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El cine de ficheras: historia de una sensualidad incomprendida

Escrito por:Iván Montejo

Damas que conquistaban las noches del México de la década de los setenta; esposos, amantes y trabajadores caían a sus pies y la ficha era el objeto más codiciado del aquelarre. Alrededor de estos objetos se centraba el placer de la noche: desde el líquido del dios Baco hasta bailes eróticos.

Ellas fueron llamadas “ficheras” y en su mundo eran vistas como diosas, mujeres que todo hombre deseaba tener, aunque fuera por unos momentos. No obstante, fuera de la noche eran vistas como un fracaso, el ejemplo de la falta de moral y la imagen que toda niña debía tener en mente para no caer en el estrato más bajo de la sociedad. En los setenta, este mundo dual trascendió los burdeles de las ciudades mexicanas para llegar a las grandes pantallas de nuestro país.

 

 

Esa época se caracterizó por una libertad sexual sin precedentes. Para muchos jóvenes el amor era un concepto del pasado que fue sustituido por el deseo. Por un breve tiempo este sentimiento movió muchas de las esferas de la sociedad; un claro ejemplo fue la Edad de Oro del porno en Estados Unidos, donde varias películas con escenas explícitas invadieron los cines comerciales de aquel país. México no se quedó atrás, pero lo que fue concebido en el país del norte como un avance artístico en la pornografía, aquí se vio como una muestra de la decadencia del cine nacional.

Bellas de Noche (1974), basada en una obra de teatro llamada Las ficheras, se convirtió en la primera del género y tuvo todos los elementos que fueron determinantes para el éxito de este género: sensuales protagonistas acompañadas con actos musicales de renombre y protagonizando escenas chuscas, sensuales y con una buena dosis de desnudo y melodrama. Una fórmula que monopolizó las taquillas mexicanas.

En la superficie, ellas eran las reinas de la noche, princesas eróticas con el poder de poner a cualquier hombre a sus pies. En la realidad, el fantasma de los cabarets las siguió a la pantalla grande, se trataba de películas realizadas por y para hombres. Pícaros en espacios donde el albur, la virilidad y la calentura son la trinidad perfecta para conquistar a las damas y eludir a la justicia.

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El triunfo del cine de ficheras llegó en parte gracias al gobierno de Luis Echeverría, en el que se utilizó por primera vez el cine como un medio de comunicación nacional. Se invirtieron grandes sumas para provocar un resurgimiento fílmico que regresara a la decadente industria a los años de la Era de Oro.

Su conquista se afianzó con el sexenio de José López Portillo, quien nombró a su hermana Margarita como Directora de Radio, Televisión y Cinematografía. Ella favoreció a las productoras privadas, las cuales encontraron en las ficheras la oportunidad perfecta para crear una diferente “Era de Oro”, donde el dinero reinaba por encima de la calidad.

Películas como  Zona roja (1975), ¡Oye Salomé! (1978) y Muñecas de medianoche (1979) abarrotaron las salas, y mujeres como Sasha Montenegro, Princesa Yamal y Lyn May el sueño de muchos. El cine de ficheras en poco tiempo se convirtió en una máquina de ganancias que acaparó todo el mercado.

 

 

Muchos críticos vieron a estas cintas como el punto más bajo del cine nacional, el momento cuando la creatividad y el aspecto artístico fueron sacrificados por la avaricia de las casas productoras privadas. No obstante, al mismo tiempo, los temas y las mujeres que las protagonizaron significaron un avance de la sexualidad en una sociedad católica que se caracterizaba por el moralismo.

El cine de ficheras vivió en una dualidad al igual que las mujeres en las que se basó, por un lado fue visto como el punto más bajo de la representación cultural mexicana; pero por otro lado se le consideró como el rey de las noches y de la sensualidad nacional.

 

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Violet Lemus Martínez, “Erotismo, sexualidad e iconografía en el cine mexicano de Ficheras de los años 1970