Durante la prehistoria de Japón, la religión nativa, hoy conocida como sintoísmo, estaba marcada por la libertad sexual, ya que sus creencias se basaban en la fertilidad, tanto del ser humano como de la Tierra. Para el Japón antiguo, el sexo no tenía una connotación vergonzosa, pecaminosa ni representaba un tabú.
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Durante este periodo, se realizaron las pinturas Shunga. El Shunga se traduce literalmente como “traseros de primavera”, ya que primavera es una metáfora del acto sexual. Los shunga describen de manera explicita las relaciones sexuales.
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Durante los períodos Nara (712-793) y Heian (794-1186), surgió el tipo de dibujo conocido como osukuzu-no-e, que se centraba en explicaciones médicas, aunque con tendencia a exagerar las proporciones de los genitales con la intención de mantener el interés visual. Durante finales del período Heian, uno de los principales exponentes del arte japonés fue Toba Sojo, un monje budista de la rama shingon.
A él se le atribuye generalmente uno de los rollos más antiguos que se conservan, llamado Yobut su kurabe, donde se observa una competencia entre cortesanos por el tamaño de sus penes, deformes y exagerados de forma cómica.
Por otro lado, comenzaron a producirse los shunga emaki, estableciéndose como una forma de arte entre los sacerdotes, la aristocracia y la clase Samurai.
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En este periodo llegó el Budismo a Japón y, a partir de ello, se creó el Nanshoku. El Nanshoku es cuando un monje más joven, normalmente prepuberto, llamado chigo, pasaba a estar bajo el ala de un monje mayor llamado nenja. Ambos mantenían una relación homosexual con el propósito de mantener el respeto al monje superior. El término fue importado a Japón por los monjes que estudiaron el budismo en China.
En este periodo, los Samurais adoptaron la práctica Nanshoku, ellos la llamaban wakashudo. El shudo (abreviatura de wakashudo) fue una práctica común y vista con normalidad entre la sociedad samurai de Japón.
Shudo se puede traducir como “el camino del joven hombre”. Consistía en las prácticas homosexuales entre un hombre joven y su maestro, a modo de despertar sexual, pero sobre todo para inculcarle valores como la honestidad y la virtud.
El shudo buscaba crear guerreros arrojados, rudos, siempre a la sombra del maestro. Por ello, el nenja (el tipo de mayor edad) debía tomar bajo su cobijo al wakashü (el joven aprendiz) y mostrarle la realidad del mundo, incluyendo la sexualidad. Era una forma de mostrar sumisión al código del honor samurai y un respeto por la figura del maestro.
Pero detrás de esta práctica, realmente se escondía un pensamiento bastante misógino. El objetivo primordial del shudo era evitar que el primer contacto sexual de los hombres fuera con mujeres, ya que podían adquirir “hábitos femeninos” o “feminizarse”.
El guerrero debía ser todo menos dócil o sensible, atributos considerados exclusivos de la mujer.
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Algo que también marcó este periodo fueron los libros de almohada. Son cuentos, diarios íntimos o narraciones eróticas de la literatura japonesa, caracterizados por su lenguaje metafórico, exquisito y refinado. Muchos fueron escritos por mujeres de palacio que destacaban por ser cultas e instruidas.
Con el nacimiento del arte ukiyo-e, comenzaron a ilustrarse mediante grabados de tinta Shunga ideados para informar, emocionar y entretener a través de escenas explícitas que describían relaciones sexuales de todo tipo entre los más variados actores de la sociedad japonesa de la época: aristócratas, comerciantes, Samuráis, monjes budistas, geishas, cortesanas, incluso seres fantásticos y mitológicos.
A partir de este periodo se empiezan a restringir los shunga en pinturas, pero se siguen realizando a través de sellos o estampas del mundo flotante (Xilografia Uyiko). Para evitar la censura, los artistas se las ingeniaron reemplazando los genitales por tentáculos de pulpos y usando la metáfora de flores como vaginas.
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Durante este periodo, la vida nocturna tomaba más fuerza como, el consumo de alcohol, apuestas, espectáculos teatrales protagonizados por Geishas y la proliferación de los servicios sexuales. A partir de esto, el estado creó el Shogun que buscaba contener y controlar estas actividades creando los Distritos del Placer.
Uno de los distritos del placer más populares y grandes era el de Yoshiwara hoy Tokio, estaba rodeado por una muralla con una sola puerta que facilitaba el control de los accesos y la circulación entre la zona de tolerancia y el resto de la ciudad. El señor feudal Toyotomi Hideyoshi fue el primero en concentrar la prostitución en zonas concretas de las ciudades.
En los barrios de placer del antiguo Edo, las cortesanas de más alto rango eran conocidas como Oiran, las más cultas y eruditas de las mujeres. Paseaban por los barrios en los que se permitía el acceso a las licencias, acompañadas de muchachas más jóvenes llamadas Kamuro, que se estaban entrenando para ser futuras Oiran.
Las prostitutas de mayor rango de Yoshiwara servían a ricos comerciantes, funcionarios del gobierno y señores feudales.
El barrio estaba animado, con prostitutas y clientes bebiendo sake juntos en el burdel primero. Los clientes adinerados eran invitados a una noche de comida y entretenimiento antes de ser llevados a casa de su acompañante para pasar la noche.
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Las Oiran tenían sus propios aposentos en la parte trasera de los establecimientos, mientras que las chicas de menor rango llevaban a sus clientes a una zona común llamada mawashibeya.
A Japón ya había llegado la fotografía y con ella algunos estilos del occidente. Se gestó el espectáculo visual del cuerpo femenino sexualizado Nūdo Shashin en el complejo proceso de hibridación cultural que caracterizó a este período histórico en Japón.
La naturaleza híbrida de Nudo Shashin no se caracterizaba por constituir una taxonomía de cuerpos homogénea; hay ejemplos donde el cuerpo de la mujer japonesa se mostraba con una fisionomía más estilizada recurriendo a modelos con corporalidades más “occidentalizadas”, posando en habitaciones tradicionales japonesas, mientras que en otros casos se puede distinguir fisonomías que responden más a la imagen “tradicional” del cuerpo de la mujer japonesa, con extremidades más pequeñas.
A partir de este momento se comenzó a producir una imagen de la “mujer japonesa” con el proceso de hibridación cultural entre Japón y Occidente.
Para inicios de 1920, se inició un movimiento Eroguro. Representó una forma de protesta ante los tabúes de la sociedad japonesa. En este se incluye violencia, sangre, decadencia y distintas inclinaciones sexuales sin ningún tipo de miramientos. El término Eroguro Nansensu proviene de una deformación de las palabras erotic (ero-), grotesque (-guro) y non sense (nansensu) a la japonesa.
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El Eroguro Nansensu se distingue porque se enfoca en fantasías eróticas oscuras combinadas con cosas asquerosas. El arte erótico se volvió una exploración intensa de lo hedonista, lo sensacionalista, lo anormal y lo tabú, lo cual no sólo reflejaba los nuevos deseos sexuales sino una erupción de un cambio político extremo.
A finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos ocupó Japón, el gobierno nipón tuvo la necesidad de calmar a los nuevos aliados, por lo que obligó a miles de mujeres japonesas, llamadas “Mujeres de confort”, a vivir en condiciones de auténtica esclavitud y prostituirse, llegan a tener 60 clientes al día.
Los soldados tenían la instrucción de no pagar más de 10 yenes por cada servicio, menos de lo que costaba un paquete de cigarros, y las violaciones se realizaban frecuentemente en los camiones, con más de un soldado participando en el acto.
Al terminar la ocupación en 1951 y como consecuencia de los abusos cometidos durante esos años, Japón mantuvo rígidas leyes sobre los materiales sexualmente explícitos.
Su venta estaba muy restringida, completamente prohibida a menores de 18 años y ocurrían numerosos actos de censura contra los materiales “obscenos” y considerados “dañinos para la juventud”.
A pesar de las rígidas leyes, la cantidad de material sexualmente explícito no dejó de crecer, aunque se mantenían ciertas prohibiciones como que no era permitido mostrar las áreas genitales.
Para 1965 con la popularización del manga, gracias a Osamu Tetzuka el padre moderno del género, el manga se empezó a producir para televisión, series y largometrajes, creando así el anime.
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Dando una nueva forma de representar el erotismo. A finales de los ochenta la interpretación de las leyes sobre obscenidad sufriría un cambio drástico, y la cantidad de materiales sexualmente explícitos se elevó, pasando de 20 000 en 1970 a 41 000 en 1990 y 76 000 en 1996.
Para intentar frenarlo, el gobierno creó el artículo del código penal 175, que prohíbe la representación de los genitales en productos culturales. Esto significaba que estaba prohibido mostrar genitales y vello púbico.
Muchas maneras se inventaron para mostrar escenas sexuales sin caer en la “indecencia”, como la pixelación, el oscurecimiento o simplemente dejar aquellas zonas en blanco.
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El arte de disimular estos elementos le dio al medio un gran valor expresivo, como consecuencia, el erotismo más que lo pornográfico y pronto se tuvo una simbología clara para estos elementos. Vaginas y penes fueron sustituidos por flores, conchas de mar, frutas y figuras obviamente fálicas.