Entre diálogos melómanos al exceso, seguimos los pasos de
David Kohl, una persona con la capacidad de usar la músi
ca para alterar las emociones, quien nos lleva a darle una nueva interpretación a los límites entre la fama y lo divino, y a jugar a la crítica mordaz —porque el discurso nunca se toma demasiado en serio— para exhibir a una sociedad empeñada en hacer del culto a las celebridades una doctrina cínica y retorcida, en la que es capaz de sumergirse con plena consciencia de que no habrá redención.
Una propuesta irónica e inteligente, cuyo apartado visual resulta irregular, pues entre fondos blancos y siluetas grises con toques coloridos, entrega tanto seductoras secuencias de sofisticada urbanidad, como algunos acabados burdos. Sin embargo, esto no demerita la obra de Kieron Gillen y Jamie McKelvie, traída a México por Editorial Kamite, con todo y sus portadas inspiradas en discos de célebres bandas británicas.