¿Los otakus tenían razón? El anime lejos de los prejuicios, el arte que es arte
La palabra otaku siempre nos evocará una connotación negativa: un adolescente que no pudo superar Dragon Ball, que estudia japonés para entender sus programas de monos y que se la pasa comiendo ramen. Un inadaptado social que sólo puede encontrarse en dibujos del otro lado del orbe.
Un mundo de estereotipos que nacen cuando somos incapaces de comprender al otro y que nos pueden estar alejando de un mundo de entretenimiento único.
¿Mejor que Hollywood?
Para muchos tomó por sorpresa que el episodio “Hero” de Attack of Titan se convirtiera en el mejor calificado por IMDb, que encabezara una lista protagonizada casi en su totalidad por series estadounidenses de la talla de Game of Thrones, Breaking Bad, Hannibal y Chernobyl, la revelación de este año.
No es coincidencia que tres capítulos de la última temporada estén entre los 15 mejores calificados por la base de datos en línea. Attack of Titan está ofreciendo un fenómeno audiovisual que pocas veces se había visto, pero que (a diferencia de ciertos shows que resultaron ser una decepción) todavía se trata de un extraño programa de oriente.
Y la creación de Hajime Isayama es sólo un ejemplo de múltiples animes que superan a la mayoría del entretenimiento occidental, pero por múltiples factores se mantienen ocultos.
Se trata de contenido japonés que en ocasiones se encuentra detrás del entretenimiento que consumimos, pero que desconocemos por prejuicios. Ahí está Ghost in the Shell, el manga de Masamune Shirow, cuya adaptación animada de 1995 sirvió como inspiración a las hermanas Wachowski para crear Matrix. En el mismo lugar se encuentra Akira, anime de 1988 que central para el género cyberpunk y fuente de inspiración para películas de la talla de Kill Bill, The Dark Knight e Inception.
Las barreras del orientalismo
La distancia ya no es impedimento, si bien vivimos un mundo de entretenimiento monopolizado por Hollywood, Internet nos ha abierto una puerta para consumir contenido de cualquier parte del globo.
Buena parte de la negación al entretenimiento japonés se encuentra en lo que Edward W. Said calificó como orientalismo. El crítico palestino durante sus estudios encontró que por siglos la palabra Oriente era una invención europea, una construcción colectiva con relación al otro. En este sentido, definió al orientalismo como “un modo de relacionarse con Oriente basado en el lugar especial que este ocupa en la experiencia de Europa occidental”.
Said agregó que en Europa al crear la figura de Oriente se definió a sí misma, estableció una barrera con respecto al otro. En este sentido sin conocer al entretenimiento japonés, lo llenamos de prejuicios e ideas erróneas que lo han relegado a un nicho oculto, así nos construimos como seres que únicamente somos capaces de consumir contenido occidental.
Al final se trata de una cuestión de poder, colocarse por encima del otro y rechazarlo por no entender el entretenimiento que consume. Mientras se asumen superiores por no consumir los “monos chinos”, los otros están consumiendo contenido de la más alta calidad y complejidad.
