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Extasionamiento: La chica que hizo un ménage à trois con dos pepinos

Por: Arturo Flores 16 May 2020
Un día experimentó metiéndose el control remoto de la televisión, después se hizo derretir en el interior de su cuerpo una docena de paletas de hielo y así
Extasionamiento: La chica que hizo un ménage à trois con dos pepinos

Su lista de amantes puede no ser la más grande, pero sí la más variada. Entre quienes le han prodigado placer figuran representantes del reino animal, vegetal y mineral. Sonia es una masturbadora compulsiva que ha frotado el clítoris contra una mesa de comedor, un pupitre escolar, la barda de su casa, varias almohadas, la corteza de un árbol y también decenas de arbustos.

Pero eso no es todo. La mujer que sorbe una taza de té delante de mí, después de que en una fiesta me platicara acerca de su pulso incontenible por la autosatisfacción, me cuenta que se ha metido en la vagina varios lápices, un control remoto, una varita mágica, paletas heladas de varios sabores y —no en vano se define como foodie— el platillo fuerte, dos pepinos de buen tamaño con los que improvisó un vegano ménage à trois. Mientras se introducía uno por la vulva, con el otro se penetró por el ano.

“Masturbación es estimularse los órganos sexuales mediante caricias, o por otro medio, para obtener placer sexual”, dice la Real Academia. Los intelectuales ignoraban lo que otro medio abarcaría mientras redactaban su definición. Sonia definitivamente lo ha llevado al siguiente nivel.

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Como cuando Isaac Newton descubrió la gravedad cuando vio caer una manzana del árbol y Arquímedes exclamó su legendario “¡Eureka!” después de meter un pie en la tina del baño, Sonia experimentó su despertar sexual siendo apenas una chiquilla que rozaba su dedo por encima de los calzones.

—La primera vez que me masturbé y me vine, no sabía lo que sucedía. Pensé que me había hecho pipí.

Cuenta la leyenda que el Marqués de Sade se masturbaba hasta 120 veces por día, mientras estuvo preso en La Bastilla.

Lo único que a esta fotógrafa de 30 años cuando era niña le impedía romper el récord era la vigilancia de los adultos. Pero a medida que crecía, comenzó a experimentar de formas cada vez más audaces. Se talló contra el tallo de una planta, pero también aprovechó una distracción de su maestra de química para servirse de una banda en su búsqueda de placer.

Su curiosidad no conoció límites. Hasta que cumplidos los 15, resolvió perder su virginidad.

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Se acostó con un muchacho que era su novio, con quien descubrió lo bien que se sentía tener algo dentro. De hecho, entrenada como había estado desde muy pequeña en el reconocimiento de la hoguera que ardía entre sus piernas, no le dolió cuando se le rompió el himen. Pero además, como sabía perfectamente qué es lo que hacía venir, se valió del pene de aquel imberbe estudiante para alcanzar el éxtasis.

–Prácticamente me masturbé con su cuerpo, pobrecito. Caí como un costal a su lado después de hacer un squirt, y eso que fue mi primera vez.

Más adelante lo hizo también con el juguete de peluche que él se ganó para ella en un concurso de feria. Convenientemente era una víbora.

Aquella primera relación sexual abrió la Caja de Pandora. Se hizo adicta a sentir aquel volcán en erupción después de penetrarse con algún objeto. Los ojos se le apagaban, como en la disolvencia final de las películas, hasta que veía todo negro. El cuerpo se le ablandaba y parecía que flotaba en una bruma densa y a-cogedora. Nunca mejor dicho.

Un día experimentó metiéndose el control remoto de la televisión, después se hizo derretir en el interior de su cuerpo una docena de paletas de hielo y así, hasta que una tarde de calentura e inspiración, Sonia se puso un abrigo para ir al mercado a buscar un pepino. Eligió dos de buen tamaño y amplia curvatura. Igual que hacía con todos los objetos, les colocó un preservativo y embadurnó de lubricante, antes de meterse uno por cada sacrosanto orificio.

Entre los beneficios que los nutriólogos destacan del pepino está la gran cantidad de agua que contiene, además de ácido fólico y vitamina C. Pero Sonia le añade una más: “nunca te pone el cuerno y es el más similar al pene, por lo que el orgasmo que obtuve casi me desmaya”.

Porque créanlo o no, la Masturbadora compulsiva jamás en su vida ha tenido un dildo. Como en el himno nacional, “un soldado en cada objeto le dio”.

 

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