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El mal

Por: Luis Mac Gregor Arroyo 14 Oct 2020
A poco más de una hora de distancia en avión, el susodicho tío leía uno de múltiples libros y se puso a considerar, si habrían dejado en paz al Duque
El mal

En el mar había una tormenta. Un hombre canoso con cabellos y barba blanca estaba en su barco con el mástil roto. La embarcación iba en la dirección contraria al angosto abismo que trataba de dejar atrás ¿Estaba conforme con esa embarcación que quería ir para adelante pero no avanzaba?

Al ir por la abismal hendidura, uno acababa en una especie de gran casa hindú. Ahí se entraba al cuarto de estar, de ahí a otra puerta para adentrarse en un cuarto de menor tamaño, con unos cuantos ornamentos y mobiliario. De ahí uno avanzaba a otra pieza y a otra y a otra. Cada una menos llamativa hasta llegar a un cuarto con espejos a los cuatro lados como queriendo llegar al infinito y adentrándose a otra dimensión.

Era la guarida del mal. Ahí donde, quienes son infelices, buscan la salvación o ayuda para sus desgracias. Al entrar ahí se liberaron como por magia uno de los gurús más famosos de la historia, su aprendiz, un hombre de unos 57 años con lentes, la esposa del aprendiz, y el hijo de aquel cincuentón. Todos se habían embarcado en una aventura para ayudar, al menos algunos de ellos, otros simplemente sabían la verdad. Cuando en todo el planeta al menos tres cuartas partes tienen religiones donde Jesucristo es el principal o se le considera relevante, y se encuentra uno en algún lugar diferente, es porque algo anda mal.

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Cualquiera en su sano juicio sabría que algo abría mal y no, necesariamente, recurrir a un santo oscuro o algo así, sino el no reconocer que el poder de Dios es lo más alto que hay.

En fin salieron esos cinco ingenuos de su apuro, me pregunto a quién le achacarán tal suerte ¿Al hermano del cincuentón? ¿A la mamá del cincuentón? Yo lo dudaría y mucho.

Ahí están cuatro de esos hombres libres y se preguntan, si ya la hicieron. Mientras el famoso gurú dice –no hay duda que no conocemos a Dios, aún hay que buscarlo, pero estoy sobre su pista, ya lo encontraré. Sin duda corrimos con suerte y Krishna nos alumbró el camino.”

El más joven de todos le dijo: –¿Oiga, no quiere un valium?”.

El gurú rió nervioso y dijo –Vaya joven qué ocurrencias, estuvimos en algo muy serio. Es momento de dirigir la gratitud a Balá, nuestra deidad guía.

Minutos después, tras dirigir la gratitud a dicha deidad. El gurú y su contingente caminaron fuera del recinto, y antes de dirigirse a sus correspondientes camas, pues se encontraban ahí espiritualmente, el aprendiz le inquirió al hombre conocedor –Disculpe doctor Sopas, usted cree que me alcance con un milloncito para pagar sus servicios por otra semana.

–Bueno no cabe duda que me la he pasado bien con todos ustedes, pero yo diría que dos están bien –Si claro. –El hombre como no queriendo volteó a ver a su esposa quien le hizo ver que era una suma considerable; pero sabiendo la calidad de los servicios siempre prestados por Sopas, le dijo le depositaría a primera hora el día siguiente.

La mujer se ensimismó en sus pensamientos. Por un momento se sintió aislada de los demás. Recordó a su papa, aquel buen minero que se las vio duras en sus últimos días, <<si mi papá estuviera aquí pondría orden a todo esto>> y volvió a la realidad. Era curioso que su bisabuelo y su papá tuvieran mirada similar… pues sí, así eran los genes.

El doctor sopas se despidió y todos volvieron a sus cuerpos en sus respectivos hogares. La vida seguía <<en qué me estaré metiendo exactamente>>, se cuestionaba el heredero de los Mac Gregor en México por la línea paterna o, al menos, el de su familia cercana. Como buen escocés, se imaginó en los páramos, en la cima del acantilado, frente al mar, podía sentir el latido del ciervo rojo en su cuerpo y asimilaba su respiración. A la mañana, el primer pensamiento que llegó, le hizo ruido <<esto que estamos haciendo no se ve bien. El venado se percibe mejor se siente mejor>>.

Su hijo, el joven estudiante de doctor, se levantó de prisa a la mañana. A la carrera se hizo un café con leche y se puso atento a su clase en línea. No se podía quejar, vivir en una casa de interés social ya era algo, aunque la verdad, estaba más acostumbrado a cosas mejores. Pensaba <<de verdad que mi tío está en las últimas para haber pensado venir a vivir aquí>>.

A poco más de una hora de distancia en avión, el susodicho tío leía uno de múltiples libros y se puso a considerar, si habrían dejado en paz al Duque, el contacto de los Mac Gregor en Escocia. Soñar y ver a mis parientes hacer sin sentidos, mientras ellos creen que no los ven ya es un poquito demasiado. El hombre dejó de leer y miró al frente me pregunto que habría pensado Rob Roy al respecto. Sin duda alguien quien sufre cáncer tendría la mejor respuesta, el primogénito de los Mac Gregor.

Desvió su pensamiento. Ojalá, fuera así. No lo merezco pero por lo que veo, por atrás, en lo oscurito, voy a tenerle que echar la manita a ese minero casi sesentañero ¿Sabrá que Dios existe? Yo así lo espero, porque no tengo mucho más que darle a mi hermano… El joven sopesó sus pensamientos y se quedó quieto, de repente como reaccionando, “¿habrá alces en escocia?”.

El que para muchos resultó en un momento el prototipo para salvar al mundo, dio un sorbo a su café. Regresó a su libro y continuó. Sin duda, el paraíso puede esperar. Ya Dios dirá.

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