Cuando comparamos al hombre y la mujer en con relación los problemas psicológicos y la manera en la que los enfrentan, es importante señalar que nos vamos a topar con una diferencia radical.
Por un lado, las mujeres son las primeras en recurrir a los consultorios de los profesionales de la salud mental para ahondar en sus problemáticas, cuestionarse, tratar de entenderse y darle un sentido a su padecimiento con la finalidad de darles solución, sabiendo que no será un trayecto fácil y que habrá que sumergirse y trabajar duro en lo íntimo y emocional.
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Para la mujer, “hablar” es algo mucho más natural que para el hombre y esto se pone claramente en juego cuando se trata de un padecimiento mental y su solución.
En la otra cara de la moneda tenemos a los hombres, que por lo general suelen empujarse a padecer en silencio, pues el miedo a la exposición los confronta con una pseudo debilidad emocional que culturalmente se les ha mostrado como una derrota a su presunta masculinidad que deben defender sin importar el sufrimiento que se cargue a cuestas.
Pero como es de esperarse todos tenemos nuestros límites y cuando se trata de los padecimientos psicológicos tampoco es la excepción.
En el momento en que los hombres acuden al consultorio no se andan con rodeos y exponen clara y firmemente una sintomatología que los golpea en su vida cotidiana, de tal manera que no encuentran otra escapatoria mas que pedir desesperadamente ayuda, y es precisamente por esto que no es raro recibir y escuchar a un hombre decir: “Rodrigo estoy desesperado y ya no sé qué hacer, necesito una cita”.
Las sintomatologías que llevan a un hombre a pedir ayuda por lo general no son tan variadas como pudiera pensarse, suelen ser síntomas como eyaculación precoz, impotencia, depresión, conductas compulsivas, adicciones (drogas y alcoholismo) y problemas graves en las relaciones de pareja.
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El hecho de que los hombres callen sus conflictos internos por mucho tiempo da por resultado su agravamiento y que los niveles de ansiedad aumenten al punto en que, cuando tocan la puerta del psicoanalista, ya se encuentran desbordados, lo cual dificulta mucho más su tratamiento, pues no sólo quieren ver soluciones inmediatas por el gran malestar que viven, sino también esta necesidad de inmediatez dificulta la apertura y paciencia necesaria para sostener el tratamiento.
Sin lugar a dudas, también he de decir que poco a poco los hombres han encontrado en los consultorios un lugar para cuestionarse e incluso reconstruir esa misma masculinidad que por muchos momentos les ha jugado en contra como una barrera para entenderse, escucharse, y pronunciar todas aquellas emociones que los han mantenido presos en un aislamiento autoinfringido producto de un miedo desmedido, pues todavía seguimos viendo los rezagos de toda esa educación de supuesta fortaleza emocional que todo hombre debiera sostener.
¡ALV! El arte de la nueva masculinidad
Ojalá en las nuevas generaciones podamos cambiar el “aguántese como los meros machos” por un “habla, escúchate, expón tus emociones, que es así como podemos encontrar una solución”.