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Difícil de creer: Al cerebro le gusta el reguetón

Por: Sergio Sepulveda 06 Mar 2020
Porque no le gusta cansarse. ¿Te cuesta creerlo? Escucha el más reciente éxito de la Rosalía y disfruta cómo te va penetrando en lo más profundo del alma.
Difícil de creer: Al cerebro le gusta el reguetón

¿Por qué decimos odiar una canción y, al mismo tiempo, la tarareamos todo un día? ¿Acaso el cerebro sabe más de música que un par de oídos? La respuesta más simple es que el cerebro es un tanto huevón. Explico.

Cuando mi padre, un joven de menos de 30 años de edad, pasaba a casa de mis abuelos para llevarme a nuestro hogar, se extrañaba de la canción de moda que yo traía pegada; mi papá, que tenía alma rockera, siempre intentó llevarme por “el camino del bien” e insistía en alejarme de la música pegajosa, de baja calidad para él. Entonces, en el vochito siempre oíamos rock, dosis de guitarras, bajos y baterías donde nunca faltaban Queen, The Beatles o The Doors.

En esos años le hice caso a mi padre y yo me obligaba a cantar solamente las canciones del rock; sin embargo, de manera involuntaria, siempre terminé cediendo ante las canciones de moda, sin importar el género musical.

¿Por qué se nos pegan algunas canciones, cuando de manera consciente decimos que no nos gustan o no queremos repetirlas ? El responsable es nuestro cerebro, órgano que controla todo, incluido nuestro gusto musical.

De acuerdo a las frecuencias que tienen algunas canciones, entran al cerebro, y con la repetición generan circuitos de repetición, valga la redundancia. Estas melodías logran introducirse a estructuras cerebrales que están relacionadas con memoria y con reverberación de información; en palabras simples, cuando una melodía pegajosa entra al cerebro, nos rebota en la cabeza durante todo el tiempo.

Las canciones que se nos pegan tienen la pinta de composiciones ingenuas, cuya letra, la gran mayoría de las veces, no pretende transmitir un mensaje que nos haga reflexionar, son composiciones para sólo pasarla bien; no obstante, aunque tienen la facha de ser canciones para usarse y tirarse, su diseño es el de un earworm, es decir, un gusano del oído.

Una canción pegajosa, por su ritmo repetitivo, se mete a los ganglios basales y empieza a dar vueltas, independientemente de si nos gusta o no. De tal manera que su reverberación asegura que se encuentre ahí clavada.

Hay que subrayar que los ganglios basales están situados en la base del cerebro, o sea, cuando una canción ya llegó hasta ahí, prácticamente está en lo más íntimo de nuestra mente. Entre otras cosas, los ganglios basales son responsables de repetir información para que una persona atenúe procesos de atención. Explico. De seguro te ha pasado que vas conduciendo “en automático”, sigues una ruta determinada, que has recorrido una y otra vez, y al llegar a un lugar te das cuenta de que en realidad querías ir a otra dirección o simplemente no hiciste conciencia de cómo llegaste a un sitio, ni te percataste de los detalles que sucedieron mientras manejabas. Acciones como ésta, se las debemos a los ganglios basales, que nos ayudan a realizar más de una actividad sin entregar nuestra atención por completo a cada una de ellas.

Cuando una canción habita los ganglios basales difícilmente va a salir, estamos condenados a tararearla, mínimo hasta que se largue de las listas de popularidad, a menos que ingrese otro jingle del mismo tipo. Es decir, que sea repetitiva  y comúnmente de bits rápidos.

¿Y por qué el cerebro se adapta a las frecuencias repetitivas que siempre tiene cualquier canción pegajosa? Simple pero importante, porque nos genera placer. El doctor Eduardo Calixto sostiene que “la felicidad, desde el punto de vista biofísico, consiste en trenes de frecuencia repetitivos”.

Con esto justificamos el éxito comercial de una rolita que a la luz de la crítica más férrea podría lucir básica, pero en su composición están los ingredientes que le encantan al cerebro: repetición rápida y bits rápidos, otra forma de definir canción pegajosa.

¿Será que a nuestro cerebro no le agrada pensar o trabajar cuando se enfrenta al consumo de música? No es tanto eso, el cerebro está dispuesto para las operaciones más complejas, pero es muy listo, tan listo que es uno de los órganos que cumplen el principio de la biología que reza máxima eficiencia con el mínimo gasto de energía, por eso los bits repetitivos le gustan tanto, porque le garantizan menor atención y menor energía durante el proceso de escuchar.

Hasta aquí, si tú eres de los poperos o reguetoneros de clóset que culpan al consumo de alcohol o al gran ambiente con los cuates por pararse a bailar y cantar en el antro el reguetón de moda; si eres de los que cantan en el coche esa canción que les da pena en público, tranquilo, de ahora en adelante puedes decir “no soy yo, es mi cerebro”. Difícil de creer.

Porque no le gusta cansarse. ¿Te cuesta creerlo? Escucha el más reciente éxito de la Rosalía y disfruta cómo te va penetrando en lo más profundo del alma.

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