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Gente detrás del dinero: Pemex, el síndrome Titanic

Por: Mauricio Flores 22 Abr 2019
La refinería prometida podría representar el hundimiento de una promesa para el presidente, quien se rehúsa a escuchar razones.
Gente detrás del dinero: Pemex, el síndrome Titanic

 

Atrapado en su estupor, preso de sus mayores miedos e imposibilitado de actuar con rapidez, el capitán Edward Smith presenció el hundimiento de su portentoso navío; tuvo la última gallardía de irse al fondo del Atlántico con todo y Titanic, pero ello no cambió ni la suerte de los pasajeros ni el juicio que la historia hizo de él: un torpe fanfarrón que por lograr las primeras planas y admiración general, abandonó el sentido común a un costo inconmensurable.

Ciertamente no todo fue culpa del capitán; también su patrocinador y su tripulación cometieron torpezas inenarrables, desde exigir lograr grandes metas de velocidad para cumplir sus objetivos de propaganda, colocar menos botes salvavidas para “ahorrar espacio” o mentirles a los pasajeros de tercera clase que todo marchaba bien mientras el barco se iba a pique. Ahora, imagine usted la siguiente escena de cuando a finales del verano pasado llega el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador al predio de Dos Bocas, donde anticipó se construiría una refinería que agregaría 320 mil barriles diarios de gasolina; ahí, en medio de un calor húmedo y pegajoso, una comitiva de casi dos docenas de acompañantes, entre ellos el ya anunciado director de Pemex Octavio Romero, y la próxima secretaria de Energía, Rocío Nahle; y ambos, sin mirarse, sin dirigirse la palabra, con todo y que iban a bordo de la misma camioneta acompañados del gobernador electo, Adán López y el mismísimo candidato que había logrado en la víspera 30 millones de votos.

El terreno de Dos Bocas puede ser equiparado con el Iceberg: un obstáculo enorme que, con pericia y buena coordinación pudo haber sido evitado a menos que se privilegiara la velocidad de la ejecución que el resultado final. Pero a pesar de que los dos principales funcionarios en materia de hidrocarburos de la nueva administración se daban cuenta de la complejidad de un suelo totalmente pantanoso, con filtraciones marinas y sin solidez para retener una sola estructura a menos de construir —literalmente— una isla de cemento y varilla armada; nadie le ha dicho al capitán que ese Iceberg (o su versión tropical y pantanosa) necesita vadearse usando un poco más de técnica y menos de “olfato”. Sus dos oficiales, Romero y Nahle, permanecen distantes y su pleito crece conforme se define muy poco a poco lo que será la nueva refinería.

Pero por encima de las diferencias entre el director de Pemex y la secretaría de Energía, en primera clase, los Fifís y Conservadores ya ven venir el tremendo pedazo de hielo y piden modificar, así sea tantito, el curso y velocidad para evitar el encontronazo; pero como el capitán y el patrocinador no se equivocan, deciden ignorar las voces de alerta.

Todo lo demás, el trágico desenlace del buque, es de conocimiento público y existen muchas películas al respecto. En el caso de la nueva refinería las señales que no han cesado son las de las propias calificadoras de valores. Las tres firmas clave, Fitch, Standar & Poor’s y Moody’s han mostrado un claro rechazo a ese proyecto.

Y no es porque las calificadoras busquen “someter la autosuficiencia de México”, sino porque buscan que sus clientes obtengan el rendimiento pactado cuando prestaron los 4.2 billones de pesos (y la mitad fue para Pemex), y así potenciar el valor de su prestigio ante los inversionistas de todas partes del mundo; las calificadoras requieren ser fiables para las tesorerías de las grandes multinacionales al igual que para el jubilado de Chicago que espera un plácido retiro en la playa.

El rechazo de las calificadoras a la Refinería de Dos Bocas es lógico: el balance de Pemex es deficitario, sus pérdidas acumuladas son casi igual de grandes de sus en los mercados globales; invertir a largo plazo en un negocio —el de la gasolina— con un bajo y volátil rendimiento. La inversión de 140 mil millones de pesos anunciada por el presidente, el capitán del buque, implica para los inversionistas que tienen bonos de Pemex aumentar su riesgo… a cambio de mayores tasas de interés.

Ya han sido dos advertencias que calificadoras y bancos de inversión, dos veces han manifestado su desacuerdo a dos planes de negocios de Petróleos Mexicanos, donde se hace énfasis en la refinación de gasolina dentro de un balance financiero profundamente deficitario. El pasado 18 de marzo el presidente López Obrador anunció un tercer esquema de rescate de Pemex, buscando evitar que se pierda el grado de inversión de la empresa que inexorablemente se hunde… y que sólo parece viable salvar mediante un golpe de timón que haga regresar la inversión privada asociada con Pemex a la exploración y producción.

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