir todo un ritual, una forma metódica para hacerlo, y como ya lo dije, en un México donde el tiempo se nos va en el metro, en el micro, en el restaurante o en muchos otros menesteres, eso de estar buscando lo ideal suena tarea difícil.

Leer sólo alta literatura

La discriminación en la lectura se da, hay que decirlo sin pelos en la lengua, porque así como los promotores pregonan a diestra y siniestra que leer es justo y necesario, el espectro de recomendaciones se limita a una república de las letras dominada por unos cuantos. Un libro es un libro, y así debería considerase, pero desafortunadamente si alguien dice que leyó una obra de Osho, este no cuenta para el currículum lector, a diferencia de mencionar a Vargas Llosa o a García Márquez, que dan doble puntos al historial de quien lee.

Qué de malo tiene leer el Libro Vaquero o Sensacional de traileros. Se han preguntado qué pasaría si las encuestas de fomento a la lectura contaran este tipo de textos, México subiría fácil diez peldaños en la lista de países lectores, sin embargo los que presiden el banquillo sagrado no permiten este tipo de obras porque sienten no aportan nada. Qué error tan grande el no ver en títulos como “El cuerpazo del delito”, “Venganza de fuego”, “Que no quede huella ni del plomo ni la doncella”, entre otros, la más excelsa poesía. Delimitar la lectura sin duda es un gran y grave error.

El peor de todos los consejos que me parece se le puede dar a un lector es decirle que lea, pues sea así el libro más genial del mundo, si el ánimo no lo permite, cualquier invitación cae al vacío, y el cerebro es sabio, forzarlo es inútil. Así que lo mejor que se puede hacer es seguir el instinto, leer lo que sea, donde sea, sin que nos importe absolutamente nada más que disfrutar de cada palabra, como decíamos de chavos, cuando se nos dé la regalada gana.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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