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¿Cómo viven su sexualidad las personas con discapacidad?

Por: Arturo J. Flores 04 Dic 2020
Isela y Horacio Alejandro nos dicen cómo ha sido experimentar su sexualidad con secuelas de parálisis cerebral.
¿Cómo viven su sexualidad las personas con discapacidad?

Las personas con discapacidad cogen. Así como se lee. No lo digo yo. Lo dicen Isela y Horacio Alejandro. Ella camina con bastón. Su pierna derecha arrastra las consecuencias de una parálisis cerebral temprana. Pero eso no le ha impedido gozar de su sexualidad.

 

“Ha sido toda una patoaventura”, dice con orgullo la joven. “Disfruto mucho de mi cuerpo porque aprendí a aceptar sus cicatrices y las operaciones que ha tenido. Siempre he sido muy atrevida. Varios hombres me han dicho: te sabes bonita. Cargas el bastón con mucho estilo y caminas con mucha seguridad. Besas como nadie”.

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Sus parejas sexuales han coincidido en que mientras Isela hace el amor, “se me olvida y se les olvida que tengo una discapacidad. Si acaso el miedo que les da es que en alguna posición me lastime. Me ha sucedido que me dan calambres, pero sólo hay que esperar un poco y después seguirle”.

 

No ha sido una existencia fácil, sin embargo. De sus primeros años recuerda que aprendió a caminar –literal– a punto de tropiezos.

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“Me la vivía en el suelo”, dice Isela. En la primaria, enfrentó un bullyng atroz. Le ponían apodos, la empujaban para que se cayera, imitaban su manera de caminar y en el colmo de la crueldad, “un niño dijo que lo me pasó fue porque mi papá había malcogido a mi mamá”.

 

Pero a medida que creció, comenzó a tener mucha más seguridad para relacionarse con sus compañeros de escuela. Eso incluyó el aspecto erótico.

 

LIKE A VIRGIN

Perdió su virginidad a los 19. Aunque al recordar su primera vez se ríe, expresa: “ha sido lo peor que me pasó”. Su compañero se las daba de experto, pero resultó ser bastante torpe. Encima, a ella le preocupaba lo que pudiera pasar con su cuerpo. En algún momento sus rodillas tronaron y ella se asustó.

 

Pero a partir de ahí, su vida sexual fue como la de cualquier persona. Ha tenido novios y también amigos con derechos. Hizo el amor en un salón de escuela y también en la playa. Se ha aventurado a explorar posiciones, aunque por su condición la postura más cómoda sea el misionero.

 

“Una de las más excitantes, fue con un chavo al que invité a mi casa. Recién me habían operado –otra vez– y aunque traía yeso y muletas, ya no me dolía. De repente él me llegó por atrás y dije: ‘ya valió’ (RISAS). Me tenía empinada, deteniéndome de las muletas y con una pierna levantaba. Pero fue muy excitante porque en cualquier momento llegaría mi mamá y podía cacharnos”.

 

Sin embargo, ha enfrentado un tipo de discriminación especial. La de otras mujeres.

 

“En una plática, una amiga decía que con su esposo ya no sentía nada. Yo le aconsejé que se masturbara y se conociera, para que pudiera explicarle a él cómo le gustaba que se lo hiciera. Pero se me quedaron viendo muy sorprendidas de que hablara de sexo. Cuando les dije que tenía una vida sexual activa, no lo podían creer. No creen que me he cogido a éste o al otro, porque no carburan que yo les pueda gustar a ellos”.

 

Para la gestora cultural y escritora, esto se llama Devoted. Un fenómeno en que las personas sin discapacidad le rinden devoción a las que tienen una. Algunas llegan a enamorarse y quieren cuidarlas de por vida. Algo como lo que pasó al astrofísico Stephen Hawking con su segunda esposa, la enfermera Elaine Mason, a quien se puede ver en la película La teoría del todo (2014), interpretada por Maxine Peake.

 

Isela dice sin cortapisas: “La gente cree que las personas con discapacidad no desarrollamos instinto sexual porque somos ´angelitos’, pinche término lo odio. Soy una simple mortal”.

 

 

BREAKING THE LAW

Así le sucede al comediante y psicólogo Enrique Vázquez, quien ha aparecido en Comedy Central haciendo chistes acerca de la manera ingenua en la que la gente mal llamada “normal” ve a las personas con discapacidad. Él mismo padece de parálisis cerebral.

 

El escritor, activista, podcastero (“El sonido de las ideas”, se llama el suyo), profesor universitario y funcionario en el Instituto de Cultura de Durango, Horacio Alejandro explica que el término “inclusión” es una de los que más le molestan.

 

“Inclusión es condescendiente y paternalista. La gente nos incluye siempre y cuando nos portemos bien. La gente con discapacidad no tiene derecho a embriagarse, a fumar mota y mucho menos a tener sexo”, expresa.

 

Él también arrastra las secuelas de una parálisis cerebral. En su caso, dice que siempre hizo lo posible por vivir una niñez fuera de lo común. Se disfrazaba de Tortuga Ninja con su hermano, se mojaba bajo la lluvia y hasta se las arregló para jugar futbol.

 

“Me hincaba en medio de dos árboles y les decía: miren, cabrones, hasta aquí llegan mis brazos y aquí está el travesaño. Más arriba no es gol. Más grande, me volví metalero y me metía al slam y también me agarré a chingadazos en las fiestas. Siempre intenté adaptarme”, establece.

 

Parte de eso fue el descubrimiento sexual. En su caso, su primera vez le llegó a los 25, en medio de una fiesta.

 

“Todo estuvo muy bien en mi primera vez, pero estaba nervioso. Siempre ves en las películas que el vato carga a la chava y cogen contra la pared. Yo me preguntaba: ¿Podré hacerlo? Eso era lo que me preocupaba, ¿cómo le haré? y no tanto el ¿podré rendir dos horas”.

 

DIRTY DANCE

Sexualidad y discapacidad son dos palabras que no suelen ir juntas. Cuando lo hacen, causan incomodidad. Tal es el caso de la película “Crash”, del director canadiense David Cronenberg. Estrenada en 1996, causó mucha polémica debido a las escenas eróticas que presenta con personas discapacitadas, quienes sufrieron –por voluntad propia– serias heridas en accidentes automovilísticos provocados.

 

Horacio Alejandro recuerda como una de sus experiencias más emotivas, la que tuvo con una chica que también padecía de una discapacidad.

 

“Fue algo ambicioso, pero encontré a alguien con quien realizar la coreografía perfecta”, menciona.

 

Sexo y discapacidad, está de acuerdo, es algo de lo que no se habla mucho. En su trabajo como funcionario como en su labor como activista, se ha dedicado a ponerlo sobre la mesa. Las personas con discapacidad cogen, repite. Como cualquiera otra persona.

 

Los que no parecen darse cuenta son los demás. La Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica elaborada por el INEGI en 2018, existen 7.7 millones de personas con discapacidad en México. Aquí se considera a los que tienen 5 años o más. Lo cierto es que incluso los niños, alguna vez será adultos y sentirán un deseo sexual.

 

“Pero hasta ahora, nadie ha considerado hacer un jacuzzi en un hotel al que se pueda meter una persona con discapacidad”, concluye.

 

 

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