MADURAS CON SABOR A DESEO EN UNA NOCHE
POR SARGENTO HARDCORE
Un día de rutina, te levantas, aseas, desayunas un café y una concha de vainilla y te diriges al trabajo. Papeleo tras papeleo, ¡ah! La huella no puede faltar para evitar que te descuenten días por llegar tarde, 10 minutos de comida, regresas a la rutina, contestas llamadas de servicio a cliente y dan las 6 en punto. Nada malo puede pasar, sales feliz para disfrutar de las pocas horas que tu intenso día laboral te deja, te diriges al estacionamiento, enciendes el auto y lo de siempre… el tránsito a vuelta de rueda, tal parece que el poco tiempo libre se perderá en tu camino a casa.
El calor es sofocante, te desatas la corbata, desabrochas el último botón de la camisa y bajas la ventana porque tu aire acondicionado se descompuso. De pronto un semáforo en rojo, te detienes a la par de un Cadillac negro con vidrios polarizados, intentas ver en su interior pero no distingues nada, la ventana del copiloto se desliza lentamente, cómo si el tiempo se detuviera, una mujer de 50 años voltea y te desnuda con la mirada. Apenado volteas al frente, sin embargo la curiosidad te hace volver a voltear, la mujer no te ha quitado la mirada, penetrante y seductora te sonríe con deseo mientras dibuja una sonrisa sutil, es ahí cuando entiendes perfectamente lo que está ocurriendo y la verdad, no te disgusta. Intercambian miradas, el semáforo cambia a verde y avanzas como si nada.
Continúas tu camino y se cruzan de nuevo en otro semáforo; pero esta vez, ella está más decidida y te pregunta con voz suave: -¿Hacia dónde te diriges?-, tú respondes en automático sin pensar las consecuencias, -¿a dónde quieres ir?- ella sonríe y te flecha con un -sígueme si puedes-. El camino se va alejando cada vez más de la ciudad, a pesar del miedo y del riesgo no dejas de seguirla y cuando te preguntas dónde irá a parar todo esto, ves que se estaciona a la entrada de un motel nada lujoso pero aceptable, baja del carro y camina hacia tu ventana para terminan de cerrar el pacto. Una mujer de aproximadamente 1.70 de estatura, tez blanca, delgada y con unos senos impresionantes, madura, justo en su punto y un suave aroma a vainilla que se desprendía por cada poro de su cuerpo.
Ambos intercambian miradas y se dirigen hacia la recepción, entre risas te comenta que tiene todo listo y caminan hacia la habitación 22 de la planta baja.
Una vez en el cuarto, ella comienza a quitarse la ropa con maestría, aquel vestido rojo fue cayendo lentamente sin ningún tipo de pudor, debajo se escondía lencería francesa de encaje negro y un tatuaje delicado que parecía un lunar seductor; como si todo estuviera preparado para recibirte. Las transparencias marcan claramente sus pezones, rosados y dotados de una gran belleza que muy pocas veces has visto. Tú no te resistes y la sangre comienza a recorrer rápidamente tu cuerpo, con su simple aliento que hace que tu nivel de excitación crezca, la respiración, los latidos del corazón y ella como toda una profesional gritando y gimiendo cómo si tuviera 15 años.
Sus labios humedecidos como de terciopelo comienzan a recorrer tu cuerpo, cada rincón hasta llegar a tu clímax, es ahí cuando te dejas llevar por tus instintos y salvajemente la tomas entre tus brazos haciéndola tuya una y otra vez, ella no deja de pedirte más, cada vez con más fuerza. Por tu mente pasan los peores pensamientos y a pesar de la edad que tiene, simplemente te dejas llevar hasta que absorbe por completo tu energía. Insaciable, así parecía, una mujer cuyo nombre aún no sabes, pero es un dato que no necesitas saber para disfrutar lo que está ocurriendo.
Después del encuentro tan explosivo, eres el primero en salir de la habitación pensando en cómo fue que pasó, cómo fue que tu cuerpo accedió sin poner ninguna objeción o saber si podría ser alguna trampa y no sólo sexo casual.
Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos, pero una cosa sí es segura, las mujeres maduras saben muy bien lo que hacen. ¿O tú que opinas?
