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Reporteros y Covid: el nuevo periodismo de guerra

Por: Arturo Flores 08 Sep 2021
A más un año de inicio de la pandemia, varios periodistas han enfermado y algunos hasta fallecido durante sus coberturas. Estos son los testimonios de quienes se dedican a contar las historias alrededor del Covid.
Reporteros y Covid: el nuevo periodismo de guerra

Cubrir la pandemia de Covid se ha convertido en el nuevo periodismo de guerra. Así coinciden reporteras y reporteros mexicanos de medios electrónicos, impresos y digitales que han cubierto las hospitalizaciones, defunciones y campañas de vacunación.

Pero además han sido jueces y parte. Algunos han enfermado de Covid y en la actualidad padecen algún tipo de secuela. ¿Por qué cuando la primera recomendación de la Organización Mundial de la Salud fue no salir a la calle, todos los periodistas hicieron lo contrario?

La respuesta está en las palabras de Saúl Faúndez, personaje de la película “Tinta Roja” (2000). Basada en la novela homónima del chileno Alberto Fuguet, cuenta la historia de un joven aspirante a reportero que es entrenado por un veterano editor: “El periodismo y la prostitución se aprenden en la calle”, le dice Faúndez al joven “Varguitas”. Le hace comprender que ninguna clase universitaria lo preparará para buscar la noticia igual que la experiencia a pie de banqueta.

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“Pensé que era el aire acondicionado”

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Jafet Tirado es reportera en Imagen TV. Afirma convencida: “Aquí tenemos una exigencia muy alta. La nota está en la calle, donde están las personas y ahí tenemos que estar”.

Es joven. Apenas cumplió 30 años. Por eso, como en la guerra, le tocó ir a combatir al frente cuando ese virus desconocido, el SARS-CoV-2, llegó a México. Entonces se pensaba a menor edad, también se reducía el riesgo.

Pero antes de que se desencadenara un aluvión de variantes bautizadas con el alfabeto griego, pero cuando se hicieron públicos los síntomas que provocaba la enfermedad, ella empezó a experimentarlos.

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Al principio vino la negación

“Fue a finales de abril (de 2020) que comencé a sentir un cansancio extremo que yo pensé que se debía a lo pesada de mi la jornada laboral”, expresa. “También creí que la tos era por culpa del aire acondicionado de la redacción, hasta que a principio de mayo me hice la prueba y salió positiva”.

“Cuando me dijeron que salí positiva, quise llorar. Pensé: si esta cosa afecta los pulmones y yo no tengo los mejores del mundo, esta es mi sentencia de muerte. Lo primero que hice fue averiguar cómo conseguir un tanque de oxígeno por si llegaba a requerirlo”.

Fueron tres las personas que se contagiaron en el canal. A Jafet la enfermedad la trató con cortesía. Sin embargo, las historias que había cubierto micrófono en mano la visitaban durante sus semanas de encierro. No podía evitar preguntarse: ¿y si me sucede a mí?

“Reporté la historia de un señor de la tercera edad que fue a formarse por un tanque de oxígeno. El que lo necesitaba era su hijo de 35 años. Lo había traído y estaba esperándolo en el coche, porque ya llevaba dos horas sin poder respirar bien. Cuando lo entrevisté, el señor dijo que le daba mucha pena haberlo traído, pero no tenía de otra. Las historias que cubrí eran muy tristes y eso me sugestionó mas cuando me enfermé”.

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“Me vi intubada”

Historias. De eso se nutre el periodismo. La mayoría de ellas trágicas desde que el coronavirus le recordó al ser humano su fragilidad.

Brisa Muñoz es coordinadora de la sección de municipios de PorEsto!, portal informativo de Quintana Roo. Su trabajo no le exige salir a la calle. Pero eso no la eximió de contagiarse de Covid.

Sucedió antes de que llegaran las primeras vacunas a México. A su caso había que sumarle su edad -43 años- y el hecho de que, como el Faúndez de la película, es fumadora compulsiva.

“Cuando me dijeron que salí positiva, quise llorar. Me mantuve entera por mi hijo, pero sí me puse a temblar. Pensé: si esta cosa afecta los pulmones y yo no tengo los mejores del mundo, esta es mi sentencia de muerte. Me vi a mí misma intubada. Lo primero que hice fue pedirle a mi esposo que averiguara cómo conseguir un tanque de oxígeno por si llegaba a requerirlo”.

Aunque en la actualidad su responsabilidad es mucho más estratégica, también fue reportera de a pie, como se dice en el ambiente periodístico.

Conoce los riesgos del oficio. Durante sus coberturas le tocó una lluvia de piedras en medio de una manifestación. También le rociaron gas pimienta y gas lacrimógeno. Entre las enfermedades que han llegado a ocupar titulares en México, ha padecido tres.

“Siempre digo que si aparece una nueva enfermedad desconocida, seguro me va a dar. Ya tuve Dengue, Chikungunya (ambas transmitidas por picadura de insecto) y ahora Covid. Aunque el dolor de aquellas son espantosos, no se comparan con el Covid. Porque el de Covid es un dolor generalizado, que te agota”.

Por fortuna, sólo lo experimentó tres días. Después tuvo un acceso de tos y como por arte de magia, comenzó a sanar. Tuvo suerte.

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“No se me quitan los mareos”

No es el caso de Iván Villavicencio, guionista de un noticiario de televisión que también contrajo Covid. Pese a ser joven y practicar crossfit, el coronavirus le dejó consecuencias con las cuales aún tiene que lidiar.

“Fatiga. Mucha fatiga y un dolor en el pecho, a la altura de las costillas. Pero sobre todo, me dan ataques de ansiedad. Es el fantasma de la enfermedad y el miedo de contagiarme otra vez. También sufro unos mareos que el médico me explicó que se deben a que el Covid me dejó un nivel muy alto de hierro en la sangre”, explica. Pero rebobinemos el casete. Aunque Iván escribe guiones para Imagen TV, también se vio obligado a salir a la calle a reportear cuando parte de la cuadrilla de reporteros se enfermó. Realizó dos entrevistas que lo marcaron. La de un médico que donó plasma para salvar a un paciente Covid y la una doctora contagiada que dependía de un tanque de oxígeno para sobrevivir. Las conversaciones se realizaron a distancia y se desinfectaron los micrófonos, pero la estresante presencia del virus resultaba inevitable. “Cubrir Covid no es un periodismo de guerra común, porque no mueres en el momento.

Pero si puedes infectarte y perder la vida después. Entre las cosas que me tocó cubrir en su momento fueron las conferencias vespertinas de Hugo López-Gatell y cuando ya estaba enfermo, me pareció muy chistoso que me había convertido en una más de esas cifras que yo mencionaba en las notas”.

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“Tú eres diabético y no te irá bien”

Cifras. Números. Otros datos. La cobertura periodística de la pandemia ha representado una batalla por contabilizar casos, enfermos, camas disponibles, gente fallecida y vacunas. Por contrastar con los “otros datos” que ofrece el Presidente.

Jorge Almazán es columnista de La Hoguera y Fusilerías. Antes de la pandemia era reportero de un diario de circulación nacional y cuando los contagios ya se habían salido de control, le tocó trabajar en la oficina de Comunicación Social de la Secretaría de Salud de la CDMX.

Su trabajo era coordinar las visitas de los periodistas a los hospitales Covid. Piensa que en alguno de sus recorridos se contagió: “Me tocó estar del otro lado del mostrador”, recuerda.

También atestiguó decenas de historias. Gente intubada que recibía una segunda oportunidad de vivir cuando ya había sido desahuciada. Médicas que en su posición de madres solteras, dejaban de ver a sus hijos durante semanas para no ponerlos en riesgo.

Incluso el pánico generalizado cuando se extendió la leyenda urbana de que en los hospitales les extraían a las personas el “líquido de las rodillas”.

“Llevábamos a los reporteros que vieran los hospitales, aunque estaba prohibido el acceso a las áreas donde se encontraban los intubados. Pero también íbamos a casa de las personas que recibían atención del programa Médico En Tu Casa. Casi siempre yo me quedaba afuera, porque había que aprovechar los recursos y a los periodistas había que darles cubrebocas, caretas y en algunos casos, trajes de astronauta”.

Almazán añade: “Es periodismo de guerra porque te enfrentas a algo invisible. En una guerra, el enemigo se oculta para que no puedas verlo, pero existe la posibilidad de percibir un movimiento o una sombra. A este virus no existe una pistola con la que le puedas disparar”.

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Pese a ello, le tocó enfermarse y a dos de sus familiares también. Todos recuperaron la salud, pero además de la soledad que el confinamiento trae, enfrentaron la incertidumbre. A Jorge le habían recomendado ver películas de comedia para distraerse, pero no se podía concentrar en nada.

“Lo más duro escucharte a ti mismo, pero también que el doctor me habló con mucha sinceridad. Me dijo: no hay forma de hacer esto suavecito, tú eres diabético y este pinche virus a ustedes los ataca más cabrón”.

Llevados por la locura

Brisa Muñoz, del PorEsto!, comenta: “Uno de los municipios que coordino es Tulum, uno de los destinos a nivel nacional donde más eventos masivos se han realizado. Tengo a un reportero al que debo enviar a cubrir y es horrible, porque se encuentra en sitios donde hay 200 o 300 personas reunidas. Pero alguien tiene que informar qué sucede, que la gente sepa que hay gobiernos corruptos que lo permiten. Pero es como enviar, literalmente, a un soldado a una guerra sin fusil”.

Las palabras de ese personaje cinematográfico que representa uno de los pilares del periodismo, reportar directamente desde el lugar de los hechos, resuenan a manera de cierre: “El periodismo y la prostitución se aprenden en la calle”.

Antes de hablar, Jorge Almazán se toma un respiro muy hondo, como aquellos que cuando estuvo enfermo imaginó que no podría volver a disfrutar.

“No estamos en el periodismo por dinero, porque no hay. Tampoco por hacernos famosos porque nadie nos pela. Tampoco por hacerte el héroe. Estás aquí porque te gusta. Sabes cómo está el asunto de la pandemia y no te quitas”, concluye.

En el libro colectivo “Yo… corresponsal de guerra”, publicado en 1982, Guillermo Pérez Verduzco, que cubrió numerosos conflictos bélicos en Latinoamérica y Asia y obtuvo 5 veces el Premio Nacional de Periodismo, enlista los requisitos que debería cumplir un enviado de guerra.

“El periodista no tiene, como el soldado, obligación de ir a la guerra. Va porque quiere ir, y quiere ir porque está loco. En esto se distingue de todos los demás participantes en un conflicto bélico: él es el único que está ahí por su voluntad”.

En mucho se parece a reportear en tiempos de Covid.

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