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Paola G. Gasca: su novela “Raíces del mal” y la brujería

Por: Alfredo Padilla 28 Mar 2025
Conversamos con la escritora Paola González Gasca a propósito de su novela “Raíces del mal” y en la mesa se habló de la brujería y la maldad.
Paola G. Gasca: su novela “Raíces del mal” y la brujería
PAOLA G. GASCA. FOTO DE FER MORENO.

Conversamos con la escritora Paola González Gasca a propósito de su novela “Raíces del mal” y en la mesa se puso la brujería, la maldad y las consecuencias del resentimiento.

Paola G. Gasca: su novela “Raíces del mal” y la brujería 0

“Matabas en tus manos las flores con intenciones de daño y Jacinta lo veía como un juego; cegada, sonreía. Le parecías un encanto de ternura, que entendías el lenguaje de la vida como nadie más. Le contabas cuentos: lo que las buganvilias te susurraban, lo que las aves te delataban. Veías la lluvia antes de que cayera, dominabas los vientos sin tener que tocarlos, invocabas todo lo bello y lo oscuro”; escribe la guionista, productora, estratega digital y comunicóloga Paola González Gasca (CDMX) en su novela debut de ficción paranormal “Raíces del mal” (Heachete Literatura / Voces, 2024), en la que el pueblo de Sarabia, municipio de Villagrán –a 80 kilómetros del ayuntamiento de Cortázar, que curiosamente parece llevar el apellido del escritor argentino autor de los relatos “La puerta condenada” y “La noche boca arriba” (El final del juego, 1956)– es el escenario. Ahí, en esa población cuasi comalesca, los rencores brotan de la tierra como listones rojos que entrelazan murmullos, voces que el viento trae desde lejos, desde los cerros, con un dejo de superstición y brujería.

Es allí donde confluyen el hálito, el agua, la sangre y las entrañas de la tierra; donde se lengüetean estas historias que superan toda malevolencia que pueda estar suspendida en la realidad.

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Con una prosa colmada de maestría y perversidad, que en lo personal, sólo había leído en voces como Juan Rulfo, Cormac McCarthy, William Faulkner o Miguel Ángel Asturias; Paola G. Gasca coloca la prolijidad poética por encima de todo, sometiéndose a un catártico proceso de memorias, fotografías y archivos del clan familiar; un proceso de acendramiento interior para merecer la historia contada. Paola exalta la narrativa pura de la autenticidad.

En consecuencia, la creación literaria se le presenta como un adiestramiento en la perfección del ser, como una necesidad de llegar a la literatura perfecta. En ella, G. Gasca ha visto un alto poder mágico, una fidelidad a la sombra verdadera o la verdadera esencia, una certidumbre de verdad y realización suprema de la crueldad de la vida, la venganza y el odio de la mujer. La prosa como un encantamiento, un hechizo oculto, la orienta, haciéndola trasponer los umbrales del rencor y sus apariencias, para situarla ante el objeto del deseo que evoca la pureza de la maldad.


En el corazón de “Raíces del mal” late la brujería popular mexicana, con sus rituales, supersticiones y creencias. ¿Qué fascinación tienes por este tema, y cómo logras tejerlo de manera tan magistral en la trama de la novela como nunca se había leído antes?

La brujería siempre me ha parecido fascinante; fue un aderezo perfecto para poder indagar en el tema “maldad”, es un pretexto con el cual juego constantemente para plantear la duda sobre Inés: ¿Es mala? ¿La circunstancias la hicieron “mala”? Si tú tuvieras la oportunidad de “manejar los hilos del destino” ¿sería en favor de los tuyos o en contra? Sin embargo, al inicio de la trama, cuando estuve conociendo a mis personajes no sabía que sería un recurso, me lo encontré en el camino. Tracé a estas mujeres con sus vicios, miedos, rencores, dolores. La mirada de Inés me hizo entender que ella lo sabía todo, que en ella guardaba el destino de todos los habitantes del pueblo, no supe cómo hasta que entendí que ella venía cargada de otra vida, de otros males. La descripción física de Inés fue dibujada a partir de una fotografía de mi mamá. Mi mamá es dulce pero de mirada fuerte, y si te tiene rencor, ¡peor! Ella vivió algo similar a Inés: su mamá la entregaba constantemente a sus padrinos, no se sentía parte de su verdadera familia y sufrió el rechazo de muchos de los miembros. Sin embargo, mi mamá siempre eligió el camino de la bondad y compasión, para mi ficción me encantaba imaginarla vengativa, sin piedad, y usando toda su sensualidad para poder hacer sufrir a otros.

Además, la narradora con su voz dudosa, nos hace cuestionarnos siempre: ¿lo que nos cuenta es verdad o no? La brujería se me presentó desde niña, no a través de mí, sino como anécdota de gente cercana. Mi mamá solía justificar sus males siempre con “alguien me está haciendo algo”, desde muy joven, esos rituales de limpiarte con un huevo, las hierbas, velas y un gran etcétera. Me atraían estas historias, como cuando te atrae lo oscuro, lo oculto. Mi mamá me contaba y me gustaba imaginar, y completar con esta imaginación los detalles que ella callaba.

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¿Hubo alguna experiencia personal o investigación específica que inspirara esta representación tan detallada?

Sí, hay muchas experiencias personales, quizá esas den para otra novela (risas). Como mencionaba, desde niña escuchaba esas anécdotas que me parecían raras y muy creíbles, veía viable que todo lo malo que acechaba a mi mamá fuera consecuencia de una magia negra, de alguien que con todo el enojo pudiera ir con un alguien, brujo, chamán, mago y hacerte daño. No sabía los detalles pero lo creía, hasta que un buen día yo misma llevé a mi mamá con alguien, quien inspiró al personaje de Gumaro. En él usé todos mis recuerdos, investigación y experiencia propia. Llevé a mi mamá con este señor, que para mi tristeza no tenía nada qué ver con lo que yo me imaginaba. Me lo recomendó una amiga, mi tristeza fue encontrarlo en jeans y playera. Mi mamá le compartió toda su amplia experiencia con brujos, yo escuchaba atenta, hasta que mi mamá volteó y le dijo: quiero que vea a Pao, ella también lo necesita, sorprendida escuché los cinco minutos de mayor revelación de mi vida, en donde me descifró, en donde me dijo que cuando escribiera mi primera novela todo en mi vida cambiaría. Quedé impactada. Me limpió con un huevo ante un altar cuyos detalles usé en la novela, me dijo que en efecto “alguien había pagado una buena lana” para que yo no prosperara. Le creí, fui pocas veces con él, y le tengo muchísimo cariño. De ahí sentí que abrí una rama en el universo donde me siento conectada con algo más grande. Ha sido lo más cercano que he vivido, soy alguien muy espiritual, que ve en todo lo que pasa en mi vida como señales: la música, lo que leo, a las personas que encuentro, los nombres, todo me parece preciso en el universo.

¿Cómo equilibraste el retrato de la hechicería con la narrativa y el desarrollo de los personajes?

En un pueblo hay muchos temores. Mucho misticismo. Aún recuerdo muchas anécdotas de mi abuela materna, originaria de Salazar, un pueblito del EDOMEX, en las que narra que en el pirul de su casa se veían de pronto brujas en bolas de fuego. En un pueblo justificamos todo, lo creemos, es más verosímil, aunque si algo he aprendido, es que la brujería está ligada a temas religiosos, me parece fascinante porque está mucho más cerca de lo que imaginamos.

Creemos que es un mundo diferente sin imaginar que tienen y se sostienen sobre las mismas figuras, rezos, simbolismos. El pueblo me era indispensable para poder situar a estos personajes, sin embargo es el retrato de una familia rota por los rencores, por la envidia, por la cadena del desamor, una teoría muy mía, en la cual señalo que mantenemos, como humanos, la mirada en quien nos rechaza, y no nos damos cuenta de quienes nos miran en realidad, estamos esperando, en un lugar vacío, el amor. Esa es la esencia de todos los personajes, rotos por el rechazo, salpicando sus dolores en personas que no lo merecen. Esa es la verdadera maldad de la que hablo en la novela, la hechicería es un elemento de ficción que inserta en el lector la duda, pero la verdadera maldad está muy lejos de rituales, se respira diario en el rencor y el sufrimiento. No quería que se convirtiera en una novela de rituales, oscura por el simple hecho de indagar en el morbo, está dibujada de una manera sutil, que sólo quienes conocemos más del tema sabemos que siempre está sugerido en muchos momentos y develado hasta el final de esta historia. No quería distraer con eso, pero sí mantenerlo como un interés constante en descubrir el cómo lo hizo Inés, incluso hay muchos lectores que no logran descifrar el significado de los hilos rojos y el cementerio en el jardín de Jacinta. Literal y metafóricamente, ahí está mi verdad sobre la vida. Las verdaderas raíces del mal, precioso y aterrador.

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La novela se desenvuelve en un pueblo donde la brujería es una parte integral de la vida cotidiana. ¿Qué papel juega este entorno en la exploración de los temas de la novela?

Es indispensable. Insisto en que la brujería está más cerca de lo que imaginamos, pero en los pueblos siempre está la figura del curandero/brujo que esconde verdades, que lo sabe todo, que es una especie de profeta, confidente y sabio. El pueblo es un personaje, por muy trillado que esto suene, “pueblo chico, infierno grande”, la familia es un pueblo también, donde los secretos son un infierno cargado de dolor, generación tras generación. En el pueblo se agrava todo. Además me encanta relacionar la brujería con la religión, parecen polos opuestos; uno aceptado, el otro rechazado, pero logran tocarse en muchos puntos.

¿De qué manera la atmósfera de un supuesto poblado mexicano contribuye a la tensión y al misterio en la trama?

¡El pueblo existe! Es el pueblo de origen de mi abuelo. Lo visitaba mucho de chica, y la familia que tengo allá no tiene nada que ver con los personajes que dibujé. A reserva de lugares: la iglesia, la agraria, la disposición de elementos de la casa de Dolores. Creo que es parte fundamental porque es el lugar donde habita la soledad, la desesperanza que acompaña a todos los personajes de la novela.

¿Cómo lograste capturar la esencia de este mundo mágico y supersticioso en tu escritura?

Estos lugares que realmente existen fueron brújulas; a partir de ellos fui llenando los huecos que me permitieron conocer a los personajes, dónde viven, a qué huele todo aquello. Cada que iba a Sarabia lo sentía lleno de tierra seca, la tierra me hablaba de alguna manera a querer descubrir los rumores, los secretos a voces, todo aquello cabe mejor en un pueblo.

La figura del brujo es un arquetipo poderoso en la cultura mexicana. ¿Cómo fue el desarrollo de esta imagen en la novela?

Es un personaje que me permite, y le permitió a Inés descubrir sus poderes. Desde ese primer ritual donde él se asusta de la luz que tiene Inés, su aparición en el momento del bautizo. Todo gran brujo tiene a un maestro. El encuentro de Inés con el brujo en el cementerio dice mucho y a la vez poco; es una figura que guió sus pasos. Se reconocen. Reitero que no quise partir del morbo sino en la sutileza de pequeñas pinceladas de este mundo que por sí solo tiene sus propias reglas y manifestaciones.

¿Qué simbolismos o características específicas has asignado a tus personajes para reflejar esta figura arquetípica?

La parte física, los rituales. La sexualidad en Inés es fundamental; un lector distraído puede quedarse con la anécdota, mucha de esa curiosidad por su cuerpo puede ser algo propio de la adolescencia o la niñez. Ella sabe que su cuerpo es un motor, es la parte vital de su capacidad creadora. El aborto en la tina, la provocación a su hermano y a su medio hermano. Ella debe usar su cuerpo, la tierra, sus flores. El brillo en su mirada, lo menciono desde la primera línea de la novela.

¿Qué mensaje deseas transmitir sobre el papel y la percepción del brujo en la sociedad a través de tus personajes?

Que la energía existe. Que la brujería es una manifestación de energía concentrada que echa a andar lo positivo o negativo, que es un poder que quizá todos poseemos pero que el alimento es el miedo. El miedo de perder algo, el miedo de no lograr algo. La magnífica posibilidad de que fuera de nosotros esté la razón de nuestra desgracia, que es un “otro” el que te lastima. Si el miedo no existiera quizá la brujería no encontraría su alimento.

La brujería popular mexicana a menudo se asocia con la idea de la “maldad” y la “limpieza”. En la novela, la maldad parece estar “encarnada en el miembro más vulnerable” de la familia. ¿Qué impacto tiene esta relación en los personajes?

Todos los personajes tienen una dualidad. Ir a misa, pero con Gumaro. La dulzura, pero el rencor. El amor y el apego. Todos los personajes se enfrentan con otro que tiene lo que él cree que desea. Son polaridades. Miran lo que el otro tiene y se lamentan de no poseerlo. Las familias me parecen nuestras raíces, y siempre hay miembros que detonan y provocan todo lo que por generaciones se viene gestando, eso es Inés, un catalizador de todo lo que se ha venido gestando en esa familia fundada en el miedo a la soledad.

¿Cómo manejaste esta dualidad en las protagonistas, y a qué conflictos internos te enfrentaste debido a ellas?

Mis tres mujeres revelan mis propios miedos: la soledad, el vivir en el desamor, la envidia, el fracaso como madre, el volcarme sobre lo amado y olvidarme de mí. Las tres además enfrentan la maternidad desde distintos puntos, ¿en dónde nace el instinto materno? ¿Por qué se es madre? Son preguntas que me hice desde muy temprana edad ¿es real eso de enamorarte de tus hijos? Me parece enfermizo, veo las atrocidades que se hacen justificando un amor de madre y me aterra.

¿Cómo se manifiesta la “maldad” en el contexto de la trama, y qué implicaciones tiene para la dinámica familiar?

He dicho en otras ocasiones que me encanta que me pregunten si Inés es mala. Me encanta la conversación sobre la maldad. En el contexto de mi novela es simple: la maldad es hacer sufrir a alguien que te ama, saber que con un acto tuyo lo harás sufrir. La brujería es un conducto, no el fin en sí mismo. En las dinámicas familiares, creo que hemos escuchado, históricamente que el amor incondicional es la base y su fundamento que es lo que los une, creo lo contrario: los reproches nos unen, la idea de rechazo la aprendemos de papá o mamá, es esa semilla que logra germinar en nuestros mayores miedos. Maldad es vengarte sobre alguien más, del dolor que se gestó en ti por el rechazo.

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¿Qué revelaciones sobre la condición humana y la aceptación de lo diferente esperas que los lectores descubran a través de la novela?

Que todos somos luz y sombra. Que nos encanta dibujarnos como personas buenas, pero que hemos hecho daño, que a veces lastimamos a otros porque nosotros mismos no supimos lidiar con esas luces y sombras, que de ahí viene la aceptación, de empezar por reconocer nuestra propia maldad e incapacidad de amar.

¿En qué medida crees que la brujería y sus connotaciones de “otredad” ofrecen una perspectiva crítica sobre la sociedad contemporánea?

Vivimos en una sociedad obsesionada por la vida de los otros. Estamos en constante observación de sus conductas, la brujería es un conducto espiritual que nos permite culpar a algo de afuera en vez de tomar las riendas de nuestras vidas, de nuestros miedos y propias oscuridades. Es muy fácil trasladar la culpa a algo externo. Algún brujo muy poderoso me dijo eso: hay alguien que hizo un algo para que fallaras, pero si el miedo a no ser suficiente buena escritora no estuviera en ti, quizá ese chispazo no lograría incendiarte. Hay odio en la mirada de todos. Estamos, por doquier, capitalizando el rencor.

La prosa de la novela es rica y evocadora, con una atención meticulosa al detalle y la atmósfera. ¿Qué influencias literarias tuviste al escribir la novela, y cómo lograste crear un lenguaje que sea a la vez poético y verosímil?

A Juan Rulfo le rezo (risas). “Pedro Páramo” fue mi gran despertar, muy joven, a la literatura. Precisamente me hizo ver que este lenguaje rural es poético, hay mucha realidad en las sensaciones que acompañan mi novela. Desde siempre me he sentido identificado con el “sentir mucho”, no sabía por qué desde chica lloraba de todo, sentía que era alguien desbordada de emociones. Definitivamente “El Ruido y la Furia” de Faulkner me eriza la piel. Rulfo y Faulkner son de estructuras temporales complejas, de lenguaje poético pero acompañado de la crueldad humana más tangible que podamos leer.

¿Hay autores u obras específicas que hayan inspirado específicamente la prosa y este estilo narrativo?

Rulfo, Faulkner con las obras ya mencionadas. Virginia Woolf y Clarice Lispector como mis mujeres favoritas. Todos con este cuestionamiento sobre la esclavitud del tiempo, la poesía, la complejidad de la realidad en el espacio y tiempo que sólo ellos pueden trazar de esa manera tan magistral.

¿Qué técnicas utilizaste para equilibrar la riqueza descriptiva con la fluidez de la narrativa y mantener al lector hechizado?

Ser fiel a mi narradora. Ella nos está contando un gran chisme. Pero debo confesar que con una gran intuición, con una fe en ella, en no traicionar su voz. En ser muy fiel a la complejidad de los recuerdos, nunca lineales, mi narradora debía dar esos brincos que sólo el recuerdo nos brinda. Escucharla a ella, y saber que hay grandes secretos y grandes puntos argumentales que debían hacer avanzar a esta trama, dando lo suficiente y ocultando lo mejor; mantener al lector expectante de esta gran verdad desentrañada desde una voz familiar, aunque desconocida.

Paola G. Gasca: su novela “Raíces del mal” y la brujería 2

La novela sugiere que la brujería popular es una forma de resistencia contra la opresión y la marginación. ¿Qué impacto tiene esta idea en los personajes y en ti misma?

La brujería es un instrumento de fe. Con sus debidas proporciones es parecida a la religión. Es un recurso al que nuestros personajes acuden cuando las respuestas emocionales se agotaron, cuando la realidad es tan dura que no cabe en la cabeza ni en el corazón, es una manera de manifestar la esperanza de poder cambiar el destino. Para mí, es lo mismo que para mis personajes.

¿Cómo influye la brujería en tu capacidad para enfrentar y superar la adversidad?

Fe y esperanza en que puedes cambiar la realidad. Motivos externos por lo que algo malo te ocurre; la razón está fuera de ti y aunque la brujería llena los huecos de la responsabilidad propia, también devuelve la fe.

¿Qué mensaje o reflexión se espera que los lectores saquen de la novela, especialmente en relación con la brujería popular y su papel en la cultura y la identidad mexicana?

La brujería es un combustible que alienta lo “bueno” o lo “malo”. Cuando describo a Gumaro digo que le pagan de igual manera por hacer trabajos limpios o negativos. No importa si las consecuencias son sobre él. Los brujos son un conducto de fuerzas que no alcanzamos a entender, pero somos energía y funciona de la misma manera que todo lo físico.

¿Qué aspectos de la brujería esperas que los lectores comprendan y aprecien mejor?

Más que la brujería, la reflexión está en torno a las consecuencias del resentimiento. Es un medio, no el fin.

¿Cómo crees que la novela puede contribuir a una mayor comprensión y valoración de las tradiciones y prácticas culturales mexicanas?

El hecho de que se sitúe en un pueblo, nos remite a un entorno familiar y tradicional. Creo que todos logramos identificar en nuestra propia dinámica familiar a la tía solterona, las abuelas, las madres crueles. Creo que es el mayor valor, entender que la familia tradicional mexicana tiene estas figuras, secretos a voces, resentimientos.

Exploras la “memoria colectiva” a través de la brujería popular. ¿Qué relación tiene esta exploración con la historia y la identidad mexicana?

Estamos construidos de historias que permanecen aún nosotros, después de nosotros y milenios antes de nosotros. El título de la obra tiene un significado literal y metafórico. Visualizo nuestro origen como raíces que nos componen, venimos de algo mucho más grande de lo que nosotros logramos observar, esto lo ejemplifico con las raíces, la naturaleza. Nuestras raíces son las venas, la sangre de la que venimos: la familia. ¿Qué pasa si de donde venimos, nuestra familia, nos rechaza? Para mí ese es el origen del mal, la raíz del rencor y el resentimiento, en habernos sentido rechazados.

¿Cómo se entrelazan la memoria y la brujería en la trama de la novela?

Las creencias son la base de la brujería. Y las creencias habitan en nuestra memoria, incluso antes de nacer. Creo que cuando nacemos ya contenemos una carga y una memoria colectiva que nos hace ser quienes somos y luchar por lo que luchamos. La brujería se fortalece de creencias, de intenciones, de energía contenida en actos mágicos; se fortalece de las grietas que nuestros miedos han roto nuestro espíritu.

¿Qué aspectos de la historia y la cultura mexicanas consideras más importantes al abordar la memoria colectiva en tu obra?

La construcción familiar, el papel de la mujer en la dinámica familiar. La madre cruel, el desamor. Son esbozos de lo que podemos encontrar en casi todas las familias mexicanas.

¿Qué proyectos literarios futuros tienes en mente y cómo se relacionan con los temas y estilos explorados en “Raíces del mal”?

El tema familiar me apasiona. Las dinámicas familiares y las raíces de los clanes, roles, constelaciones, me atrae mucho porque es el origen de todo. La maternidad no deseada, el papel de la mujer son la base de mi siguiente proyecto, que no sé si es novela o una compilación de relatos interconectados con la idea de “la hija perfecta”.

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¿Estás trabajando en alguna nueva obra que continúe explorando la magia o temáticas similares?

No por el momento, la oscuridad y la luz en la condición humana siempre, pero no sé si tratado desde la magia o brujería. La atmósfera que ello genera me encanta pero no sé si en lo siguiente lo logre explotar de nuevo.

Foto perfil de Alfredo Padilla
Alfredo Padilla Escritor Escritor de la contracultura y el Underground. No aparezco en los grandes manuales de literatura. Autor de cuatro libros. He recorrido todos los medios mexicanos. Orgulloso papá de André.
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