Placeres mundanos: Si don Cristóbal hubiera conocido el ceviche

¿Qué pasó razaaa! Este 12 de octubre se celebró el día de la raza y la hispanidad y se cumplen 532 añotes de que don Cristóbal pisó las Bahamas pensando que había descubierto una ruta nueva a las Indias, ya ven que en Europa eran muy fans de todos los artículos de vestir, comer y beber que la ruta de la seda llevaba pero que tardaban mucho en llegar.
El almirante Cristóforo Colombo, ese es su nombre de nacimiento, hizo un total de 4 viajes. El primero fue con dos carabelas y una nao, las famosas Niña, Pinta y Santa María, el segundo fue un año después del primero y fue con 17 naves. Los 4 viajes tenían como objetivo principal encontrar esa bendita ruta occidental hacia las Indias, y en cada uno llegaba a otro punto del “Nuevo Mundo” como conocían en aquella época a América, el nuevo continente nombrado en honor a Américo Vespucio o Amérigo Vespucci.
Placeres mundanos: ¡Ah la madre! o a la madre
Los viajes de estos dos navegantes tenían la peculiaridad: se preparaban con un aproximado de 500 kg de pipirín por persona porque viaje largo. En los viajes de este tipo de navíos, con intenciones francamente comerciales, no era que anduvieran de pesca o que pudieran cazar muchas aves marinas, por eso tantas provisiones y previsiones.
El almirante, famoso porque sí le giraba la piedra y sabía prever bien, para su primer viaje mandó cargar comestibles para 15 meses y líquidos para 6. Llevaba a bordo pescado seco, tocino, harina, aceite de oliva, vino, agua, cerdos, gallinas, reses, pan ácimo, calderas, leña y hornos.
Por muy sabroso que nos imaginemos que haya sido la comida a bordo, pues nel. De inicio solo una vez al día recibían comida caliente, de cuchara les decían ellos. Pero la realidad les caía de golpe ya adentrados en el mar. La humedad de las bodegas enmohecían todos los alimentos, aparecían gorgojos en todos los granos, el agua se llenaba de musgo y había que mezclarla con vinagre para prolongar su vida útil.
Agárrense porque el clima a veces se ponía tóxico y pues impedía cocinar adecuadamente, además del exceso de agua y el movimiento tremendo de la nave, eran momentos en donde absolutamente toda la tripulación debía estar activa tratando de aminorar los estragos y de asegurar la carga de a bordo. Entonces les tocaba comer un pedacito de pan, pescado deshidratado y acaso un pedacito de queso maduro y obvio forrado de moho.
Y lo poco que quedaba se fermentaba en fa porque no tenían ningún sistema de refrigeración y el calor en altamar estaba rudo. Documentó Fernando Colón, hijo del almirante, que generalmente se comía de noche, cuando era menos perceptible la presencia de gusanos en la comida, así de ese tamaño se les ponía la cosa.
También se les puso feo con falta de frutas y verduras en la alimentación de los marineros porque el escorbuto levantó la mano y arrebató más vidas que todas las guerras, naufragios y enfermedades combinadas. Manchas en la piel, jiotes, ojos pispiretamente sangrantes, mareos severos, debilidad y otros cuantos achaques eran tremendamente temidos por los marineros de la época de gran navegación que inició don Cristóbal.
El mismo Virrey de las Indias cuando puso pie en tierra definitivamente, en 1504, ya estaba muy achacoso y lo tenían que andar cargando de carrito porque la pésima alimentación no le causó esta “peste de las naos” pero se agenció una gota y una artritis de las buenas.
Y todo por no saber curar pescaditos con limón. Pero en Perú aprendieron los que llegaron unos años después…