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Daniel Sada “Los demonios me hablan”

Por: Jafet Gallardo 19 Nov 2019
Una de las voces más relevantes de la literatura contemporánea está en silencio. Daniel Sada está enfermo y en la […]
Daniel Sada “Los demonios me hablan”

Una de las voces más relevantes de la literatura contemporánea está en silencio. Daniel Sada está enfermo y en la quietud de su cama, nos recibe. Desde allí, habla de las manías de los mexicanos, de lo que le gustaría escribir pero no ha escrito y de los seres que le hablan al oído.

¿A quién busca?, dice una voz a mi espalda. Cuando le respondo, la portera se muestra extrañada. Qué raro, el señor Sada es escritor. Y Playboy es una revista de chicas, ¿no?, me inquiere la mujer. Mientras me acompaña en el pasillo, le resumo las secciones de la revista y ella me deja entrar sonriendo, un poco incrédula.
En cuanto se abre el elevador, una enfermera me está esperando con la puerta abierta. Al lado derecho, el departamento de la familia Sada es dominado por los libros, prácticamente monopolizan la pared y otro de los cuartos. Ragtime de Doctorow, La Biblia, las Obras Completas de Fernando del Paso, Flaubert, Richard Ford, la Comedia de Dante. La selección es heterogénea, pero siempre remite a obras monumentales en lenguaje y extensión. Además, se distingue un cubo de rubik y una foto de Los Beatles en su primera época, pulcramente trajeados y con las melenas bien cortas; cerca de la ventana, un juguete de blockets rosas se entrama, quizás, para las nietas del escritor. Pero en el cuarto donde me espera Daniel Sada (Mexicali, 1953), no hay libros. Hay una máquina de diálisis y un tanque de oxígeno. Sada ha estado combatiendo una enfermedad renal que lo ha postrado en cama durante el último año. Su condición delicada despertó a la comunidad intelectual del país, que ha organizado distintos eventos con el fin de recaudar fondos para su tratamiento peritoneal e incluso ha enviado cartas solicitando apoyo al Presidente de la República, Felipe Calderón.
Al verme entrar, el escritor, uno de los grandes narradores contemporáneos en español, se inquieta desde el primer momento por las fotografías. Me pregunta cómo las conseguiremos. No quiere fotos así. Le digo que no se preocupe, que lo arreglaremos con la editorial. Y lo que me queda claro, conforme avanza nuestra charla, es que la inquietud de Sada no es vanidad. En su voz baja, pastosa y entrecortada, este gran estilista de nuestra lengua, ahora vulnerable y debilitado, transmite no sólo el anhelo, sino la convicción, aunque sea lenta, de que va a recuperarse. Así me lo hace sentir su mano fría y empalidecida, en el fuerte apretón que nos damos para saludarnos.

Un poeta argentino, Héctor Viel Temperley, habla del Cielo cristiano como una playa desértica. ¿Eso se parece al desierto que narras en tus libros?
No, mi desierto está más poblado. Hay cactus, hay casas, hay pueblos, andamios y brechas.

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Un desierto mucho más vivo…
Es un desierto que tal vez exista, pero yo lo inventé en gran medida, con recuerdos de infancia. Pero es un desierto donde hay aridez y lejanía. Los cerros están distantes, ése es mi desierto. Ahora el desierto ha variado mucho, hay también ciudades pequeñas, ya no es totalmente pueblerino ni ranchero.

Recuerdo uno de estos pueblos en tu cuento “La averiguata”, donde hablas de las supersticiones del fin del mundo. ¿Cómo te sientan los Apocalipsis sobre el 2012?
No les hago mucho caso realmente. Me parecen cuentos, falacias inventadas para preocupar a la gente. Ahora, si llega a concretarse alguna de estas profecías, ni modo, ya nos va a tocar. Si se acaba el mundo, que se acabe de una vez.

Los fuereños son recurrentes en tu narrativa: gente que huye de un crimen, vaga sin rumbo o está de paso en circos. ¿Te identificas con este espíritu de la gente que “viene de lejos”?
No necesariamente. Es un arranque de imaginación nada más. De repente hay personajes que huyen, otros personajes que no se mueven a ninguna parte. De repente hay seres que no quieren cambiar, y si cambian no saben cómo hacerle. En fin, ésos son mis personajes: gente ordinaria. Para mí la gente ordinaria no sabe ni le gusta lo que tiene… (El sonido de la máquina de diálisis aparece. Resonará aproximadamente cada cinco minutos en la entrevista y debemos esperar en silencio hasta que termine o acuda la enfermera.)

¿Por qué hay tantos mentirosos, tanta gente que cuenta cuentos dentro de tus cuentos? ¿Se parecen a ti?
Es un rasgo que se parece a México. La gente en México es muy mentirosa y hace de la mentira una catedral. Entonces, creo que eso distingue al mexicano, ser mitómano, crearnos mentiras y luego creer en ellas. De ahí retomo yo para mis personajes y les pongo ese ingrediente. Además, la mentira es muy larga. Como decía Nietzsche, en El origen de la tragedia: “el problema de la verdad es que es demasiado corta”. Se resume en una frase pequeña, a veces hasta en una palabra; pero la mentira puede dar vueltas y vueltas. El problema de la mentira es que para inventar una se necesita inventar dos o tres más. Mis personajes inventan una mentira, pero tienen que tramarla e inventar nuevas y es una ramificación total. Pero algunos llegan a verdades con las mentiras. Es siempre un rodeo.

Sé  que fuiste periodista en Culiacán. ¿Qué fuente te dejó más enseñanzas para tu ejercicio narrativo?
Yo tenía todas las fuentes en un periódico de provincia, el Noroeste. De repente cubría un partido de béisbol, de ahí me iba a una rueda de prensa y de repente me iba a cubrir un asesinato. Todo al mismo tiempo. Entonces de todo aprendí, pero sobre todo, a soltarme. Ahí empecé a teclear mi primera novela, en la redacción de un periódico.

Fue una especie de iniciación.
Sí, a mí  me gustaba mucho el periodismo. Había que entrar de cabeza, había que estar informado de muchas cosas y siempre me resultó apasionante. Pero eran 24 horas de noticias y no podía, era muy demandante, entonces eso me cansó y dije: mejor prefiero la literatura.

Dices que cubriste partidos de béisbol. ¿Eres aficionado?
Soy fan.

¿Qué equipo te gusta?
Los Yankees de Nueva York. Y aquí en México, Los Diablos Rojos.

¿Alguna vez jugaste béisbol?
SADA: No. Sólo una vez piché un partido y me pegaron muchísimo.

Te llovieron a palos.
Es que más bien me gusta verlo. Sigo estrategias a través de la observación.

El béisbol es una narrativa bastante dilatada.
Claro. Tengo un cuento de béisbol. (“Cualquier altibajo”, le respondo citando el título. Le digo que es un cuento muy gracioso y uno de sus textos más populares. Sada me aclara que no fue real, que él lo inventó. La capacidad de invención lo emociona. Es un hombre que ama lo que inventan sus manos.)

Hay muchas parejas aisladas y sin hijos en tus cuentos, también en tu nueva novela A la vista. ¿Al amor le va mejor con la castidad o la esterilidad?
Bueno, hay parejas con hijos y sin hijos. Me interesa mucho el problema de las parejas en general, la relación entre hombre y mujer durante muchos años. Siento que sufren muchos deterioros y que eso se va recomponiendo siempre y cuando alguien ceda. Pero es muy difícil embonar a un hombre y una mujer, generalmente las relaciones son efímeras, temporales. Pero yo me fijo en las parejas que duran para siempre, que no renuncian a pesar de todo y siguen adelante. Ésa es la pareja de la que me interesa escribir. (La máquina suena.)

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Se mencionan a menudo demonios, fantasmas y aparecidos en tu obra. ¿Cuáles son los tuyos?
Los demonios existen, los fantasmas también. Yo les hago caso, los sigo. (Éste es el momento en que siento más fuerza, más contundencia en la voz de Sada. Un total convencimiento de lo que me dice.)

¿Qué te dicen?
SADA: Son voces. Más que presencias, son voces, y eso me llena de puntos de vista en la narrativa. Mi narrativa no obedece a un sólo punto de vista, sino que hay varios estados de ánimo, varios ángulos con que verla. Por eso los demonios aparecen y desaparecen, igual que los fantasmas.

A veces son compañeros. Otras son enemigos.
Exacto.

¿Qué pasa cuando te hablan tus demonios? ¿Necesitas escribir? ¿Cómo lo expresas?
Sí, a veces son dictados directos. Cuando me hablan, a veces los escucho, y parece que me hablan directamente. Yo no tengo que interpretar nada, ni deformar nada, ni transformar nada.

Como un médium.
Exacto. Pero son muchos.

¿Ninguno te dice “pórtate mal” o “escribe contra alguien”?
No. Generalmente no discurre el odio en ninguna forma. Puedo hablar mal contra una persona, pero no con odio. Con simpatía. (Sada me dice que tiene un poco de hipo. Lo noto impaciente, estira el brazo izquierdo, cruza y descruza sus piernas para estar más cómodo. Miro el retrato de dos niñas, al parecer sus nietas, al fondo, en su cabecera. Esperamos un momento y seguimos con la charla.)

Eres un escritor cuidadoso y muy reconocido por la “forma”, por tu estilo. Cuando le cuentas cuentos a tus nietas, ¿lo haces en octosílabos?
No (ríe), desde luego que no. La oralidad directa es diferente. Cuando yo le cuento una historia a una persona, trato de ir siempre al grano. Y me gusta jugar con el lenguaje cuando escribo, descubro muchas cosas, me aporta mucho. (La máquina suena). Descubro más y más procedimientos, en vez de seguir una línea segura. Siempre hay esa sinuosidad, esos vericuetos que encuentro atractivos para mi literatura. Y entre más los transito, más vericuetos encuentro, pero siempre, cuando escribo, sigo una línea directriz. Siempre me gusta saber adónde voy, para no perderme.

Suele pensarse en el escritor como un solitario, apartado. Pero tú  has recibido mucho apoyo y solidaridad de tus compañeros escritores, la gente está muy pendiente de tu estado. ¿Cómo te hace sentir esto?
Muy agradecido. Yo nunca me imaginé que me quería tanta gente. Ahora me doy cuenta y eso me impulsa a seguir viviendo, me infunde vida.

¿Escribías de noche? ¿Cómo ha cambiado eso con la enfermedad?
No escribo. Ahorita no estoy escribiendo. Hice un alto en el camino, porque no se me ocurre nada. Tengo muchas historias truncas pero no las he materializado. Estoy abocado casi al 100 por ciento a mi enfermedad. Quiero salir rápido, pero es lento.

¿Tienes insomnio? ¿Cómo pasas las noches?
Sí, no duermo muy bien que digamos. A trancos. Duermo y despierto.

¿Sueñas con tus historias?
A veces, pero no se completan, siguen truncas. Necesito estar sano para pensarlas bien.

¿Cómo es esta experiencia de quietud, este alto en el camino? ¿Sientes que escribirás distinto después?
No sé  qué me espera. Lo único que sé es que quiero aliviarme. Pero el avance es muy lento. He sentido mejoría, pero es muy parcial. No es que alguien llegue con la varita mágica y me recupere. (Suena la máquina. Es casi imposible descansar con ese sonido agudo y penetrante tan cerca de los oídos. Noto a Daniel Sada cansado, entrecierra los ojos, pero agradezco su tiempo, su fuerza se contagia.)

¿Cómo luchas con el ansia de escribir?
De repente me dan ciertas ansiedades. Quisiera escribir una novela que tengo pendiente. Hay muchas historias que yo tengo en la cabeza y no me alcanzaría la vida para escribirlas todas. Pero en este momento, todo está desvanecido.

Algunos de tus personajes resucitan real o simbólicamente, como Ponciano en A la vista. ¿Crees en la resurrección?
No, no creo en la resurrección. Pero el personaje de mi novela está basado en algo real, algo que me pareció sobresaliente, extraño y digno de asombro.

Y el demonio te dijo: aquí  está la historia.
Sí. O fueron varios demonios.

(Antes de partir, le pido a Sada que me firme su nuevo libro, si es posible. Me dice que tiene mal pulso, pero me hace un trazo con la mano izquierda en la primera página, como esas “palomitas” que rubricaban los maestros en la primaria. Luego me pregunta si me gustó A la vista y se muestra orgulloso recalcando que es una tragedia. Siempre he asumido el riesgo en la escritura, declara. Entiendo que eso lo motiva profundamente. Le cuento la impresión de sorpresa de su portera cuando le dije que venía de Playboy. El escritor entonces me dice: sí, yo esperaba que entrara una conejita. Ríe suavemente. Te decepcioné, le respondo. Sada sonríe y me pide que cierre la puerta.)

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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