Fobia: ¡Mira, mamá (Revolución) sin manos!

48 horas antes de que el INE reconociera el inminente triunfo de Andrés Manuel López Obrador, Leonardo de Lozanne le cantó a 20,000 personas que lo que nos hacía falta era una Revolución sin manos.

“Y no tenemos que ser ni amigos ni hermanos, sólo tenemos que cambiar nuestra manera de ser y de pensar”. Fragmento de una canción que se publicó en 1995. Un año después del levantamiento zapatista en Chiapas, el error de diciembre y la toma de protesta de Ernesto Zedillo.

Unos segundos antes de que Paco Huidobro soltara el riff inicial de la canción, a más de una hora y media de iniciado el concierto que celebró los 30 años de vida de Fobia, con sus respectivos tránsitos por el estado de coma, Leo había pronunciado un breve pero atinado discurso.

“Este fin de semana los mexicanos viviremos una de nuestras experiencias más importantes como país. Pero no importa lo que pase, el lunes tenemos que buscar todos la reconciliación”.

Aún le darían las manecillas cuatro vueltas al reloj para que el virtual Presidente se pronunciara en la misma línea de pensamiento, cuando en el Palacio de los Deportes la gente ya se había puesto de acuerdo para repetir una frase que en más de 20 años no ha caducado: “Después de tanto ser rebelde sin tener que atacar, ¿qué quieres encontrar?”.

Desintegración familiar

Más de dos decenas de temas antes, habíamos escuchado en un Palacio sumido en la penumbra, a David Bowie con Queen. Porque justo antes de que Leo, Paco, Jay de la Cueva, Chá! e Iñaki volvieran a realizar alquimia rockera a 10 manos, lo último que se oyó en el sonido local fue Under pressure.

Piensa mal y acertarás, dice la sabiduría popular. Y de Huidobro hay que imaginar lo peor, porque es sabio. Más que el Diablo (que esta noche trajo en el pecho un clavel y en la mano un coctel). Tal vez haya sido su designo, porque todo lo que acontece al interior de Fobia requiere su visto bueno, que escucháramos a todo volumen a Freddy Mercury que “under pressure that brings a building down splits a family in two”.

Cuales quieran que hayan sido las presiones que hicieron a estos hermanos musicales romper con sus lazos hace un sexenio, el viernes ya no importó. Porque a las 9:20 de la noche retumbó otra vez aquel grito telenovelesco de “¡Vete al diablo!” que antecede la rola dedicada a Belcebú. Así se inauguró la bendita diarrea de hits que poco o nunca sonaron en la radio ni tuvieron videos en MTV.

Dios bendiga a los gusanos, Plástico, Camila, La iguana, Pepinillo amarillo, Pudriendo, El crucifijo y una extensa lista de títulos arrancados de la imaginación surrealista de Huidobro. Como pequeños cuentos en los que el humor, la ironía, los seres fantásticos y tres gotitas de perversión musicalizaron las correrías adolescentes –cuando éramos teens– de buena parte de quienes asistimos a Pastel, el concierto.

Volver al futuro

Treinta vueltas al sol se tardaron los autores de Regrésame a Júpiter en tocar solos por vez primera en este recinto. Tal vez por eso quisieron disfrutarlo a solas, sin más invitados que Marteen, quien participara en el disco Mundo feliz. Y justo dos días pasaron para que el estribillo de una canción, Caminitos hacia el cosmos, adquiriera un significado de himno de despedida para los que salieron el domingo a las calles a celebrar la conclusión de un régimen: “Nada me alivia tanto como irte dejando atrás”.

He escuchado en varias ocasiones que Fobia se adelantó a su tiempo. Por los sonidos galácticos de sus canciones. Por sus coqueteos con el new wave cuando era de verdad new y el britpop en tiempos en los que parecía exclusivo de los british. A diferencia de muchos de nosotros, su música envejeció con mucho mejor apariencia. Porque hace tres décadas las sillas hubieran sido desterradas de un concierto de Fobia, pero el viernes las hubo. Nuestras rodillas agradecieron que pudiéramos descansar, cuando llegó el turno de las baladas: Hipnotízame y Vivo.

Escribo en lunes lo que no se me salió de la memoria acerca del concierto, el primero de dos, de Fobia en el Palacio de los Deportes. Todavía con la resaca electoral y la amarga descalificación de México en el Mundial.

Debo reconocer que nunca me gustó tanto la canción. Pero hoy no me puedo quitar de la cabeza que lo que hace falta en este país es una Revolución sin manos.