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Con la primavera llega la fertilidad y ¿las fiestas orgiásticas romanas?

Por: Iván Montejo 23 Mar 2020
Se decía que los romanos celebraban la llegada de la primavera con las bacanales, fiestas de exceso y lujuria, ¿cuál es la verdad?
Con la primavera llega la fertilidad y ¿las fiestas orgiásticas romanas?

La primavera es el reino de la fecundidad, cuando las cosechas renacen y los animales salen de sus escondites; por siglos el fin del invierno implicó una serie de ritos que buscaban favorecer la riqueza de los campos. La sexualidad siempre ha estado ligada con la fertilidad, por lo que jugaba un papel central en estas celebraciones; pero un particular caso se convirtió en el mayor escándalo de Roma.

 

El amor por la desnudez

Los eventos comenzaban en febrero con las lupercales, celebraciones anuales dedicadas a Fauno. Ritos en los que los luperci se quitaban todas sus prendas e inmolaban a un perro y a una cabra; ya desnudos corrían golpeando con correa de cuero a las mujeres que encontraban en el camino. Roger Bartra en El Salvaje en el espejo, explica que la falta de ropa no era coincidencia al citar una fábula de Ovidio.

La historia narra la ocasión en que Fauno vio a Onfala y Heracles entrar a una cueva, enamorado de la dama, “el favorecedor” esperó la noche para poseerla, pero Onfala tomó la piel y el garrote del héroe, mientras que Heracles porta las prendas de su amada. En la oscuridad, Fauno intenta satisfacer sus deseos y se sorprende al descubrir la verdad: “Sube y se acuesta en la cama, con su falo más duro que un cuerno. Levanta la orilla de los vestidos: ahí se tensaban piernas ásperas y densamente peludas”.

Heracles terminó por arrojar a Fauno de la cama, traumándolo para siempre y deseando ver a todos sus seguidores desnudos para no volverse a equivocar.

 

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Las bacanales

Los romanos vieron en sus territorios este “salvajismo” similar entre los griegos en la forma de la bacanal, los textos de la época la clasifican como un culto religioso, pero en cambio se trató de una celebración donde el vino, la alegría y el placer poseían a los invitados.

El Senado Romano se alarmó de estos ritos cuando escuchó el testimonio de Hispala Fecenia. Tito Livio, historiador romano, recuerda que la dama confesó que había pertenecido al culto, el cual utilizaba vino y banquetes para atraer a un mayor número de seguidores. La cortesana agregó que en un principio sólo las mujeres eran aceptadas y los ritos se llevaban a cabo en el día; pero todo cambió con la entrada de una mujer llamada Paculla Minia: se aceptaba a cualquier persona sin importar la edad, el género, la clase, muchos eran llevados a la fuerza, los cultos se hicieron nocturnos e incluyeron asesinatos rituales y festines caníbales.

Los ritos fueron descritos en palabras del historiador romano de la siguiente manera: “Cuando el vino había inflamado los espíritus y la noche y la mezcla de hombres con mujeres, jóvenes con viejos, había destrozado todo sentimiento de decoro, todas las variedades de la corrupción empezaban a practicarse, pues cada uno tenía a mano el placer que respondía a las inclinaciones de su naturaleza”.

 

El fin de la fiesta

No se sabe si el testimonio de Tito Livio fue exacto o si se trató de una exageración para suprimir un rito que estaba fuera de la disciplina romana. En 186 a.C. se prohibió el culto en toda Italia y se persiguió a cada persona que estuviera implicada en él, una decisión algo poco común en un estado que se había caracterizado por enarbolar una religión inclusiva que añadía constantemente nuevas deidades al panteón.

 

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Esta persecución más que una reacción ante la supuesta sexualidad y violencia del rito, se trató de una forma de reafirmar el dominio de la élite romana. Las bacanales fueron vistas como expresiones extranjeras que amenazaban con el poder latino y otros grupos recibieron el mismo trato de desprestigio y ataque.

Roger Bartra termina su disertación sobre las bacanales con la descripción de una secta, transcrita por Minucius Felix: “En cuanto a la iniciación de nuevos miembros, los detalles son tan desagradables como bien conocidos. Un niño, cubierto de masa de harina para engañar al incauto, es colocado frente al novicio. Éste apuñala al niño… engañado por la masa cree que sus golpes son inofensivos. Luego –¡es horrible!—beben ávidamente la sangre del niño y compiten unos con otros mientras se dividen sus miembros. Se sienten unidos por medio de esta víctima, y el hecho de compartir con todos sus hijos, hermanas, madres, gente de todos los sexos y edades. […]”.

El cuadro no se trata de una bacanal, es una descripción de las celebraciones cristianas de la eucaristía y el ágape, ¿los cristianos practicaban sacrificios humanos y la primavera se celebraba con canibalismo y orgías? Puede ser que todo haya sido una forma de mirar al otro como un salvaje.

 

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