Gente Detrás del Dinero: El “energético” neoliberalismo

La piedra angular del programa económico en el primer año del presidente Andrés Manuel López Obrador es mantener el déficit público en el orden de 0.5 puntos del Producto Interno Bruto; es decir, cumpliendo la Regla de Oro de la llamada escuela económica monetarista (a la que vulgarmente se le llamada neoliberalismo), que aconseja restringir en lo más posible el gasto público y concentrarlo en labores de seguridad pública, estado de derecho y en menor medida en salud y educación.
Pero otra característica de la política económica del gobierno de la #4T es la de transferencias directas en dinero a las personas, en particular a las de menos recursos, a manera de programas que se sustentan en la idea de la redistribución “ad infinitum” de los recursos público a fin de cerrar la brecha de la desigualdad de ingresos.
En el caso de la política presupuestal de México, los datos al primer trimestre de 2019 reportaron una reducción de casi 6.5 % en la ejecución del gasto, y la inversión física se derrumbó 13 % en tanto que sólo en el sector gobierno central la caída fue de 30 %, generando un subejercicio total de 84 mil millones de pesos. La reducción de salarios en la burocracia y despidos de cerca de 15 mil empleados achicó el ya de por sí reducido sector gobierno de México… precisamente una de las recomendaciones que Milton Friedman (el monetarista moderno más representativo) es la de reducir el gobierno a su mínima expresión.
El dinero ahorrado se ha canalizado hacia los objetivos de cubrir los programas de Bienestar prometidos por el gobierno federal que son entregados en medio de sonoros y coloridos eventos públicos… pero no en su mayoría ni por error. La mayoría de los ajustes del presupuesto han ido a parar a lo que se le denomina “rescate” de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad, es decir, áreas de bienes públicos que son rechazadas tajantemente por los monetaristas puros.
De acuerdo a los análisis de México Evalúa se pagaron a programas del bienestar 35.3 mil millones de pesos en el primer trimestre de 2019, es decir, ayudas a adultos mayores, becas de jóvenes construyendo el futuro y demás apoyos… mientras que a Pemex se le canalizaron 144.1 mil millones de pesos y a la CFE 138.7 mil millones de pesos en el mismo período: una suma de 282.8 mil millones de pesos que contrasta, por ejemplo, con el pago de 6,310 millones de pesos en el ramo de comunicaciones y transportes, e incluso con los 60 mil millones de pesos desembolsados para educación pública.
Es decir, CFE y Pemex son el eje de la ejecución de gasto e inversión pública, aunque el gasto que se ejecuta con las transferencias directas, si bien es sustancialmente inferior, se aplica a una velocidad mucho mayor de lo originalmente programado, al punto de haberse ejercicio ya un 18 % más de lo esperado para este primer trimestre.
Estos tres rubros son los beneficiarios de los recortes, ahorros y subejercicios realizados a lo largo y ancho de la geografía gubernamental en estos primeros meses de gobierno, una serie de ajustes y recortes que pretenden dar recursos a los programas sociales prioritarios y a la centralización energética nuevamente en manos del estado… buscando al mismo tiempo de cumplir con un nivel reducido de déficit propio de los mejores alumnos de la escuela de economía de Chicago, tarea encomendada al secretario Carlos Urzúa.
La “austeridad franciscana” del gobierno a la que se ha referido López Obrador y su jefe de oficina, Alfonso Romo, indica que la administración pública está dispuesta a una reducción inusitada de gasto como el dirigido en apoyo a las mujeres trabajadoras con hijos, niños con cáncer o apoyo a la ciencia y tecnología, y aun a riesgo de hacer inoperantes áreas enteras de los servicios públicos por los despidos o falta de talento bien pagado. Una austeridad que recuerda a la de los Monjes Cartujos que nunca comen carne y suelen sostenerse con agua y pan… pero que con lo obtenido por sus privaciones sirve para financiar el sector energía en la que el nuevo gobierno centraliza recursos apostando a una suerte de un nuevo monopolio tanto en la generación y distribución de electricidad como en la extracción y refinación de petróleo.
¿Tendrá éxito esa combinación de apoyo a la demanda agregada con transferencias directas, restricción presupuestal y redireccionamiento de inversión hacia electricidad y petróleo bajo control estatal? Depende de que se conserve el déficit fiscal bajo control, pero que esa inversión energética sea recuperable en una mayor tasa de crecimiento del PIB, y que la búsqueda de recursos públicos para impulsar a Pemex y CFE no precipite una profunda desaceleración que culmine con una recesión a finales de este 2019. Veremos.