¿Cómo funciona el espionaje telefónico? Tu boca te puede traicionar
La embajada de Estados Unidos en México, ese lugar que parece una caja de mármol gigante cuyos colores y muebles hablan del sofisticado gusto de sus altas autoridades, rodeada de vigilantes vestidos para la guerra y que se comunican en inglés con amenazantes miradas de por medio, mexicanos muy arreglados tratando de conseguir una credencial para una mejor vida en el norte o que sólo están buscando cumplir otro tipo de sueños en Disney, y llena de ojos electrónicos y más rejas que un pequeño departamento de unidad habitacional de la delegación Gustavo A. Madero, salió de pronto de su soporífera jornada con una amenaza de bomba. La emergency hotline, que no me queda claro si es un teléfono rojo como el que vemos en las series chafas, sonó y los equipos de inteligencia entraron en acción.
El “sitio”, como se conoce a un pequeño espacio en donde operan hackers y espías con otro tipo de cargo oficial para no llamar la atención de las autoridades locales y enemigos de su sistema, fue informado por buenas fuentes confidenciales que la policía de la Ciudad de México respondió a una amenaza que les interesaba atender. El artefacto, les dijeron, estaba en un vehículo de un oficial de la U.S. Embassy.
El SCS (Special Collection Service) de Mexico City se puso en acción. Lanzaron alerta a sus empleados, fueron a buscar a las autoridades locales, guardando una sana distancia, y al final descubrieron que fue un anuncio falso, una falsa alarma.
Sin embargo, los servicios de inteligencia encendieron la llamada Human Language Technology (HLT) para comenzar a rastrear conversaciones telefónicas entre el 1 y 2 de agosto. En las últimas 48 horas, se le pidió al software. La palabra clave era “bomba”.
Imagine que de pronto teclea en una computadora, tal como si fuera Google, una palabra clave. Esa keyword, de pronto, comienza a buscarse entre todas las llamadas que se hacen en esta zona urbana de más de 20 millones de habitantes, en el espacio temporal que se defina.
La palabra “bomba” arrojó mil 300 llamadas que coincidían con la mención, en los últimos dos días. Los espías estadounidenses continuaron metiendo filtros a las conversaciones, hasta que les quedaron en sus máquinas 40 llamadas telefónicas. Una de ellas coincidía totalmente con el aviso que los hizo salir de su rutina. Era una charla de un representante del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), que había estado investigando esta amenaza hasta que las pistas apuntaron hacia el auto del estadounidense de servicio en este país.
“Bomba”. Los del Special Collection Service hicieron este rastreo de palabras, en miles de minutos de audio, en apenas cuatro minutos. Cuatro minutos tomó un análisis de una amenaza a la Embajada de Estados Unidos gracias a un programa especial llamado HLT. Los lingüistas de ese lugar habrían tardado semanas en descifrar con esa precisión la fuente original del mensaje.
La Ciudad de México, deben saber, aunque ellos no quieran decirlo y la investigación diga Top Secret, ha sido una zona de ensayos de esta tecnología que claramente viola tu privacidad sin tu consentimiento, sin que lo sospeches, desde mayo de 2010.
Con casos como el de la bomba falsa han conseguido perfeccionar sus técnicas de espionaje a partir de las conversaciones telefónicas en todo el mundo.
Con herramientas para el análisis del lenguaje, búsqueda de palabras, reconocimiento de voz y hasta inteligencia artificial, los espías estadounidenses tienen registrados tus secretos más oscuros, más privados y más culposos.
Ten cuidado con lo que dices, tu boca te puede traicionar.
