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Asistimos a un ritual del Templo de Satán

Por: Arturo J. Flores 18 Nov 2021
El 20 de octubre, una usuaria sin avatar identificada como Mariely publicó el siguiente comentario en la página del Templo de Satán: “Le queda 1 semana al creador de este grupo que busque de Cristo! Que es el único que liberta y rompe todas las cadenas (sic)”.
Asistimos a un ritual del Templo de Satán

Fotos por: @soykenilo

No mentía Mick Jagger cuando dijo que el diablo era un tipo de buenas maneras. Marco Muñoz García, uno de los creadores de El Templo de Satán, llega puntual a la cita, impecablemente vestido y saludando con cortesía.

No desprende un olor a azufre, sino a colonia fina.

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Semanas atrás, la comunidad convocó en Facebook a ser parte de una Apostasía Colectiva. El licenciado en Criminalística y profesor de Defensa Personal explica cuál será la orden del día: primero visitaremos a la sede de la Arquidiócesis ubicada en Durango 90 para iniciar juntos el trámite de separación de la Iglesia. Después, participaremos en un acto de psicomagia en la Plaza Río de Janeiro. Un auténtico ritual satánico.

Mariana y yo nos encontramos diez minutos antes del mediodía en la Glorieta de Insurgentes. Nos acercamos tímidamente a un grupo de tres chicos vestidos a la usanza de los New Romantics. Les preguntamos que si aquí es el punto de reunión para la Apostasía y ellos nos lo confirman.

Según Google, el termómetro casi alcanza los 27 grados centígrados este viernes. Estoy seguro que los presentes, rigurosamente vestidos de negro igual que Mariana y yo, nos sentimos convenientemente en el Infierno.

Poco a poco se van sumando personas al grupo. La simbología que portamos tanto en la ropa como los tatuajes nos delata. Estrellas de cinco picos y representaciones de Baphomet, la deidad antropomórfica asociada con el derrumbe de los Templarios aparece en camisetas y trazos en la piel.

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El carnicero de Dios

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Hay un chico que lleva un cráneo de cabra que compró en la carnicería: “me lo vendió el único católico que no me critica por mis creencias”, dice. El apóstata limpió el hueso con fruición hasta que estuvo libre de carne y ahora lo utiliza como amuleto.

Toda esa parafernalia nos distingue de quienes a esa hora pasan por la Glorieta o salen de la estación del metro Insurgentes, pero también nos ayuda a encontrarnos. Una simbólica analogía de lo que un satanista vive a diario: buscar entre la sociedad a otros que piensen igual.

—Según esto, a mí me queda una semana de vida que se cumple hoy —nos explica Marco con humor.

El 20 de octubre, una usuaria sin avatar identificada como Mariely publicó el siguiente comentario en la página del Templo de Satán: “Le queda 1 semana al creador de este grupo que busque de Cristo! Que es el único que liberta y rompe todas las cadenas (sic)”.

Su advertencia pretende ser tan seria como sus faltas de ortografía.

—Siempre que nos amenazan, no sucede nada. Todo se queda en eso: amenazas — me cuenta Marco más tarde, cuando lo abordo afuera de la Arquidiócesis —solamente una vez llegó una persona a una de nuestras reuniones de activismo, sacó una bocina y un micrófono y nos quiso evangelizar leyéndonos la Biblia a voz en cuello.

Todos aquí han leído la Biblia, pero la Biblia Satánica, el texto que Anton Szandor LaVey publicó en 1969 y se considera el centro del satanismo contemporáneo y en el que se coloca al ser humano como único responsable de su destino.

Curiosamente, me cuenta más adelante Marco, al Templo de Satán le cancelaron una conferencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM 24 horas antes de iniciar, pero sí les permitieron impartirla en el departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana, dirigida por Jesuitas.

Dios no es el único que obra de maneras misteriosas.

El Templo de Satán prepara documental

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Algunos curiosos se detienen momentáneamente a medida que la comitiva de los convocados a la Apostasía Colectiva se robustece. Quizá piensen que se trata de una versión renovada de aquella batalla campal entre los darks y los emos o que más tarde se organizará un concierto de rock.

Tal vez la última vez que hubo aquí tantas personas vestidas del color de la noche a pleno día fue en aquella frustrada firma de autógrafos de Rammstein, cuando desde la azotea de Mix-Up los músicos tuvieron que pedirle a sus miles de fans que se dispersaran porque sería imposible atenderlos.

Poco después del mediodía, protegidos por la sombra que da la estación del Metrobús, Marco Muñoz García y los otros dos líderes del Templo de Satán inauguran con el acto.

Si acaso algún grupo de choque nos enfrenta, se dará por terminado, nos repiten. Nada de poner la otra mejilla. Mejor nos vemos otro día.

También nos advierten que un camarógrafo recogerá escenas de todo lo que suceda, pues se prepara un documental que esperan muy pronto se proyecte en YouTube. Si alguien presenta alguna objeción para que aparezca su rostro debe acercarse a los organizadores para informárselo.

Después, Alejandro Coronado, también organizador de la reunión, explica los motivos de la Apostasía Colectiva: “El bautismo debería ser una elección y no una imposición. Renunciamos a la Iglesia Católica porque no queremos ser una cifra más que legitime su poder”.

Mucha policía, poca religión

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Es por eso que varios de los concurridos se presentan con los documentos que la Arquidiócesis solicita para entregar una carta que los reconocerá oficialmente como apóstatas: una copia de su credencial de elector, una copia de su Fe Bautismal y una carta en la que expongan los motivos para separarse de una de las religiones más profesadas alrededor del mundo (2,200 millones de creyentes, según clasificacionde.org) y la responsable de decenas de crímenes, según consta en los libros de historia.

Es cuando Mariana me confía que sí le preguntó a su mamá “por el papel ese del bautismo, porque sí lo quería traer, pero me dijo que no tenía ni la más remota idea de dónde estaba”.

Tampoco yo sé dónde está mi fe, ni tampoco la de bautizo.

Como sea, le digo que me gusta la idea de que viniéramos juntos a esta date con el demonio.

A la hora de acomodarnos los futuros apóstatas para hacernos una fotografía del recuerdo, un policía se acerca para preguntar quiénes somos, qué hacemos y si contamos con permiso para realizar la reunión.

Uno de los líderes del Templo de Satán le explica que no se está violando ninguna ley y el policía, que seguramente no se habría acercado a disolver una asamblea de coleccionistas de estampas de Santitos, se limita a tomar nota en un papel doblado en cuatro de lo que escucha.

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Divina burocracia

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El grupo integrado por menos de 50 personas se enfila en ceremonioso orden por la salida de la Glorieta de Insurgentes que conduce a la calle Jalapa. Cruza la esquina con Puebla y llega hasta la Plaza Río de Janeiro. Ahí dobla sobre Durango y arriba a la sede de la Arquidiócesis en las que las palabras de Mateo 19 adquieren una curiosa interpretación: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”.

Es poco probable que entre nosotros se pasee de incógnito algún millonario, pero ni el más humilde satanista podría ingresar a la bendita oficina cuando los guardias de seguridad echaron cerrojo a la puerta. Temerosos de que los ateos pudieran obrar violentamente, como Jesús cuando expulsó a los mercaderes del templo, decidieron atrincherarse en el edificio.

Igual que si se tratara de una vinatería en medio de la Ley Seca, los acólitos del diablo son atendidos mediante una diminuta ventanilla. Marco reúne la documentación y se les las muestra a los gorilones. Les explica que si hemos venido hasta acá no es para causar ningún destrozo en la misma institución que barrió con culturas ancestrales, asesinó a miles de personas en la Inquisición y despacha desde un estado con pisos tapizados de oro.

Si los simpatizantes mexicanos de Anton LaVey se han apersonado en la esquina de Durango y Córdoba es para concluir un mero trámite burocrático.

Después de unos minutos, les permiten el paso a Marco y Alejandro. El resto aguardamos en la calle. Cuando los guardias, que para nada visten como la Guardia Suiza que cuida al Papa, le rocían encima líquido sanitizante (satanizante, podría decirse), se me ocurre hacer una broma:

—A ver si no le echan agua bendita.

—Han de creer que con eso se va a evaporar —remata una de mis vecinas.

Unos minutos después, Marco vuelve a salir y nos explica que “un Padre” saldrá a recibir el resto de los documentos y nos avisará cuando podemos pasar, cada uno por separado, a recoger las cartas de Apostasía.

Mientras aguardamos, como el tiempo nunca deja de ser dinero, la tienda de la Arquidiócesis continúa atendiendo a sus clientes a través de la ventanilla de vinatería.

Marco se crio en una familia mexicana de las que engrosan ese 77.7% de mexicanos que según el INEGI, reconocen profesar la religión católica. Fue bautizado cuando era bebé.

—Fui a una escuela de Monjas, pero me di cuenta que no existía mucha congruencia entre lo que hacían y lo que decían, así cuando llegué a la adolescencia me fui desencantando de la religión.

Primero empezó a investigar sobre brujería y vudú.

—Pero me di cuenta que era lo mismo, pero en “malvado”.

Su primer acercamiento con el satanismo fue la música de Marilyn Manson, quien fue nombrado Reverendo por Anton Szandor LaVey en 1994. Después, Marco leyó a Nietzsche. Así se fue involucrando en esta filosofía humanista que contra lo que creen los desinformados, ni realiza sacrificios de cabras ni cree en el diablo, que al final “es el malo del cuento y el que tanto dinero le ha dado a ganar a la Iglesia”. Los satanistas preponderan la ciencia y el conocimiento humano por encima de los pensamientos mágico-religiosos.

—El Templo lo fundamos Gustavo Basurto, Esteban Barquera y yo. Tenía otro nombre, Cersat Deus Templum, pero se disolvió por razones de trabajo, pero en el 2012 lo retomamos y en el 2017 le cambiamos el nombre a Templo de Satán.

Este no es su primer acto público. Han hecho otras, aunque en medio se les atravesó una pandemia y a diferencia de quienes sostienen que un escapulario los vuelve inmunes, los satanistas prefirieron usar cubrebocas y no reunirse públicamente.

Mientras aguardamos a que la burocracia divina agilice el papeleo, aprovecho para platicar con quienes desean separarse de las filas del catolicismo.

Black Sabbath me inició

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El movimiento satanista es simpatizante de otras ideologías que suelen incomodar a la religión católica, porque tienen que ver con las libertades individuales. Tal es el caso del movimiento LGBTI+ y el feminismo. A Nayeli y su acompañante el satanismo les llegó hace cuatro años, casi al mismo tiempo que su decisión de volverse veganos.

—Leí la Biblia Satánica, de LaVey. Me sorprendió identificarme con casi todo.

El décimo Mandamiento Satánico establece: “No mates animales ni humanos a menos que seas atacado, o para alimento”.

—Pero si puedo sobrevivir sin dañar a nadie, lo prefiero— me cuenta mientras esperamos a que un sacerdote entregue a los manifestantes el acuse por sus documentos.

—¿Qué dice tu familia acerca del satanismo?

—Que estamos locos. Mi abuelita es muy religiosa y no está de acuerdo. Pero quiero mi Carta de Apostasía porque no estoy de acuerdo con ser parte de una creencia que no elegí.

Tal es el caso de Pablo. Es artista plástico y vive en Ecatepec. Me muestra en su teléfono las obras que ha hecho, la última de ellas una reproducción de la portada de un disco de Powerwolf en la que aparece una representación de Belcebú.

—Me enteré del satanismo por la música. Me gusta Black Sabbath y Slayer, así que busqué traducciones de sus letras, pero después me fui clavando más y más en otras lecturas. Al mismo tiempo, sufrí un problema serio de adicciones, así que mi mamá me mandó a jurar. Se me hizo una jalada que me dieran un papelito que me decía si podía o no controlar mis apetitos. Así que ahora soy yo y sólo yo, el responsable de mis decisiones.

Finalmente, Alejandro y Marco son llamados a la ventanilla de la Arquidiócesis. Les comentan que debido al volumen de solicitudes, el trámite que normalmente llevaría una media hora se extenderá. Cada una de las personas interesadas en ser reconocidas como apóstatas, será llamada de forma individual.

Triunfó el mal, diría alguien con mucho humor negro.

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Nos dirigimos entonces a la última parte del acto. Tendrá lugar en la Plaza Río de Janeiro justo frente al famoso Edificio de las Brujas, una construcción de tiempos del Porfiriato a la que se achacan decenas de leyendas de aparecidos.

Marco encabezará un acto de psicomagia, un ritual simbólico de bautizo apóstata, en el que los convocados celebran su renuncia a la religión organizada y aceptan a Satán, como establece el satanismo Laveyiano, “como la existencia vital en vez de los sueños espirituales”.

Situados delante de un mesa que se adapta como altar, en la que se dispone un documento que uno elige firmar, esta vez sí, de manera voluntaria, además de dos copas y una botella de tinto, Marco da lectura a un documento que explica mejor el punto.

“Los aquí presentes buscamos en nuestro interior el máximo reservorio de nuestro poder y lo invocamos para que se manifieste en la figura arquetípica de Satán, el eterno rebelde, y en la figura arquetípica de Lucifer, el portador de la luz y el conocimiento.

“Invocar a Satán es la negación de que sólo hay un punto de vista, es la voluntad de luchar por otras visiones según la razón”.

Cada cuando los demás, a quienes los curiosos miran apenas de reojo pues ha de pensar que se trata de alguna celebración de Halloween, responden:

—¡Shemhamforash!

Se trata de una locución en hebreo que significa: “El hombre implícito”.

—¡Ave Satan!

Concluido el ritual, los participantes comparten un sorbo del vino.

Mariana y yo nos despedimos con la promesa de vernos otra vez. Ha sido una tarde interesante.

Una cita con el diablo que concluye igual que el verso de la canción de los Stones: “Sólo llámame Lucifer, necesito un poco de moderación”.

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Foto Cortesía.

 

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