La lotería y los placeres del Imperio Romano
En el Imperio Romano una de las festividades más excitantes eran las Saturnales, en las cuales existía la permisividad y el descontrol. Su conmemoración inició como una ofrenda a Saturno, el dios de la agricultura, para celebrar el fin de la cosecha y eran tan populares que familias de todos los estratos sociales podían ser partícipes.
Estas celebraciones tenían un toque único y consistían en banquetes públicos. Además, era la única época del año en la que los papeles se intercambiaban, ya que los esclavos eran atendidos por los amos. Estos elementos permitieron una atmósfera carnavalesca en las calles, a tal grado de que los palacetes se convertían en burdeles en donde se permitían los juegos de azar como la lotería.
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Poco a poco las Saturnales ganaron aceptación por parte de los emperadores romanos, siendo Augusto César quien añadió dos días más a la fiesta. Más tarde Calígula agregó otro día más y lo llamó “el día de la juventud”, en el cual se permitían orgías al interior del palacio imperial. El poeta Catulo calificó a estas celebraciones como los grandes días del año, ya que no era permitido juzgar ningún acto de lujuria y los hombres tenían derecho a observar a las mujeres hermosas mientras se bañaban.
El historiador Luciano de Samosata relató que el entusiasmo que se vivía gracias a la lotería desencadenaba entre los asistentes la diversión y el desenfreno, pues consideraban que Eros, el dios del sexo, y Baco, el dios del éxtasis, descendían del Olimpo para celebrar con ellos. Gracias a ello, la lotería fue el juego oficial para amenizar las fiestas.
Por su parte, el emperador Nerón fue tan afecto a la lotería que mandó a distribuir mil billetes diarios, con los cuáles muchas familias se hicieron de fortuna. Por otra parte, los aristócratas daban billetes a sus invitados más importantes y en caso de ser favorecidos por la suerte, se les ofrecían premios como títulos nobiliarios, ganancias monetarias y diversión en los burdeles de la ciudad.
Durante el reinado de Heliogábalo, el emperador inventó una lotería muy original que consistía en lotes de mucho y poco valor. Por ejemplo se podía dar una libra de oro versus una libra de piedras o seis vasos de plata versus seis vasos de barro. Para anunciar al ganador del juego, el gobierno enviaba a sus consortes mujeres a la plaza principal de la ciudad, quienes atraían la atención de los ciudadanos por su gran belleza.
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