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En boca abierta: Las bombas de tiempo llamadas pensiones

Por: Martín Espinoza 10 Jun 2019
Urge revisar el sistema de pensiones, porque la desigualdad lo caracteriza. Los fondos que se destinan a sostenerlo resultarán insuficientes en poco tiempo
En boca abierta: Las bombas de tiempo llamadas pensiones

Por si faltaran más presiones a la situación social, política y de seguridad pública que enfrenta el país, se mantienen latentes las de carácter económico que en los últimos meses han cobrado relevancia debido al cambio de “régimen” ocurrido a partir del pasado primero de diciembre. Y es que con el refinanciamiento de la deuda de Petróleos Mexicanos, anunciada a mediados del mes pasado por el presidente López Obrador, la presión a las finanzas públicas, lejos de disminuir se incrementa debido a los riesgos financieros que arrastra la mayor empresa del Estado desde hace ya varias décadas.

No se olvida que desde la llegada de Vicente Fox a la Presidencia de la República, en el año dos mil, ya PEMEX presentaba serias “grietas” en toda su estructura administrativa y de operación debido a las constantes crisis que vivió el país durante gran parte de la segunda mitad del Siglo XX. En aquel entonces, el propio expresidente se refirió a la crisis en la petrolera nacional y comentó en sentido figurado que la “torre de Pemex” estaba a punto de “estrellarse” contra el piso cuando él asumió la administración, que no “el control”, del país en aquel legendario triunfo —por primera vez en 70 años— de un partido de oposición al PRI.

Hoy, según cifras oficiales, la deuda total de PEMEX asciende a poco más de 183 mil 170 millones de dólares, lo que equivale a un tercio de la deuda total del país. De tal manera que el refinanciamiento anunciado a principios de la semana por el equipo económico del presidente a través de recursos equivalentes a 8 mil millones de dólares, monto del crédito otorgado por tres bancos internacionales (HSBC, JP Morgan y Mizuho), es apenas el 4.6 por ciento de la deuda total de la paraestatal. Y como siempre sucede con las “letras chiquitas” de los contratos, el gran riesgo está representado por las elevadas tasas de interés que tendremos que pagar los mexicanos, las cuales —en este caso— alcanzan los 4.85 por ciento.

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Si a ello sumamos las presiones que significará el programa social para Adultos Mayores de 68 años y más que impulsa el gobierno federal, ello significará una alta carga fiscal que se irá incrementando año con año. El costo de este apoyo, según datos oficiales, será de 193 mil millones de pesos en los próximos seis años si se contempla un “universo de casi 11 millones de personas de la tercera edad que se verán beneficiadas”.

En la actualidad, el programa está destinado a un padrón de 8 millones de adultos mayores, lo que equivale a un presupuesto de 123 mil millones de pesos. Las proyecciones oficiales indican que en cinco años la cantidad se disparará en 57 por ciento, por lo que el mayor riesgo significará cubrir ese dinero para 2024 con recursos “prestados”; es decir, endeudamiento. Ello sin contar con el grave problema que para el mediano plazo, el Sistema de Pensiones del país podría colapsar precisamente por falta de dinero.

Hace unos meses, el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM realizó un estudio sobre el tema y concluyó que los sistemas de pensiones en México “son excluyentes y desiguales”. Siete de cada diez adultos mayores no tienen la protección que otorgan los sistemas previsionales: seis de cada diez hombres y ocho de cada diez mujeres no cuentan con una pensión. Y recomendaron revisar el padrón de los programas sociales y eliminar a aquellos que tienen duplicidades, así como contar con uno que logre “mayor inclusión”, reduzca las desigualdades y otorgue mejores recursos a la población de edad avanzada.

“Es necesario —proponen los expertos— contar con sistemas de pensiones no contributivos, unificarlos en uno solo y ya no abordarlos desde la perspectiva asistencial, sino de derechos humanos”.

Por ejemplo, en el caso de las mujeres, la mayoría recibe pensiones por viudez, mientras que entre los hombres predominan las jubilaciones o tiempos de servicio. Y es que el hecho radica en que las mujeres aún participan poco en el mercado laboral: de 60 a 64 por ciento en las edades más productivas (30 a 64 años), en comparación con el casi 100 por ciento de los hombres en ese mismo rango de edad. Para aliviar la falta de ingresos en la vejez fue que se implementó el sistema de pensiones financiadas exclusivamente con recursos públicos, a las que se conoce como “no contributivas”, pero que a la larga se convierten en una pesada “carga fiscal” para las economías débiles, como la que ha caracterizado al país en las últimas décadas. Bombas de tiempo, les llaman; algunas no tardan en explotar.

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