Akem, sex streamer: “Descompuse mi compu con un squirt”
De un squirt destruyó su computadora. Evocar el incidente la dobla de risa. Del otro lado de la pantalla, Akem me dice: “Siempre he tenido el control de venirme cuando yo quiero, no sé qué pasó esa vez”.
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Lo que sucedió es que la joven tengo delante de mío, en una reunión de Zoom, trabaja como sex streamer. Todos las noches transmite por la plataforma Strip. A veces sólo juega videojuegos mientras conversa con su comunidad. Pero otras, como aquella en la que eyaculó a más de un metro de distancia, las cosas se ponen candentes. Sus fans la invitan a pasar a una sala privada donde los estímulos de dinero electrónico motivan a la modelo se quite la ropa, interactúe con juguetes y se masturbe. A veces con consecuencias de tsunami.
“Yo creo que estaba ovulando, no sé, pero estaba muy caliente. Los chicos empezaron a donar y donar dinero y… cuando me di cuenta, sentí cómo se me escapó un chorro caliente y fue a dar directamente a la laptop. Era la primera que tuve, con la que aprendí a transmitir. De repente se apagó, yo la volví a encender y le empezó a salir humito”.
Akem se cubre la cara con ambas manos, entre apenada pero a la vez divertida.
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“Cuando logré entrar al privado otra vez, los fans que estaban conectados se empezaron a burlar. ‘Cuidado con el show de los delfines’, ‘Traigan su paraguas y pónganse su impermeable’. La neta yo tenía mucha ansiedad por mi compu, porque no volvió a jalar igual. Lo único que pensé fue: ya lo diste todo, guerrera. Porque obvio no la iba a llevar a arreglar, ¿qué le iba a decir al güey que la reparara? ¿que adentro había un squirt? No, pues todo lo que gané ese día se me fue en comprarme otra compu y esa vez sí elegí una que tuviera el CPU separado de la pantalla”.
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Chamarrotas pa la banda
Akem es bonita. Mucho. Pero a ella le costó aceptarlo. Hoy en día es habitual que la madrugada la sorprenda desnudándose delante de la pantalla. Pero antes, me confiesa, “siempre andaba con chamarrotas, toda tapada. Entonces, de repente un día me pongo a transmitir y me dicen: ‘a ver, enséñame una chichi’. Güey, yo estaba temblando, así que acabé dando un show casi gratis, porque ni siquiera sabía cómo elaborar un menú de tips”.
Hoy en día, es una maestra hasta de la modalidad de “chupi streams”; o sea, que a medida que sus fans le envían estímulos económicos ella se va tomando un shot de vodka detrás de otro.
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“Luego, quieren que les baile o que les hable y como ya ando medio hasta atrás, eso lo hace más divertido”.
Lo que Akem y las sex stream girls hacen, es una mezcla de las antiguas cabinas de peep show, en el que por una moneda insertada en la máquina, una modelo complacía a los vouyeristas; pero también de un experimento de laboratorio en el que ella improvisa un show que tiene dos objetivos por delante: que las personas se queden conectadas y que donen la mayor cantidad de dinero posible.
“Me costó agarrarle cariño a esto, pero hoy ya puedo decir que me excita ver cómo les excita lo que hago”.
De niña de familia a diosa de la compu
Le pido a Akem hablar de su vida antes de ser sex streamer. Me cuenta que era una niña familia. A los 18 años se casó con un hombre de 25. Le atraía la idea de comerse el mundo a bocados. Vivir fuera de su casa y ser una esposa de tiempo completo. Hasta que descubrió las varias infidelidades de su marido y optó por divorcio.
Sólo que se presentó un problema.
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“Él era quien me mantenía, literal, todo, desde la ropa hasta la comida. Así que de repente me vi sin recursos y en pandemia, sin trabajo”, recuerda.
Centennial al final, buscó opciones en Internet. Encontró un posteo de una mujer que se pronunciaba por los derechos de las trabajadoras sexuales y entre ellas mencionó a las “strippers de webcam”. Así que Akem, que entonces aún utilizaba su nombre de pila, el mismo que me pide no divulgue pero empieza con “M”, se puso a investigar qué rayos era eso.
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Descubrió que eran chicas que se conectaban todas las noches para ofrecer un show para mayores de 18 años y que no ganaban nada mal.
“Leí que algunas ganaban hasta 15,000 dólares por noche y dije: no mames, de aquí soy”.
A mí me gusta chambear de noche
A su mamá le costó entender a lo que se dedicaba, reconoce, hasta que la vio llegar a su casa con sendas bolsas de despensa. Ahora, su familia ya se acostumbró a que, debido a las desveladas, ella nunca asiste a los desayunos familiares “o de plano llego en vivo, para después irme a dormir hasta las 4 de la tarde”.
Poco a poco, Akem fue perdiendo el pudor de los primeros días. Encontró la manera de mantener a su comunidad interesada. Lo mismo hace karaoke que experimenta con juguetes sexuales delante de la cámara. De hecho, me confiesa que esto último sí modificó la manera en la que disfruta de su propio placer hoy en día.
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“Sí he desarrollado una codependencia con los juguetes, pero es que sí me complacen rico. De repente puede haber alguien que me gusta, pero me dan ganas de decirles: si no vibras, no me interesas. No me harás tener un squirt (risas)”.
Y hubiéramos continuado con la charla, pero Akem se tenía que conectar a Strip. Espero que hoy también tenga un orgasmo explosivo y su computadora nueva no pague los platos rotos.
