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Mundo trans: una vida partida en dos

Por: Arturo Flores 20 Ene 2020
“Eres un desperdicio de mujer”, le dijeron a Iker. Aunque cambiar de identidad legalmente cuesta menos de 65 pesos, las […]
Mundo trans: una vida partida en dos

“Eres un desperdicio de mujer”, le dijeron a Iker. Aunque cambiar de identidad legalmente cuesta menos de 65 pesos, las personas transgénero de la generación Z continúan enfrentándose a la discriminación de sus mayores.

Cuando vio a Iker, una señora mucho mayor, horrorizada, comenzó a persignarse delante de él. Pero eso no ha sido lo peor que le ha pasado. Una vez, alguien le dijo: “eres un desperdicio de mujer”.

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Iker. Fotografías de Cynthia Benítez

Estamos en pleno siglo XXI y aunque México, en especial la CDMX, ha dado grandes pasos en materia de igualdad de género, para las personas transgénero la discriminación continúa siendo parte de su cotidianidad.

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Iker nació mujer. Aunque desde muy chico descubrió que algo no marchaba bien. Su cuerpo y su mente no estaban en sintonía. Padecía disforia; es decir, el malestar que produce la discrepancia entre la identidad de género y el sexo asignado al nacer.

“En la secundaria fui muy marimacha. Me costaba mucho trabajo entablar amistad con las niñas. Pero al mismo tiempo, me gustaban las cosas que se consideran súper maricas, como los unicornios. En fin, me sentía muy descolocado en el mundo femenino. Una vez, una chica me golpeó y yo me defendí, pero vino su novio y me rompió un oído”, me cuenta delante de una taza de café.

Iker es un tipo menudo, carismático. Habla con firmeza. Se refiere a esa primera mitad de su existencia como si le perteneciera otra persona. Está de acuerdo en que ser trans se parece a haber vivido dos vidas.

“Sí existe una línea divisora antes y después de que tomara la decisión. Sobre todo por una relación que tuve con un chico, estuvimos a punto de casarnos pero aunque me aceptó como soy, no se quiso aventar el tiro”.

Prefería las muñecas

Caso contrario al de Michelle, antes Brandon. Una mujer trans cuya relación sentimental con su novia superó el cambio que decidió llevar a cabo. Van a cumplir 7 años juntas y aunque Michelle tiene que prescindir de su maquillaje cuando va a visitarla a casa de sus padres, está consciente que el tratamiento hormonal al que se sometió comienza a rendir frutos. Muy pronto no podrá ocultar sus formas de mujer.

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Michelle. Fotografías de Cynthia Benítez

Su transformación no fue sencilla. Aunque desde muy niño recuerda vistiéndose a escondidas de mujer, “pensé que era travesti”.

Lo que inició como una travesura, acabó por convertirse en un secreto que le dolía guardar. Porque aunque solía vestirse con camisetas de Iron Maiden o Metallica, le gustaba mucho más jugar con muñecas. Poco a poco y a medida que crecía, se fue hundiendo en una profunda depresión que lo orilló a considerar quitarse la vida.

“Pero entonces comencé a buscar una respuesta en Internet y así descubrió lo que eran los trans. Dije: creo que encajo ahí”.

“¿Te vas a poner pito?”

A Iker no fue un amigo, un familiar o un terapeuta quien lo animó a dar el paso. Ese crédito le corresponde a una YouTuber.

Ophelia Pastrana es una mujer transgénero que además de producir contenidos sobre ciencia, tecnología y comedia, habla abiertamente de su transformación, además de representar uno de los iconos contemporáneos de la comunidad LGBT+.

Sus videos inspiraron a Iker a comenzar con una terapia psicológica que lo ayudó a encontrarse. Es un hombre trans que se siente atraído por otros hombres.

“Eso es lo que más risa me da, entre las preguntas idiotas que me hacen figura el ‘¿y te vas a operar para ponerte pito?’, ¡yo ni siquiera tengo tratamiento hormonal! Es más, hay quienes me dicen lesbiana cuando a mí ni siquiera me gustan las mujeres”, explica.

Casi como un espejo, aunque en el otro extremo, Michelle es una mujer trans a la que le gustan las mujeres.

“Todos tenemos un poco de heteronormatividad en nosotros, pero quizá la más evidente es esa parte en la que a los hombres les deben gustar las mujeres y viceversa. En mi caso no es así”.

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Fotografías de Cynthia Benítez

Un hetero no sale del clóset

Ambos coinciden en lo difícil que resulta reconstruirse socialmente como personas después de aceptarse como trans. Michelle realizó su cambio de identidad en la Oficina Central del Registro Civil de la Ciudad de México. Coinciden en que es un trámite sencillo y rápido.

En la página de la Consejería Jurídica y de Servicios Legales del Gobierno de la Ciudad de México, se puede consultar un comunicado fechado el 26 de septiembre de 2016 que manifestaba que hasta ese momento, 940 personas habían solicitado su cambio del género masculino al femenino y 560 del femenino al masculino. En el mismo, se detalla que el costo es de 62 pesos por la generación de la nueva acta. Los interesados deben ser mexicanos y mayores de edad, además de manifestar su intención de cambiar de género de manera libre y voluntaria.

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Fotografías de Cynthia Benítez

Sin embargo, es más complicado hacer que la familia lo comprenda, dice Michelle.

“A mi mamá se lo dije cuando llevaba dos meses de tratamiento hormonal, pero hay muchos otros familiares que no lo saben. Ni se los pienso decir, no tengo la obligación. Un heterosexual no tiene que ir con su papá y decirle: ‘tengo que confesar que me gustan las mujeres’, así que no veo por qué los gais, bisexuales o cualquier integrante de la comunidad sí está obligado”, expresa.

Ella, por ejemplo, simplemente un día llegó a la escuela (estudia Matemáticas en el Politécnico) vestida de mujer. Nadie le preguntó absolutamente nada. En una población promedio de 2,000 estudiantes, Michelle ha conocido a tres trans.

Donde su recibimiento no ha sido tan cálido es en el mundo laboral. Una vez atendió a una solicitud para ser profesora en una secundaria, pero cuando llegó a la entrevista se dio cuenta que se trataba de una escuela católica.

“Me entrevistó una monja y desde ahí supe que me había dado la vuelta en vano. Ya sé cómo piensan, creen que ser trans es como tener gripa y que vamos a contagiar a los alumnos”.

Aunque su familia ha sido mucho más receptiva con su condición de trans, para Iker el panorama de trabajo ha sido otro. Donde labora se sigue presentando con su identidad pasada.

“Pero el otro día fui a una entrevista de trabajo en un lugar mucho más amigable, desde que llegué el chico que platicó conmigo tachó el nombre de mi currículum y me preguntó cómo quería que me llamara. ¡Se me hizo súper lindo!”.

De Miss España a Maluma

Michelle, a diferencia de Iker, se ha sometido al tratamiento hormonal y psicológico en la Clínica Especializada Condesa, la única que ofrece este servicio a las personas trans.

Al respecto, la activista y mujer transgénero Diana Sánchez Barrios manifiesta en entrevista que lo que debería suceder es que, en lugar de existir clínicas especializadas y exclusivas para las personas trans, los pacientes deberían acudir a cualquier clínica y contar con médicos capacitados para tratarlos.

“Las personas trans no acuden a las clínicas porque los doctores las tratan mal, las estigmatizan, las envían a los pabellones de hombres o los llaman por su nombre que les dieron al nacer y no el elegido. Deberían existir mejores protocolos y endocrinólogos que nos den las hormonas que necesitamos, porque muchas prefieren hormonizarse a partir de recomendaciones de boca en boca y por eso se les pudre el cuerpo”, denuncia.

Derechos Humanos

Diana Sánchez Barrios, activista y mujer transgénero. Fotografía de cortesía.

Se ha avanzado, pero falta. Sobre todo en términos de aceptación. Iker recuerda aquella vez que una señora se persignó delante suyo, horrorizada por ver a un jovencito trans delante de ella y comenta: “El mejor ejemplo de nuestra ideología está en las redes sociales. A Miss España no la aceptan como mujer, pero a Maluma con tantito afeminado que se vea, le hacen burla porque ya es mujer, ¿quién chingados los entiende?”.

 

 

 

 

 

 

 

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