Exagero como Warrior: El “Vasco” y Elton John

Atrevido y casi siempre valiente, a Javier Aguirre le repugna la zona de confort. No es de los que vaya por la vida en autopista de cuatro carriles. Prefiere, por el contrario, el camino sinuoso y lleno de curvas. Disfruta más de la vida dándole giros inesperados al volante de su vida.

Lo hizo cuando, siendo jugador del América, decidió ir al naciente futbol de los Estados Unidos con Los Angeles Aztecs. Equipo que por cierto, operó con capital de Elton John y donde también militaron figuras de la talla de George Best y Johan Cruyff, impulsando el “soccer” de los años ochenta.  Por aquellos tiempos, nadie sabía a ciencia cierta cuál sería el verdadero destino del futbol en la tierra de las barras y las estrellas.

Javier Aguirre puede darse el lujo de relatar que nació en el América y que se retiró en las Chivas. Que fue mundialista como jugador y doblemente mundialista como entrenador (Japón-Corea 2002 y Sudáfrica 2010). Que hizo campeón a Pachuca (Invierno 1999), siendo apenas la segunda causa a la que dirigía y que en lugar de quedarse cómodo en nuestro país, optó por emigrar a Europa. No cualquiera.

Entrevista a Javier Aguirre: nunca volví a ver el partido contra Estados Unidos

Bien pudo ser el clásico entrenador “mil equipos” en México. De esos que están a la espera de que algún colega tropiece para entrar al rescate. De esos que acumulan ocho o diez clubes, de esos que abundan, de esos que esperan pacientes aparezca otra oportunidad sin importar el proyecto y que mientras hacen fila, se promueven a través de las pantallas de la televisión con pasaporte de analistas.

Javier Aguirre es de los que no le teme a nada. Ni a las costumbres distintas ni al idioma imposible. Dirigió a Japón con la misma convicción con la que dirigió a Egipto. Que haya funcionado o no, es otro tema. Quisiera saber cuántos técnicos mexicanos se habrían animado a decir que sí o a cuántos les hubieran llamado.

Si la vida fuera matemática pura, el “Vasco” odiaría aquello del común denominador y buscaría cualquier otra ecuación para llegar al resultado esperado. Se ha abierto paso haciendo camino por sí solo. Nadie le regaló nada.

Indescifrable. Recuerdo perfecto cómo en el proceso rumbo a Sudáfrica 2010, Javier Aguirre fue mutando hasta ser irreconocible. Escondía la mirada con una gorra que bajaba hasta la nariz para evitar cualquier contacto visual con la prensa. No se dejaba grabar y daba la espalda a las cámaras en los quince minutos permitidos para ver alguno de sus entrenamientos. Parco frente a nosotros aunque, estoy seguro, por dentro se reía de las formas extrañas que utilizaba como método de defensa.

Dicharachero, frontal y directo. Tiene la vida resuelta. Vive bien, viaja mucho. Javier Aguirre regresará a la escena, ahora con el Leganés de España con el reto de salvarlo. Es el colero pero no el más pobre. Hay siete clubes con menor presupuesto que el equipo de Butarque. Dirían algunos, ¡qué necesidad de meterse ahí! Pero eso ha sido, es y será Javier Aguirre. El hombre que desafía al presente y que disfruta como pocos, torcer el destino.

Si llevó al “Bofo” Bautista a un Mundial, si ha sabido librar persecuciones legales, si fue colchonero, faraón y nipón, ir a uno de los coleros de España es peccata minuta.