El panorama automotriz en México está viviendo una transición: lo que antes parecía una aspiración ecológica ahora se perfila como una opción viable. Los vehículos 100 % eléctricos están ganando terreno gracias al ahorro en combustible, los menores costos de mantenimiento, y un entorno regulatorio que poco a poco los favorece. Sin embargo, la pregunta clave sigue siendo: ¿es rentable realmente invertir en uno hoy en México? Para responderla, es indispensable revisar tanto los números como las condiciones concretas del mercado mexicano: desde la inversión inicial hasta la infraestructura de recarga, pasando por incentivos gubernamentales, autonomía real, depreciación y uso diario.
Porque al fin y al cabo, la “rentabilidad” de un auto eléctrico no sólo depende de que gaste menos gasolina —también tiene que ver con que puedas cargarlo con facilidad, que su valor no se desplome, y que su uso se adapte a tu estilo de vida. Este reportaje profundiza en esos aspectos, reúne los datos más actualizados sobre infraestructura de carga, y analiza cuándo sí —y cuándo quizá no— resulta inteligente dar el salto al vehículo eléctrico en México.

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Inversión inicial y ahorro operativo: el balance financiero
Para empezar, es cierto que un vehículo eléctrico suele tener un costo mayor que un auto de combustión similar. Pero varios análisis indican que la diferencia se puede amortizar si el uso es frecuente y urbano. Un estudio señala que, en México, recorrer 100 km con un auto eléctrico cuesta aproximadamente entre $20 y $50 pesos recargándolo de forma privada. En contraste, un auto de gasolina para ese mismo trayecto puede costar hasta $100 pesos o más. Otra fuente estima que el ahorro anual puede superar los $40 000 pesos, con una recuperación de la inversión inicial en aproximadamente cinco años.

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A lo anterior se añade el menor mantenimiento: sin motor de combustión, sin sistema de escape tradicional, menos piezas móviles, lo cual reduce costos operativos. Por tanto, si el auto eléctrico se utiliza intensamente—especialmente para uso urbano, desplazamientos diarios—la rentabilidad puede ser real.
Incentivos y entorno regulatorio
En México aún no existe un esquema tan agresivo como en algunos países europeos, pero sí comienzan a verse estímulos y condiciones favorables para los vehículos eléctricos. En presentaciones recientes, directivos del sector declararon que los vehículos eléctricos “han dejado de ser aspiracionales y se han convertido en una opción real de rentabilidad” en el país. Asimismo, políticas de deducciones, exención de ciertos impuestos o descuentos en tenencias estatales pueden mejorar el retorno de la inversión, aunque su aplicación depende de cada entidad federativa.
Infraestructura de recarga: condición decisiva
Uno de los factores críticos para determinar la rentabilidad es si el usuario puede recargar su vehículo con facilidad. A partir de 2024, los datos muestran un crecimiento significativo: la red de recarga en México alcanzó 39 257 posiciones al cierre de junio del 2024, un incremento del 23% respecto al primer trimestre. De ese total, sólo alrededor de 3 212 posiciones públicas y el resto privadas (residenciales, corporativas).
Según otras estadísticas, actualmente hay unas 3 373 estaciones de recarga pública y cerca de 28 467 residenciales en México. Estos números indican que la infraestructura ya existe, pero la cobertura sigue siendo desigual: gran parte está en grandes ciudades y zonas residenciales con recursos para instalar cargadores privados. Según un reporte, el 45 % de los mexicanos desconfían de la infraestructura de estaciones, el 39 % consideran la recarga inadecuada, y el 28 % siente falta de información.

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Dónde recargar: ubicaciones reales y opciones
Para que la movilidad eléctrica sea práctica, la accesibilidad de la recarga es clave. En la Ciudad de México, varias cadenas de supermercados ya cuentan con estaciones de carga rápida en sus estacionamientos: entre ellas, Walmart, Chedraui, La Comer, Sam’s Club y Costco han puesto en marcha cargadores para autos eléctricos. También existen apps especializadas como PlugShare o Electromaps que localizan puntos de carga.
Sin embargo, aún faltan estaciones de carga rápida en carreteras, en zonas interurbanas y fuera de los principales centros metropolitanos, lo que limita la movilidad de largo alcance para algunos usuarios.
¿Para quiénes es rentable hoy? ¿Y para quiénes no?
Con base en los datos, se puede trazar un perfil de rentabilidad. Es más rentable tener un vehículo eléctrico si:
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Circulas mayormente en la ciudad o haces desplazamientos frecuentes con trayectos definidos.
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Tienes acceso a un cargador residencial o bien lugares fiables para recargar.
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Aprovechas los incentivos fiscales y/o ahorro en combustible y mantenimiento.
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Haces un recorrido relativamente alto o utilizas el vehículo de forma habitual.
Por el contrario, puede que no sea tan rentable si: recorres muy pocos kilómetros al día, haces trayectos muy largos sin acceso seguro a recarga, o adquieres un vehículo eléctrico sin infraestructura conveniente. En ese caso, la diferencia de costo inicial puede tardar mucho en recuperarse.
Otros aspectos: depreciación, autonomía y valor de reventa
Una cuestión que preocupa a muchos compradores es la depreciación. Dado que la adopción aún es baja (~1.8% del mercado según un reporte) en México, la reventa puede tener mayores riesgos. Por otro lado, la autonomía real de los modelos más recientes ha mejorado significativamente, lo que reduce la “ansiedad de la batería”. No obstante, la percepción del público y la falta de datos de larga duración aún juegan en contra.
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¿La rentabilidad ya es un hecho?
La respuesta es: sí, pero con matices. En México, un vehículo eléctrico puede ser rentable hoy en día, siempre que se cumplan ciertas condiciones clave: uso frecuente, buen acceso a recarga, incentivos aprovechados y trayectos adecuados. Si reunimos estos factores, los beneficios se traducen en ahorro de combustible, menor mantenimiento y una movilidad más eficiente.
Pero aún no es la panacea universal: la cobertura de recarga interurbana es limitada, la inversión inicial sigue siendo mayor y la depreciación futura es un riesgo menos conocido. En ese sentido, quien compra hoy un vehículo eléctrico lo hace también apostando a que el entorno siga evolucionando a su favor.
En resumen, para muchos mexicanos la compra de un auto eléctrico ya no es solo una decisión ambiental: es una decisión financiera inteligente. Si tú estás en el perfil adecuado, el momento para dar el salto es ahora. Si no, quizá esperar un par de años más y asegurar mejores condiciones puede ser la estrategia más sensata.