El destino de Ucrania pende de un hilo

A menudo se dice que el periodismo observa cómo se desarrolla la historia. Nunca había sentido eso tan intensamente como esa noche, hace 6 meses, parado en el balcón de un hotel en el centro de Kyiv informando en vivo sobre un discurso bélico de Vladimir Putin.   

Escuché al presidente de Rusia advertir sobre “la expansión oriental de la OTAN” y un “imperio de mentiras” creado por Estados Unidos. Hubo “un genocidio“, afirmó, en el este de Ucrania, donde la gente había pedido ayuda a Rusia. Invocando a los nazis y la Segunda Guerra Mundial, Putin insistió en que sería necesario defender a Rusia contra aquellos que habían “tomado a Ucrania como rehén” y estaban “tratando de usarla contra nuestro país y nuestro pueblo”. 

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Era retórica que había escuchado antes – preocupante-, pero nada nuevo. Momentos después, sin embargo, se escucharon los estallidos inconfundibles de los misiles en la oscuridad que caían en algún lugar detrás de mí en las afueras de la ciudad. Mientras la cámara rodaba, me puse el chaleco antibalas y el casco, luchando por comprender lo que estaba escuchando. 

“Somos los rusos”

Después de meses de desarrollo militar ruso en las fronteras de Ucrania, pocos observadores predijeron el asalto total que estaba en marcha. Ciertamente yo no lo hice. Más de 20 años de informar desde Rusia, viendo a Putin apretar su control sobre el país, cubriendo sus guerras, en casa y en el extranjero, no me habían preparado para este violento punto culminante de su Gobierno. 

Unas horas más tarde, al amanecer, me encontré cara a cara con un grupo de soldados que defendía una base aérea en las afueras de Kyiv. La cámara del tablero en nuestro auto de CNN grabó el encuentro mientras conversaba con el voluminoso comandante, negociando el permiso para preparar una toma rápida en vivo. Fue solo después de que estuvo de acuerdo que mencioné que las tropas rusas que habíamos escuchado habían aterrizado cerca. ¿Dónde estaban ellos? Parecía confundido. “Somos los rusos”, gritó. 

 

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En el segundo descubrimiento sorprendente en el espacio de unas pocas horas, miré hacia abajo y de repente noté las cintas naranjas y negras en su uniforme. Nos habíamos topado inesperadamente con las mejores tropas aerotransportadas de Rusia, enviadas en una audaz misión para asegurar la pista de aterrizaje, enviar refuerzos y tomar Kyiv.  

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Pero incluso mientras hablábamos brevemente, su plan comenzó a desmoronarse. Los cañones ucranianos se volvieron rápidamente contra las tropas rusas y, cuando nos pusimos a cubierto al otro lado de la carretera, estalló un feroz tiroteo que obligó a los rusos a retroceder. En 24 horas, la base aérea volvió a estar en manos ucranianas; los rusos que habíamos conocido probablemente estaban muertos. 

Difícil describir la carnicería

Una defensa tan enérgica y valiente de Kyiv desde luego pareció haber tomado por sorpresa a las tropas rusas. Al parecer, les habían ordenado que simplemente condujeran hasta la capital ucraniana, como si los residentes de la ciudad fueran a recibirlos con los brazos abiertos. En cambio, los vehículos blindados rusos fueron recibidos con armas antitanques suministradas por Occidente, que atravesaron sus tanques y vehículos de transporte de personal de la era soviética como cuchillos a través de la mantequilla. 

Es difícil describir la carnicería que pueden causar en una columna blindada rusa los misiles antitanques Javelin de última generación de EE.UU., o su equivalente británico, los NLAWS; pero unos días después, en un puente de una carretera en las afueras de Kyiv, caminé entre los restos aún humeantes de una de esas columnas, con el hedor a carne quemada que flotaba sobre el pesado metal retorcido. 

La imagen del Ejército aparentemente poderoso de Rusia, retratado durante años como una de las fuerzas de combate más avanzadas y formidables del mundo, había sido expuesta como algo superficial. Sus tanques y maquinaria incapaces de defenderse, sus tácticas defectuosas y su personal cada vez más confundido y desmotivado. Había sido una llamada de atención humillante. 

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Esta semana entrevisté a un soldado ruso que abandonó su regimiento y huyó del país para esconderse. Había sido parte de una de las operaciones más exitosas de Rusia, su asalto a Jersón, pero estaba cada vez más consternado y desilusionado por lo que veía a su alrededor. 

Rusia ha movido sus objetivos ideológicos varias veces durante este conflicto, pero algunos de sus soldados, confrontados con los ucranianos que no están felices de verlos, ahora parecen ver a través de las mentiras que les dicen sobre una “liberación”. Sabía que estaba destruyendo vidas pacíficas, me dijo el soldado, y esto, agregó, era una opinión ampliamente compartida por sus camaradas.   

Un significado existencial

Seis meses después, esta guerra se está estancando. Cualquier esperanza de progreso rápido de cualquier lado se ha evaporado. Los avances ahora se miden en metros y centímetros, en lugar de kilómetros. Ucrania, con su armamento altamente preciso, de largo alcance y suministrado por Occidente, ha mantenido a raya a Rusia y le ha impedido alcanzar incluso los objetivos territoriales más limitados que se ha fijado -capturar todo Donbás-. Pero los rusos, por su parte, también han detenido los intentos de Ucrania de recuperar un territorio significativo. Los contraataques en el sur de Ucrania hasta ahora han sido limitados. 

¿Hay algún final a la vista? Desafortunadamente, la respuesta es no. Quizás el mayor problema es que el conflicto ha adquirido un significado existencial para ambos bandos. No hace mucho tiempo, algunos funcionarios ucranianos consideraron en privado la idea de entregar Crimea e incluso Donbás. Ninguna de esas opciones ahora es aceptable para Kyiv. 

 Del mismo modo, Rusia está tan profundamente comprometida con esta “operación militar especial” que Vladimir Putin no puede darse el lujo de perder ni conformarse con los limitados avances que su Ejército ha logrado hasta ahora.  

El destino de Ucrania

Al comienzo del conflicto, muchos esperaban que el presidente de Rusia se hubiera excedido y cometido un error fatal que terminaría con su régimen desde adentro. Es difícil evaluar la posición de Putin, incluso desde adentro de Rusia. Su régimen ha criminalizado la disidencia; aquellos que podrían oponerse a esta guerra han sido encarcelados, exiliados o simplemente guardan silencio. 

El impacto económico también es difícil de cuantificar. Rusia afirma haber superado las sanciones sin precedentes impuestas por Occidente, pero no cabe duda de que su economía finalmente sufrirá de manera significativa, aumentando la presión sobre Putin en casa. 

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En este momento, mucho depende de la voluntad de Occidente para resistir las presiones que esta guerra le está ejerciendo. Un flujo constante de armas y municiones occidentales es la única esperanza que tiene Ucrania de mantener viable su estado. Mientras tanto, Europa está buscando formas de liberarse de una larga dependencia de la energía rusa. Si Occidente falla en alguno de estos, el destino de Ucrania puede estar sellado. 

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