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Guatemala, desgracia más allá del fuego

Por: Iván Montejo 12 Jun 2018
El domingo 3 de junio se estremecieron los cielos, el Volcán de Fuego de Guatemala despertó y generó una catástrofe nacional. Desgraciadamente, la tragedia se agravó por una pobre preparación
Guatemala, desgracia más allá del fuego

Los fenómenos naturales afectan a todas las personas que lo experimentan en cualquier medida, ya sea un terremoto, un huracán o una inundación. Cada uno tenemos nuestra propia historia sobre el hecho, la cual comienza en el inicio de la catástrofe. Se conoce a esta especie de recuerdo colectivo como Memorias Flashbulb (MFB), forjados por eventos espontáneos que marcan a toda una generación en unos cuantos segundos.

Estas memorias no discriminan, cada persona que sobrevivió a la desgracia recuerda el momento exacto en el que sucedió: el lugar en el que estaban, la persona con la que platicaban y lo que se encontraban haciendo. A diferencia de estos recuerdos, los fenómenos naturales no afectan a todos de la misma manera, lo que para unos fue un susto, para otros fue una tragedia de la cual nunca se podrán recuperar completamente.

 

volcán de fuego de Guatemala niña

 

Las costureras del 85 y las del pasado 19 de septiembre, los 9 mil nepalíes de 2015 y los más de 100 chilenos que murieron por un fuerte tsunami en 2010. En estos casos, la magnitud de las catástrofes naturales iba a cobrar numerosas víctimas, pero su paso destructor se vio agravado por la corrupción y la descoordinación de las autoridades. Las omisiones de los gobiernos hacen que las tragedias, a diferencia de las Memorias Flashbulb, sean selectivas y que impacten mucho más a los estratos más pobres de la sociedad.

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Un nuevo capítulo en esta oscura historia de omisión se volvió a escribir el pasado 3 de junio. La sociedad guatemalteca no es ajena al peligro constante que implica la actividad volcánica. El territorio está plagado de estas estructuras geológicas, y en el pasado en dos ocasiones se ha cambiado de lugar su capital por la constante actividad de estos entes.

Esta historia de experiencia nos llevará a pensar que los protocolos y las alarmas están listos para cualquier eventualidad, pero al parecer la historia se repite. Al igual que la pobre arquitectura de la Ciudad de México y la llamada a la tranquilidad de Michelle Bachelet unos momentos antes del maremoto, en Guatemala pareció que el volcán sólo explotó para unos, para las personas que vivían en comunidades remotas y no se les advirtió que se trataba de un fenómeno fuera de lo normal.

Sus alarmas fueron los ladridos de los perros y la inquietud de las aves, pero vivir en una zona de riesgo normaliza estas señales. El Volcán de Fuego constantemente se mantiene en actividad y las autoridades son las encargadas de estudiar los posibles escenarios y encontrar los casos que puedan convertirse en una catástrofe. En esta ocasión, los responsables se mantuvieron callados y los pobladores iniciaron su día como cualquier otro.

A cuatro kilómetros, uno de los campos de golf más lujosos de Centroamérica fue desalojado sin percances menores y en perfecto orden. A las 11 comenzó el proceso en el complejo que incluye un exclusivo hotel, dos horas después el recito se encontraba vacío, pasarían otras dos horas para que llegara la lava. Todos los huéspedes ya se encontraban en lugares seguros en ese momento.

 

volcán de fuego de Guatemala victima

 

La explosión fue completamente diferente en la comunidad de San Miguel Los Lotes, donde las alarmas fueron los flujos piroclásticos y el insoportable calor que llevaban. La ceniza lo cubrió todo en unos cuantos segundos, los más afortunados lograron escapar, los demás quedaron sepultados en una mezcla de gases volcánicos, lava y cenizas. Como en la escuela de la población donde murieron 28 niños y todavía no se encuentran a 30 más.

A pesar de la situación no se tomó ninguna medida. Sergio Cabañas, máxima autoridad de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, defendió la ausencia de una evacuación al argumentar que no había una alerta clara del Servicio de Vulcanología, organización que se defendió al indicar que la institución acusadora no leyó bien el reporte.

Las autoridades responsables se intercambiaron la culpa. La alarma sí fue activada, pero aproximadamente a las cuatro de la tarde, momento en el que diversas aldeas ya se encontraban sepultadas. En teoría, no se tenía el conocimiento de la magnitud del fenómeno, pero de ser así, ¿quién avisó al hotel? Al parecer las advertencias sí respetan estratos sociales.

La cifra oficial es de 114 personas fallecidas y 200 heridos, aunque varios acusan a las autoridades de los números para reducir el impacto de la imagen del Gobierno. Desgraciadamente, se está volviendo una norma que las omisiones de las autoridades hagan de una catástrofe natural una desgracia selectiva, un hecho que únicamente afecta a las personas más vulnerables.

 

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El País

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