Tengo a los Arctic Monkeys en mi celular

Fotografías de Lulú Urdapillete / Cortesía de OCESA

Anoche mi celular y yo fuimos a un concierto. Estábamos igual de emocionados. Él, en mi bolsillo, no paraba de vibrar. Tanto como a mí me sudan las manos siempre, justo antes de escuchar el primer guitarrazo.

Tal vez a mi teléfono le entusiasmaba la idea de encontrarse con sus pares. Porque en conciertos como el que Arctic Monkeys, The Hives y Miles Kane ofrecieron en el Foro Sol, los móviles tienen un papel protagónico. A veces mucho más que el de sus dueños.

Para algunos de ellos, somos únicamente el soporte que los trae hasta aquí.

Cerca de las 6:00 PM, Miles apareció en el escenario que apenas una semana antes fue el principal del Vive Latino. Emocionado, aunque sobrio como son los británicos, comenzó a sacar canciones de su guitarra como dulces lo hizo la bruja para seducir a Hansel y Gretel. ‘The inhaler’ y ‘Cry on my guitar’ fueron las primeras que entregó a una audiencia que ya se cocinaba a fuego lento a los pies del entarimado. Comenzaban a verse los primeros celulares hambrientos de luz.

¡Porque esas stories de Instagram no se iban a hacer solas!

Para cuando el compañeros de Alex Turner en Last Shadow Puppets terminó, con una versión extendida de ‘Come closer’, yo me había terminado la primera cerveza. Ahora sí tenía las manos libres para servir a mi teléfono, a quien se le cocía la batería por abrir su ojo y comenzar a tragarse el mundo en imágenes.

Varios de sus congéneres entretenían a sus dueños mientras el espectáculo continuaba. Las notificaciones de Facebook son un cuento de nunca acabar. ¿Y para qué dejar para mañana el like que podemos dar hoy?

The Hives es una banda a la que hay ver con energía en las piernas y pila en el teléfono. Porque el cantante Pelle Almqvist no ofrece descanso. Lo mismo porque sus divertidas piruetas, sus gesticulaciones –que a mí siempre me ha recordado a Alex, el protagonista de la versión cinematográfica de Naranja Mecánica– y su infinita estamina son garantía para llevarte excelentes fotografías y videos, pero también para saltar a su paso, hasta que tus pantorrillas palpiten como el recién extirpado corazón de un guerrero ofrecido en sacrificio.

Los suecos no perdieron el tiempo. Administraron canciones como si fueran balas. Una detrás de otra. Tal como Pelle lo dijo en español (bastante decente, por cierto), “la música de The Hives no tiene silencio”.

El momento mucho más grabado, en celulares y en la memoria, llega con ‘Hate to say I told you so’.

El riff de guitarra es inconfundible, como contundente la frase “voy a propagar la infección porque se me da la gana”.

El quinteto trajeado en blanco y negro se bajó del escenario después de abandonar una bomba encima. Una furiosa Tick tick boom que dejó enardecido al público de la valla, más cuando Pelle se acercó para besar la mano de una chica.

A las 8:45 PM y luego de varios intentos por hacer la ola en las gradas, que mi celular se tuvo que reprimir de registrar para administrar al máximo su energía, después de que el Foro Sol coreara ‘Don’t let me down’ en el sonido local, aparecieron los Arctic Monkeys.

Jamie Cook, Matt Helders, Nick O’Malley y Alex Turner entraron caminando por el costado izquierdo, como lo hacen los boxeadores al ring. Turner, en su papel de embajador entre la música de la banda británica, con gafas oscuras, chamarra negra y copete engominado. Su primer derechazo fue directo a la mandíbula: ‘Do I wanna know?’, que tomó por sorpresa a una avanzada millennial dispuesta a congelar para siempre el momento en su memoria caché.

Los teléfonos, el mío incluido, disparan como un pelotón de fusilamiento.

Las canciones de los Arctic son la bitácora de las relaciones tóxicas de esta generación que agotó un boletaje a precio de riñón: hasta 3,000 pesos en la reventa.

Tal vez por eso, sin soltar los celulares, le cantamos en ‘Why’d you only call me when you’re high?’ a ese romance codependiente al que no podemos dejar, que nos escuece por dentro.

“Son las tres de la mañana e intento hacerte cambiar de opinión, te he dejado tantas llamadas perdidas y a mi mensaje sólo contestas: ¿por qué sólo me llamas cuando estás drogado?”.

Le canta Turner a los celulares que efectivamente, se han tragado decenas de llamadas así. Al mío, por ejemplo, lo imagino sobándose el chip cuando lo obligué a perturbar el descanso de alguna destinataria de mis pésimos poemas, sólo porque había bebido de más.

Pero el grupo es de carácter bipolar. Porque lo mismo nos inyectó un golpe de adrenalina con la acelerada ‘Brainstorm’, de sus primeros días, que nos hundió en la pasividad total, con una baladita del más reciente disco, Tranquility Base Hotel & Casino, ‘One point perspective’.

En esta última, mi celular se une a un firmamento organizado de pantallitas que brillan por todo lo ancho del Foro Sol. De no ser por este espectáculo, hubiera aprovechado para ir al baño. El álbum, que pudo ser un trabajo solista de Turner, me da muchísima flojera. Tanta como organizar los contactos de mi teléfono o borrar una por una las fotografías para hacer más espacio.

21 canciones son las que integraron el concierto que algunos vieron a través de los ojos de su teléfono. Otros los que grabamos porque el mandato de la musa así lo ordenó (“me mandas muchos videítos”) y hasta quienes se hicieron una selfie con el escenario de fondo, al estilo de Neil Armstrong hundiendo la bandera norteamericana en la superficie lunar.

Entre las que más pusieron a trabajar los teléfonos estuvieron ‘I bet you look good on the dancefloor’, ‘The ultracheese’, ‘Pretty visitors’, ‘Arebella’ y claro, ‘R U mine?’ (“tengo una pregunta que hacerles”, dijo Turner a la audiencia), con su riff asesino de guitarra y brutal golpeteo a los tambores.

Mi celular y yo nos divertimos mucho. Aunque él se durmió antes que yo y no pudimos regresar en Uber.